Reflexiones olímpicas

Sáb, 18/08/2012 - 01:00
El mundo entero estuvo hipnotizado durante dos semanas, unido compartiendo expectativas, armonía,  emoción, ilusión, trabajo fuerte e incluso extremo, sufrimientos, esfuerzos, logros y en algunos
El mundo entero estuvo hipnotizado durante dos semanas, unido compartiendo expectativas, armonía,  emoción, ilusión, trabajo fuerte e incluso extremo, sufrimientos, esfuerzos, logros y en algunos casos frustración de los atletas que llegaron a Londres de todos los confines del planeta. Durante ese tiempo vivimos con pasión, movidos por el deseo de que  nuestros atletas ganaran compitiendo con tesón en lo que se supone es una sana y equitativa  competencia. Realmente, ¿podemos decir que en los olímpicos hay una sana y equitativa competencia? Yo diría que no necesariamente. Es evidente que no todos los países compiten en las mismas circunstancias. Hay algunos que cuentan con políticas públicas y los recursos necesarios para promover y desarrollar la actividad deportiva iniciando en la edad escolar y luego durante todo el desarrollo educativo, incluyendo el universitario. Hay otros para los que  el que ser deportista da un estatus de respeto y admiración por sí mismo, es una ocupación digna lo cual hace que pueda contar con apoyo del sector privado y público sin dejar de lado el familiar. También encontramos países como China en el que sus destrezas y habilidades se comienzan a desarrollar a temprana edad, pero privándolos de un desarrollo normal y multidisciplinario en un entorno familiar, en su caso lo importante no es competir sino únicamente ganar. Sin lugar a dudas estos atletas no están compitiendo en igualdad de condiciones a otros que además de sus entrenamientos, están teniendo un desarrollo académico o necesitan tener un medio de subsistencia que les permita ayudar a mantener a sus familias. En los Olímpicos hay dos grupos de atletas, los reconocidos en sus áreas y de los que todo el mundo está esperando un particular desempeño, sus triunfos y récords, y los desconocidos, muchos de ellos con historias asombrosas, increíbles y maravillosas de quienes con un gran esfuerzo logran llegar a competir en los juegos e incluso en algunos casos llegar a maravillar. Ojala en futuras oportunidades la prensa dedicara un poco más de atención a este grupo, a difundir sus historias, que en la mayoría de los casos son ejemplo de coraje, perseverancia y disciplina. Las justas olímpicas en muchos casos han sido vistas también como un evento con un trasfondo político y como una oportunidad para demostrar el poder económico. Sin embargo, esto no ha sido óbice para que cada vez sean más los países y los deportistas que a ellas llegan y demuestren que pueden competir y ganar. Curiosamente el significado de una medalla de plata no es el mismo en países desarrollados donde puede llegar a significar frustración por no haber sido el mejor.  En países como el nuestro, disfrutamos y festejamos porque sabemos el gran esfuerzo que ha nuestros atletas les ha costado ganarla. Los olímpicos llegaron a su fin y con ellos dos semanas de refrescante cambio de tema, de no estar inmersos en los conflictos y las rutinas de agresión,  violencia, criminalidad, corrupción y politiquería a la que diariamente nos vemos avocados. Ojalá podamos mantener la reflexión que nos permita continuar en el desarrollo de los planes que se han venido llevando a cabo de forma exitosa, coadyuvando al logro de nuestros atletas pero que deben concretarse aún mas en políticas públicas que den más oportunidad de desarrollo y éxito en los campos educativos, del deporte y la cultura que son el semillero real de valores y  de oportunidades para la construcción del bien y una sociedad cada vez más justa. Nuestros atletas dejaron en alto el nombre de Colombia y nos dan la oportunidad de mostrar una faceta diferente de nuestro país. ¡Gracias!
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