No hay duda de que el único posible socio de Iván Duque en una eventual lucha contra el narcotráfico, no sería la ONU, ni la OEA, ni la Unión Europea, sino Donald Trump. Obama fue complaciente con el más grave problema que viene enfrentando el mundo desde hace unas décadas, mostrándose indulgente con el proceso llevado en La Habana entre Juan Manuel Santos y el cartel de las FARC. Fueron largos años en que se fortalecieron los narcotraficantes y se multiplicó el consumo de cocaína como consecuencia de la tolerancia, complicidad y negligencia de parte de los dos gobiernos.
Tampoco podemos negar que las raíces del narcotráfico se encuentran en Colombia, como productor de cocaína, y en Estados Unidos, como gran consumidor. Es en estos dos países desde donde tiene que nacer una política conjunta dirigida a acabar con este negocio maldito. Sin esto es poco lo que se pueda hacer y no ha habido decisión de las partes para emprender esa lucha impostergable.
Hemos visto consternados como Trump hace reclamos de muy mal tono a los que Duque responde con soberbia. Es cierto que mientras no sean socios en esa empresa no tienen por qué rendirse cuentas acerca de lo que se hace para disminuir la producción de cocaína o para reducir el consumo. Lo cierto es que el asunto es más delicado: no ha habido una voluntad política para enfrentar ese terrible flagelo que no puede ser atacado desde uno solo de sus dos lados, ni solamente desde la producción como tampoco desde el consumo.
Los colombianos no estamos comprometidos en esa lucha. Ni desde el gobierno, ni desde los movimientos políticos como tampoco desde las fuerzas militares ha habido ningún tipo de liderazgo que pudiera conducir a una toma de consciencia de la gravedad del asunto que nos lleve a un compromiso serio. Mientras tanto lo precibimos como si fuese un problema ajeno a nuestra realidad, algo que no queremos ver para no tener que afrontarlo.
Ya no gobiernan Obama ni Santos. Ahora contamos con dos presidentes que sí estarían en condiciones de volverse socios en esa empresa. Una estrategia conjunta con acciones claras y objetivos definidos nos ahorrarían estar presenciando tan vergonzosos cruces de mensajes entre los dos presidentes y animaría, tanto al pueblo americano como al colombiano, a comprometerse de forma clara en la lucha contra el narcotráfico. Una sociedad entre Trump y Duque conduciría a un necesario liderazgo que motive a sus pueblos a enfrentar ese flagelo.
Los bandidos nos están cogiendo una ventaja que cada día es mayor y no es mucho lo que podamos hacer mientras estemos solos. Urge una cumbre entre los dos mandatarios para iniciar una lucha frontal contra el narcotráfico y contra el consumo.