Sobre el tristemente célebre sistema de salud colombiano se ha dicho mucho. Recuerdo con horror las noticias de quienes mueren en los pasillos de las IPS, los trinos con las denuncias de quienes han hecho gestión a favor del mejoramiento de la red hospitalaria, y las lágrimas de los deudos de pacientes que nunca fueron atendidos; a quienes primero sorprendió la parca que la asistencia del médico de turno porque “no hay cupo”.
Pues bien, esto pasó de ser una mera vivencia de tristeza pensando en terceros, porque me llegó el turno de vivir en carne propia el drama de nuestro agonizante sistema de salud. El viernes pasado -9 de agosto- Roberto Mendoza Cuéllar de 86 años fue trasladado en una ambulancia de Emermédica, de su casa al servicio de urgencias de la clínica El Bosque de Bogotá por su grave estado de salud (septicemia, Alzheimer, falla renal, EPOC exacerbada, entre otras). Esto fue en las horas de la mañana. Al llegar a la clínica nos encontramos con lo que llaman ellos allá un “colapso institucional”. Esto no es otra cosa que un desastre en la priorización, falta de atención, peloteo de responsabilidades y respuestas vacías y sin sentido social y por qué no, legal.
Para comenzar no había ni siquiera una camilla para recibir a mi abuelo. Por suerte ese día parecía que teníamos a los astros alineados, pero no a los de la salud, que eran los primero llamados a atender este asunto, sino a otros que ya mencionaré. Afortunadamente los paramédicos de Emermédica, al ver que mi abuelo iba directo al piso de un pasillo en esa clínica, tuvieron a bien prestarnos su camilla para que por lo menos no le tocara en el suelo. Ahora no es que vayan a sancionar a los funcionarios de esta empresa por esta obra de caridad.
Ubicaron a mi abuelo en una esquina –literalmente tirado- justo al lado de una ventana por donde el viento helado de la montaña se calentaba en sus pulmones. Uno de los principales motivos de su estadía en la IPS es una Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC) muy evolucionada. Evidentemente el frío lo estaba matando, a parte de las demás patologías. Por esto, traté –rogando a la administración de la clínica- que cambiaran a Roberto de lugar. Pasaba el tiempo y venían los muchachos aquellos uniformados a preguntar mil veces lo mismo y el médico internista no aparecía.
Finalmente apareció el médico, le ordenaron unos exámenes, pero él seguía al lado de la ventana, hasta que empecé a cambiar de actitud y debo reconocerlo, pero ya mi paciencia y la de mi madre se agotaba, sobre todo con una respuesta de una funcionaria que nos dijo “si quieren se lo pueden llevar para la casa”. Ahí tuve que controlarme.
Para no hacer el relato del largo de la realidad, voy a ser resumido diciendo que resolví en ese momento acudir a la poderosa herramienta del Twitter, recordando la alianza de Caracol y la Defensoría del Pueblo a favor de los Derechos Humanos. También acudí con gran éxito en el resultado, a la Representante Gloria Stella Díaz abanderada de los temas de salud en Bogotá, con quien alguna vez compartí un panel radial, justamente tratando el sensible tema de las redes hospitalarias de Bogotá.
Ella desde lo político, yo desde lo jurídico-humanitario. De inmediato la Representante, Gustavo Gómez y la Defensoría Delegada para la alud me apoyaron en un clamor a través de la red mundial, que gracias a Dios resultó en la reubicación y traslado de mi abuelo a una sala de observación y posteriormente en la noche de ese eterno día, a la habitación 226, o como dicen allá “a piso”.
Pero como no todos los colombianos son así de solidarios y acuciosos y tienen tan claro el sentido de la labor social como los que me ayudaron, no podía faltar el inhumano e indolente que en Twitter se opuso al apoyo que me brindaron aquellos, y arremetió en mi contra con argumentos increíblemente carentes de contenido humano. Ah, y lo mejor de todo: el personaje se dice médico. Mejor dicho no falta el ese sujeto siempre. Ese mismo que nos hace quedar mal acá y allá, siendo el lunar de los que quieren sobresalir por sus calidades.
Termino agradeciendo en nombre de mi abuelo, mi madre y en el mío, y lo hago con palabras de Gustavo Gómez cuando le dije que ya mi gran Roberto estaba mejor atendido: “Me alegro. Pero que infierno la salud aquí”. Y es eso, un verdadero infierno que ataca los derechos fundamentales de los que están de salida y de los más vigentes.
Mientras se siguen muriendo en los pasillos por la falta de capacidad y por la negligencia médica, en los contratos, unos cuantos bandidos se siguen devorando los recursos para el precario sistema de salud que nos toca padecer a diario. Qué será de la suerte de nuestros abuelos, demandando un trato digno, en manos de la vida agonizante del sistema de salud colombiano? #nomasmentiras. Abrazo cálido.
@colconmemoria
presidencia@colombiaconmemoria.org
Salud, sistema agonizante
Jue, 15/08/2013 - 16:18
Sobre el tristemente célebre sistema de salud colombiano se ha dicho mucho. Recuerdo con horror las noticias de quienes mueren en los pasillos de las IPS, los trinos con las denuncias de quienes han