Es sorprendente que para la Psiquiatría Forense y para el Cuerpo Técnico de Investigación Criminal (CTI), las únicas dos personas en la historia de Colombia, que califican como asesinos en serie sean Luís Alfredo Garavito y Manuel Octavio Bermúdez. Lo digo por dos razones: porque los paramilitares y las Farc también son asesinos en serie y porque estoy seguro que hay muchos más por allí sueltos, que no han sido detectados y/o capturados por las autoridades.
En todo caso, Garavito inició sus homicidios de menores en 1992, hasta ser identificado en mayo de 1998 y capturado al año siguiente, después de recorrer todo el país y Ecuador, asesinando a cerca de trescientos niños. Por el otro lado, Manuel Octavio Bermúdez, comenzó sus homicidios en 1999 y en un principio, sus casos se le adjudicaron a Garavito. Sólo en diciembre de 2002, las autoridades empezaron a armar el rompecabezas, siguiéndole la pista hasta capturarlo en marzo de 2003, después de asesinar a cerca de 22 niños en el Valle del Cauca.
En otras palabras, la bibliografía científica y criminológica en Colombia, se resume solo a ellos dos, porque no existe una política criminal adecuada para prevenir y controlar los delitos de estos monstruos. Por lo tanto, nada justifica que “esto se deba a la baja frecuencia del fenómeno y a la dificultad para aprehenderlos”[i], porque todavía se cree que los asesinos en serie solo existen en Estados Unidos.
Lo cierto es que de la escena del crimen puede detectarse qué tan enferma es la conducta del criminal, el sexo, la edad, el modus operandi y la personalidad o perfil del psicópata. En el caso de Garavito, el abuso sexual y la mutilación de los genitales de los niños para comérselos o colocarlos en la boca de la víctima era una constante. Siempre seleccionaba a sus víctimas en sitios públicos, por ejemplo, a niños de la calle con edades entre los 8 y 14 años, que realizaban actividades laborales informales, luego los seducía o los engañaba pero nunca haciendo uso de la fuerza.
Los expertos que trabajaron el caso dijeron que sus conductas eran “Pedófilas no Homosexuales” y que era probable que Garavito también hubiera sido una víctima entre los 8 y los 14 años. Pero decir que “la víctima de hoy casi siempre es el agresor del mañana”, no justifica que solo haya sido capturado, después de violar y de asesinar a alrededor de 300 niños…
En todos los crímenes que cometió Garavito, se pudo determinar que el homicidio no era inmediato. Es decir, que primero hacía una especie de ritual con la víctima y repetía el nombre de Andrés, según la declaración de un niño que pudo escapar. Luego, en febrero de 1999, Garavito cometió su segundo error. Mientras violaba y asesinaba a un menor, se incendió el lugar de los hechos: un cañaduzal en Buga, donde se encontraron, calzoncillos, zapatos, gafas y algo de dinero incinerado que le pertenecían. De allí se dedujo que posiblemente él también había resultado quemado en el accidente, determinando su condición física, talla de zapatos y el uso de anteojos.
Más adelante, los investigadores encontraron a la familia de Garavito en Trujillo Valle, quienes informaron sobre sus características, comportamientos, antecedentes, sus problemas de alcohol y algunos recortes de prensa sobre menores desaparecidos o encontrados muertos. Su familia también entregó una agenda con anotaciones, fotografías de él posando solo medio desnudo y una colección de tiquetes de transporte intermunicipal, identificando fechas y migraciones que Garavito realizó.
Hasta que en julio de 1999, en la ciudad de Pereira, Risaralda, se realizó una reunión general con la mayoría de agencias fiscales del país y con los distintos equipos de investigadores. Y al compartir las fotografías de Garavito, un grupo de Villavicencio, reconoció que ese era el personaje que tenían ellos retenido, desde el 22 de abril de 1999 por tentativa de abuso sexual con menor de 14 años, pero que estaba reportado bajo el nombre de Bonifacio Morera Lizcano o Alfredo Salazar.
El caso estaba a puertas de cerrarse por falta de pruebas pero gracias a la carta dactilar, el hombre retenido en Villavicencio, era Luis Alfredo Garavito Cubillos. La entrevista y la evaluación psiquiátrica forense se realizó sin hacerle conocer la magnitud de la investigación que cursaba contra él. Al inicio de la entrevista, se identificó con el nombre de Bonifacio Morera Lizcano, pero luego se retractó y proporcionó su verdadero nombre.
De la historia familiar, describió la agresión, la hostilidad, el maltrato que su padre le infligía a él y a su madre; de cómo él era un autodidacta y muy eficiente en el manejo de sus ingresos económicos, conductas que aprendió de su padre, demostrando en la evaluación psiquiátrica, su identificación con el agresor, es decir, con su padre.
De su madre contó cómo fue descalificada una y otra vez, agredida y sometida permanentemente a las agresiones de su esposo. Que él era el mayor de siete hermanos y que sostenía una mala relación con el segundo de sus ellos por haber sido el preferido de su papá. Que le tenía miedo a la oscuridad y a sentirse solo pero que todo lo pudo compensar gracias a su espíritu de superación. También dijo que su libro preferido era “El Mejor Vendedor del Mundo”, porque le había enseñado a vender.
Sus relaciones interpersonales y laborales las describió como conflictivas e inestables por su recurrente consumo de licor y el componente depresivo que presentaba, constatado en la historia clínica (ISS), donde recibió tratamiento electro convulsivo en una de sus hospitalizaciones. De su vida sexual dijo haber tenido su primera experiencia heterosexual al finalizar su adolescencia; experiencia que realizó bajo los efectos del alcohol, supuestamente inducido por una mujer mayor, experiencia que según él no le pareció agradable.
Eran notorias sus cicatrices de quemadura de 2º grado, como resultado del incendio en el cañaduzal de Buga, soportado con una fotografía que él mismo se tomó para esa fecha. En síntesis, ¿cuántos Garavito hay en Colombia sin todavía ser detectados? ¿Y cuántos más habrá? Lo único que espero es que la próxima vez que aparezca un monstruo de estos, no sea capturado después de asesinar a 300 niños y que su sentencia sea la prisión perpetua.
[i] Gracias a los informes de las diversas escenas de crimen, elementos materiales, reportados por los investigadores del CTI, Policía judicial, Agencias Fiscales, Medicina Legal en Cali y al Estudio de Homicidios Seriales en Colombia.