Somos víctimas, ¡no victimarios!

Mar, 23/10/2012 - 00:31
En su obra Ética para Amador Fernando Savater explica cómo los seres humanos necesitamos sincronizar nuestros actos con nuestra forma de pensar. Hay que ser coherentes para sentirnos bien, para no a
En su obra Ética para Amador Fernando Savater explica cómo los seres humanos necesitamos sincronizar nuestros actos con nuestra forma de pensar. Hay que ser coherentes para sentirnos bien, para no apartarnos de nuestros propios principios éticos, de esa conciencia moral interior que nos advierte cuándo estamos infringiendo lo que muy profundamente consideramos bueno. Así que un buen hombre que en algún momento actúa mal sentirá, aunque no lo confiese a otros, que ha faltado a su ética y seguramente procurará cambiar su forma de actuar para recuperar su tranquilidad interior. Entonces no es tan grave cuando alguien bueno se comporta mal porque puede, gracias a los llamados de su propia conciencia, reparar su mal acción y hacer propósito de enmienda. Para esto, claro está, es necesario primero que sea capaz de reconocer que ha actuado en contra de su propia conciencia. Muy distinto y mucho más complicado es cuando alguien actúa mal pero está convencido de que su actuar está éticamente justificado. Este podría ser el caso de un Pinochet, un Hitler, un Bin Laden, todos ellos asesinos de miles de inocentes que actuaron convencidos de que lo hacían a nombre de un bien superior: la lucha anticomunista, la pureza étnica y el antiimperialismo. Es posible que se diga que eran meros psicópatas, alienados mentales, o simplemente asesinos, pero precisamente eso es lo que los diferencia de un pecador arrepentido: que estos hombres no reconocen, ni aceptan su maldad. Para que detengan sus actos infames, otras personas deben actuar e impedir que sigan escudándose en su ética particular, que de ninguna manera se les permita que la impongan sobre el bien común. Es urgente enfrentarlos con un sentido ético más universal y de respeto a los derechos humanos y es posible que sea necesario combatirlos hasta hacerlos reconocer su equivocación o quitarles, por la razón o la fuerza, toda posibilidad de seguir en su lógica perversa. Por todo esto las palabras de los voceros de las Farc en su primera declaración formal en Oslo me producen un escalofrío de miedo. ¿Estamos ante seres que no son capaces de reconocer el mal en sus actos? Para estos señores lo que han hecho en cincuenta años está completamente justificado, ha sido un actuar “ético”. No les importa, ni reconocen errores en su larga lucha porque lo han hecho en procura de un bien superior, “la revolución”. Matar, extorsionar o secuestrar civiles, mantener cultivos ilícitos, atacar la infraestructura, reclutar menores de edad, utilizar armas no convencionales… en fin, trasgredir todas y cada una de las normas del derecho internacional humanitario. Todos estos actos atroces no existen para la guerrilla, son incapaces de verlos, están ciegos gracias a su alienada concepción de lo ético, lo social y lo político. Los colombianos y colombianas queremos la paz, estamos dispuestos al perdón, al olvido, a la reconciliación, a tragarnos todos estos sapos, pero ¿será que la guerrilla algún día reconocerá que ha actuado mal? ¿Pedirá algún día perdón por sus actos infames o por el contrario buscará tercamente convencernos de su concepción ética? Tal vez si empezaran a reconocer sus equivocaciones despertarían de esa locura mesiánica en que se encuentran y, así sufran un duro revés interno que pueda llevarlos a hacer muy difícil seguir legitimando su lucha, empezarían a recuperar esa humanidad necesaria para construir la paz. Los veo lejos de esto empeñados como están en convencernos y autoconvencerse de que son víctimas, no victimarios. Eso sí, entre más intenten mantener ese discurso más se parecen a Pinochet, Hitler o Bin Laden. www.margaritalondono.com
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