En una entrevista concedida a El Espectador, Fernando Savater le puso banderillas negras al alcalde Gustavo Petro por prohibir las corridas de toros en Bogotá. Dice el filósofo español que “Prohibirlas es una acto autoritario, un liberticidio auténtico…. La prohibición de los toros se pretende mostrar como un acto moralizante, pero es en realidad un acto de despotismo, de intolerancia chapucera”.
Viniendo de un reputado filósofo, estas palabras caen como pesadas cargas de profundidad contra el Alcalde, quien tuvo la osadía de oponerse a que se usara la Santamaría para ese espectáculo y seguramente estas reflexiones, más de aficionado que de pensador, han llevado a que muchas personas revalúen su posición con relación a la tauromaquia.
Para ser más drástico, Savater dice que “Solo un bárbaro no distingue entre un ser humano y un animal” y compara la defensa de los animales que hacemos algunas personas con la defensa que hacía Hitler de su perro. “No olvidemos – dice Savater- que hay personas muy malas que han tenido muy buenos sentimientos por los animales: las dos primeras leyes de protección a la naturaleza que incluían el derecho de los animales las hizo Hitler en Alemania. Fueron las primeras leyes ecológicas en Europa, y él mismo tenía su perro al que cuidaba y quería”.
Savater pasa por alto que debe haber más de una persona buena que también quiere a sus perros, digo yo. No todos los amantes de los animales son fascistas, como no todos los fascistas son amantes de los animales. Suena mal para un buen filósofo que parta de un caso particular para generalizar un principio moral. Si mal no entiendo eso es lo que hace un sofista. Un sofisma, como me lo enseñó alguna vez mi profesor de lógica, es aquel que se argumenta aparentemente bien para hacernos creer errores conceptuales. Esto sucede cuando un silogismo se construye sobre enunciados ciertos, pero particulares, y de ellos se deriva una conclusión general que termina siendo falsa. Este sería el racionamiento lógico que sugiere Savater:
Hitler era un fascista (Primera premisa particular y cierta)
Hitler amaba a su perro (Segunda premisa particular y probablemente cierta)
Los que aman a sus perros son fascistas (Conclusión falsa)
Qué decepción sentí al leer esta entrevista. Él tiene todo el derecho a amar las corridas de toros, pero no puede darse el lujo de argumentar con tanta liviandad sobre algo como la moral y la ética. Pero bueno, aceptemos que lo hizo porque defiende su derecho a ir a una corrida y eso no es lo que más preocupa. Lo que realmente me molesta es esa concepción totalmente homocéntrica de la vida, en la que, según él, las leyes deben construirse desde el punto de vista de los seres humanos, exclusivamente, pasando por encima de todos los demás seres vivos: mascotas, animales salvajes, bosques, etc. El que manda es el ser humano, porque es el único que piensa, que razona y que domina.
“Cuando se destroza una selva el hecho es motivo de sanción porque viola mi derecho y el de mis hijos al oxígeno y a la belleza, pero no porque los árboles tengan derechos.”, dice Savater y agrega: “Los animales no tienen derechos en el sentido estricto de la palabra, pues tampoco tienen ningún deber.”
Pues sí, nuevamente argumenta bien para concluir erradamente. Los animales no tienen derechos “humanos”, porque no lo son, son animales. Pero existen y su entorno no nos pertenece por mucho que algunos se crean amos del universo. Ya hemos visto a qué grados de deterioro nos está llevando esta concepción homocéntrica, cuántos seres vivos hemos sacrificado en honor a ese hombre que Savater exalta como a un Dios. Nos creemos dueños de la selva y acabamos con nuestros parientes cercanos los primates; nos creemos dueños del mar y acabamos con esos seres maravillosos como las ballenas, los delfines y los tiburones. Nos creemos dueños del subsuelo y acabamos con el agua y con el aire. Y así, iremos acabando con todo lo que nos plazca, porque para eso es el poder que otorga la “razón humana”.
Por mucho que queramos, el universo no gira en torno a los seres humanos. Si en la antigüedad los filósofos pensaban que todo giraba alrededor de la tierra y era falso; y después aseguraban que todo giraba alrededor del Sol y también resultó falso; sería terrible que ahora nos quedáramos con la impresión de que todo gira alrededor de los seres humanos. Esta ha sido la creencia generalizada en los últimos dos siglos por lo menos, con algunos avances, afortunadamente, porque hasta hace poco el concepto “humano” no incluían a los negros, ni a las mujeres.
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