Astor Piazzolla, el asesino que vivió

Jue, 11/03/2021 - 13:38
El “asesino del tango” estuvo a un permiso de morir en las montañas de Colombia, pero vivió lo suficiente para cambiar las reglas de ese género. Kienyke.com recuerda a Astor Piazzolla en los 100 años de su natalicio.
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Hoy se conmemora un siglo del nacimiento de uno de los referentes del tango y la música argentina: el maestro argentino Astor Piazzolla, quien incorporó complejidad y técnica a un ritmo que hasta su llegada era pasión y pueblo.

El sonido de Piazzolla, que convirtió al tango en música de cámara con influencias de las vanguardias artísticas del siglo XX, fue ampliamente vitoreado en teatros clásicos y apreciado por los melómanos de diversas partes del mundo.

Sin embargo, el más destacado intérprete del bandoneón fue considerado como “el asesino del tango” porque, de acuerdo con sus detractores, su estilo para interpretar el tango hacía trizas las tradiciones de ese ritmo característico del país austral. Él hacía oídos sordos y su arte fue reconocido en los últimos años de su vida. 

A lo mejor, Astor Piazzolla estaba predestinado a cambiar la historia del tango. Por eso se salvó de la muerte tantas veces. La primera ocasión, a la tierna edad de 14 años, fue su padre quien le ayudó a hacerle el quite.

Nacido en Mar del Plata el 11 de marzo de 1921, el pequeño Astor había pasado la mayoría de su niñez en Nueva York, salvo por unos meses que la familia pasó en su pueblo natal en 1930. El pequeño ya sabía hablar tres lenguas a una tierna edad —español, italiano e inglés—, pero eso no servía de mucho en su condición. Era hijo de una familia trabajadora y vivía en un barrio peligroso donde es más sencillo ganar respeto si se demostraba cierta fuerza física o habilidad para los deportes. 

Como Astor Piazzolla tenía cojera, la música se hizo su escape de esa realidad. Su padre le compró un bandoneón en una casa de empeño y, a falta de un maestro, empezó a explorar sus sonidos en soledad. 

Una de las primeras personas en reconocer su talento fue el gran intérprete de tango Carlos Gardel, a quien Piazzolla conoció en Manhattan porque su padre hizo una figurita del jilguero de las pampas y le pidió entregársela. Luego de ser su mandadero en las inclementes calles de Nueva York, porque el inglés no se le daba a Gardel, la estrella invitó al pequeño Astor a interpretar un pequeño rol en la película El día que me quieras.

Gardel lo introdujo formalmente al sonido del tango, un ritmo que era más bien lejano para Astor Piazzolla por su crianza en el exterior. El pequeño sabía que no se le daba bien, pero Gardel le prometió que, cuando entendiera el tango, nunca lo iba a dejar. 

Fascinado por el talento del niño con el bandoneón, el hombre de 44 años le dijo al pequeño que se uniera a un tour que harían por todo el continente. El viaje tendría paradas en Puerto Rico, Venezuela, Aruba, Curazao, Colombia, Panamá, Cuba y México. Poca gente en su sano juicio habría prestado a su único hijo para una travesía de esas; es comprensible que Nonino Piazzolla, su padre, se haya resistido a dejarlo viajar. 

Incluso después de haber abandonado Nueva York, Gardel seguía insistiendo mediante telegramas para tener al pequeño Astor Piazzolla entre sus roadies. Era frustrante para él tener que decir que no. Después de todo, al niño no le gustaba ir a la escuela y no se hallaba en otra vida distinta a la música. Pero pocas personas deciden por sí mismas a los 14 años.

Llegó el 24 de junio de 1935. En el vuelo entre Medellín y Cali, las montañas antioqueñas se quedaron con el alma de Gardel, la tripulación del avión y casi toda su orquesta. No se quedaron con Piazzolla, quien vivió lo suficiente para viajar hasta Francia y recibir educación en dirección para música de cámara. “Charlie, ¡me salvé! En vez de tocar el bandoneón estaría tocando el arpa”, bromeó en una ocasión sobre el incidente.

Este hombre de legado inmortal, sin embargo, fue siempre de salud frágil. A su renguera de siempre se sumaron serios problemas de corazón que hicieron más difíciles los últimos veinte años de su vida. De todas maneras, su intención era seguir con vida y se sometió a numerosas intervenciones quirúrgicas para lograrlo.

Después de fundar orquestas en casi todo el mundo occidental y explorar sonidos en 46 años de estudio, una trombosis se robó lo mejor de sí y lo puso en agonía hasta el 4 de julio de 1992, cuando trascendió de forma definitiva. A los 71 años, y no a los 14, se unió a tocar el arpa con Gardel.

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