Jaime Duque Grisales en su sangre tenía el amor por la aviación. Desde la década de los cuarenta se dedicó a manejar aviones porque su vida estaba ligada a las aeronaves. Luego, junto con su familia, decidió construir el parque que lleva su nombre y que hasta el día de hoy se mantiene intacto en el municipio de Tocancipá, departamento de Cundinamarca.
El expiloto falleció el 11 de 2007 a los 90 años. Siempre fue fuerte, incluso cuando su salud se veía diluida por los problemas renales y cardíacos que terminaron con su vida. Amparo Quin fue su esposa, mejor acompañante y polo a tierra.
Era presidente de la Fundación Jaime Duque y siempre supo que junto a Jaime estarían hasta los últimos de sus días. El hombre se formó en pilotaje de aviones en Estados Unidos y regresó para ser jefe de pilotos de Avianca. Su destreza hizo de él un trabajador leal para la empresa y los pasajeros que iban en sus vuelos. Fue hasta que decidió retirarse de los aviones y dedicarse a la fundación y el parque que Duque se despidió de lo que fue un momento memorable de su vida.
El legado de Jaime puede que no sea visto por sus propios ojos. Sin embargo, su familia sí presencia la calidad de trabajo que dejó en Colombia. Tener un parque modelo en el país, en el que se realizan conciertos y es visitado por millones de ciudadanos al año, tal vez fue impensado. Su mente voló tan lejos como los aviones que manejaba. Eso hizo que hoy por hoy, y hasta en el futuro, su nombre esté escrito en las páginas colombianas por las labores que desempeñó.