Juraj Jánošík

Vie, 25/01/2013 - 00:00
Juraj Jánošík nació en el pequeño pueblo de Techová, al noroeste de la actual Eslovaquia pero en esa época parte del Reino de Hungría, en posesión de los Habsburgo. Como tantos otros jóvenes
Juraj Jánošík nació en el pequeño pueblo de Techová, al noroeste de la actual Eslovaquia pero en esa época parte del Reino de Hungría, en posesión de los Habsburgo. Como tantos otros jóvenes campesinos, Jánošík fue reclutado por el ejército imperial para luchar contra la insurgencia Kuruc, compuesta por húngaros insatisfechos con la presencia de los Habsburgo en su territorio. Pero un día llegó a la cárcel Bytča, en la que Jánošík era guardia, el legendario Tomáš Uhorčík, líder Kuruc de cuya valentía habían oído hablar todos los jóvenes del noroeste del país. Entonces Jánošík lo ayudó a escapar, y se marchó con él hacia los bosques de Silesia, donde formaron una banda de ladrones. Al poco tiempo, el legendario líder, ya viejo, decidió retirarse a Klenovec a una vida menos agitada, y así es como Jánošík se volvió el jefe de la banda. Aunque todo esto ocurrió unos cuatrocientos años después de que viviera en los bosques de Sherwood el famoso Robin Hood, parece que Jánošík no tenía conciencia alguna de estar imitando punto por punto las proezas de su predecesor bandido. Y sin embargo sus acciones parecían calcadas. Robaban sobre todo a ricos comerciantes, a los que siempre dejaban con vida, y el dinero recaudado lo gastaban en los pequeños pueblos azotados por la alta demanda de impuestos y de jóvenes guerreros con que los Habsburgo venían secando la tierra para alimentar su ejército y defender sus extensas fronteras. Pero un día de 1713, en Klenovec, Jánošík entró a la taberna de Matrin Mravec, que no resultó ser otro que el mismísimo Tomáš Uhorčík, quien, frustrado por su inactividad, denunció al compañero ante las autoridades. Jánošík fue a parar a la cárcel donde lo esperaba el destino de todo ladrón de bosque: un gancho cogido del techo del que lo colgarían por el costado como a un faisán, hasta que muriese desangrado. Y así fue. Todos estos hechos, sin embargo, vinieron a conocerse muchos años después, ya en el siglo XIX, por húngaros y eslovacos dedicados a otras causas políticas, para las cuales la memoria de Jánošík, el campesino insurgente, les caía de perlas. Así es que su historia reapareció en cuentos, poemas y discursos, y su nombre en cuanto bando criminal hubo en la movida historia de ese país. Ya en el siglo XX, un grupo de partisanos en contra de la invasión Nazi del país usaron su nombre, y apenas derrotada Alemania, su imagen fue estampada en un billete. Y así, como ha sucedido tantas veces en la historia, un rebelde anti-gobiernista pasó a ser el símbolo de la legitimidad de un gobierno posterior. [youtube width="540" height="304"]http://youtu.be/qnQhSGwk-GE[/youtube]
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