El 8 de abril de 1994, un electricista llegó a la casa de Kurt Cobain en Lake Washington para instalar un sistema de alarma. Como nadie le abría la puerta, el electricista entró. Arriba, en el cuarto principal, estaba Kurt Cobain, aparentemente durmiendo. El electricista, que ya había oído hablar de la joven estrella y de su intenso estilo de vida, supuso que se había acostado tarde y que aún dormía. Al acercársele, sin embargo, notó que un hilo de sangre le corría de la oreja. Una inspección más cercana le reveló que la sangre estaba seca. Entonces el electricista se asustó, y levantó la cobija que lo tapaba hasta la boca, esperando no encontrarse una escopeta aún entre sus manos apuntada a su mandíbula, pero eso fue exactamente lo que encontró. En el equipo de sonido sonaba un disco de REM, programado para repetirse al concluir. Llevaba sondando tres días, pues tres eran los días que Kurt Cobain llevaba echado ahí, bajo la cobija, quieto, con la escopeta en la mano.
Cobain nació en el pueblo de Aberdeen, en el estado de Washington, en 1967. La historia de sus padres es la historia de tantos hijos de inmigrantes irlandeses llegados a Estados Unidos en busca de una vida buena, y conformados, por el camino, con una vida mediocre, sin hambre, cierto, pero sin mucho más. La infancia de Kurt Cobain fue la infancia de tantos hijos de padres así, criados con la única exigencia de perpetuar la misma vida de trabajos bien o mal pagos, de casas bien o mal arregladas, de hijos bien o mal educados con inclinaciones, por no decir talentos, bien o mal aprovechados. Que Kurt Cobain tuviera una sensibilidad mayor a la del promedio para notar lo mal que la pasaba todo el mundo sin darse cuenta o sin importarle demasiado, no es difícil de aceptar, pero tampoco es difícil de discutir, porque nada de lo que hizo por rebelarse ante estado de pereza general fue realmente original, o importante, por lo menos mientras estuvo en el colegio. Era un joven apasionado sin una pasión clara, indignado sin saber exactamente por qué. Le molestaba el odio que la mayoría tenía por los homosexuales, y su protesta fue odiar a los homofóbicos, perpetuando el odio sin entender que esa era en realidad la raíz del problema. Odiaba a los que odiaban a las mujeres, y a los negros, y a los tímidos, y a los tontos, y a todos los que por ser minoría no podían defenderse, pero nunca hizo más por enfrentarlos que odiarlos, encerrarse en su cuarto a odiarlos toda la tarde. Esa carencia de fuerza de voluntad lo llevó, por supuesto, a odiarse a sí mismo, y eventualmente, a encerrarse en su casa con el disco de REM y la escopeta.
Desde un punto de vista no poco válido, Cobain era producto de todo lo que odiaba en la sociedad en que nació, y en ese sentido no es justo exigirle el valor y la voluntad que nadie en su entorno tenía. Él mismo se escudó durante muchos años detrás de ese argumento. Pero la historia de Estados Unidos, tan llena de mediocres y de criminales, está también llena de gente que sí hizo lo que tenía que hacer, lo que sabía que tenía que hacerse, enfrentando todo tipo de obstáculos. Y Kurt Cobain, por mucho que lo queramos, no fue uno de ellos. Ahora, por otra parte, sí compuso unas canciones que le quedaron muy bien, y sí tuvo la ocurrencia de formar Nirvana, una banda que a todos nos salvó del generalizado mal gusto del rock de los ochenta.
Entre los numerosos mitos que forman la historia del rock hay uno bastante macabro llamado el Club de los 27. Los miembros originales de ese club fueron algunos rockeros de los años sesenta y setenta que murieron a la rockera edad de 27 años, motivados por la experimentación con una variada gama de alucinógenos. Se trata de Jim Morrison, Janis Joplin, Jimi Hendrix y Brian Jones, fundador de los Rolling Stones. Varias veces los amigos de Cobain y su hermana menor lo oyeron hablar de cómo le gustaría entrar a ese prestigioso club y, aunque sabían que estaba destinado a morir joven, lo tomaron como uno más de sus despliegues de humor negro. Pero Cobain no llegó a cumplir los 28, y su autopsia reveló que aunque el golpe de gracia lo había dado sin duda la bala de la escopeta, Cobain se había asegurado, por si acaso, de ingerir previamente tantos alucinógenos como sus inmortales compañeros de club. En una mesa, además, Cobain dejó una nota suicida, dedicada a su amigo imaginario de la infancia, y en la que la música, por primera vez en sus declaraciones, no es ya el arma con la que valientemente luchaba contra la mediocridad americana, sino el último y frágil recurso que le permitía soportar su propia mediocridad, y que terminó por quebrarse.
Foto de la nota suicida
http://www.youtube.com/watch?v=IpkiFe6lFHs
Kurt Cobain, uno de los grandes iconos de la música, está presente en guitar hero 5 interpretando dos de los temas más memorables de Nevermind: "Lithium", con una versión inédita en directo.
Kurt Cobain
Mar, 05/04/2011 - 00:00
El 8 de abril de 1994, un electricista llegó a la casa de Kurt Cobain en Lake Washington para instalar un sistema de alarma. Como nadie le abría la puerta, el electricista entró. Arriba, en el cuar