De una personalidad arrasadora y contradictoria, León Tolstoi (1828-1910) dejó en sus obras y sus cartas el sentir de un hombre que presenciaba el fin del mundo que conoció: el de la Rusia zarista que después de su muerte se convirtió en la URSS.
Un joven burgués que dejó las comodidades en busca de algo por hacer, por lo que se enlistó en el ejército; la entrega en todo lo que hacía era impresionante: podía arar por horas la tierra sin quejarse o escribir diez horas ininterrumpidamente. En la mitad de su vida sufrió una crisis ascética que lo llevó a regalar todo lo que tenía en aras de la ilusión de pobreza y castidad, por poco regala su casa en Yásnaia Poliana. En su juventud tuvo amoríos y adicciones de todo tipo: embarazaba a campesinas y seducía a burguesas, en el cuartel tuvo una vida de insano y en la universidad despilfarraba el dinero en apuestas.
Al final de su vida, decidió morir lejos, solo, alejado de su familia. Sus frases Sobre el premio Nobel “Me dio una inmensa alegría que no me haya concedido el Premio Nobel. En primer lugar, esto me libró de un gran aprieto, el de disponer de ese dinero que, como el dinero en general, según mis convicciones, no puede producir sino mal”, 1908. Sobre el matrimonio “Los matrimonios felices se parecen todos; los infelices lo son cada uno a su manera”. El principio, conciso y desolador, de Anna Karenina. En la Sonata Kreutzer una señora defiende al matrimonio por amor, el protagonista le pide entonces que defina entonces el amor. La señora titubea un rato y dice: "Es la preferencia exclusiva por una persona a todas las demás", a lo que Pozdnychev pregunta: "Pero ¿por cuánto tiempo?". "Por mucho, y a veces por toda la vida". La respuesta de Pozdnychev es mejor: "Cualquier hombre experimenta lo que ustedes llaman amor por todas las mujeres bonitas, y muy poco por su mujer, yo afirmo que el amor, que el verdadero amor no consagra el matrimonio, como solemos creer, sino que, al contrario, lo destruye". Sobre las mujeres “El que ha conocido sólo a su mujer y la ha amado, sabe más de mujeres que el que ha conocido mil”. “Las mujeres son innocuas cuando están absorbidas por la maternidad. La maternidad es la verdadera vida de ellas, y su gran misión, aunque ellas se imaginen que ésta les impide vivir”. El 10 de noviembre de 1910 huyó de Yasnaia, tenía entonces 82 años; recorrió a pie una considerable distancia hasta caer enfermo en una estación ferroviaria de Astapovo, donde murió de neumonía el día 20, de ese mismo mes. Sobre la vejez “No se vive sin la fe. La fe es el conocimiento del significado de la vida humana. La fe es la fuerza de la vida. Si el hombre vive es porque cree en algo”. “La vida pasa y el ser, como la bellota, como el niño, a veces como el adulto, no advierte ese movimiento, ni lo impulsa ni lo estorba”. “Hago lo que suelen hacer los viejos de mi edad: apartarse de la vida mundana para vivir en paz y recogimiento los últimos días de su existencia”. Sobre Rusia "Querido hermano: Este calificativo me parece el más conveniente porque, en esta carta, me dirijo menos al emperador y al hombre, que al hermano. Y, además, os escribo casi desde el otro mundo, encontrándome en espera de una muerte muy próxima. (...)”. “Antes de dar al pueblo sacerdotes, soldados y maestros, sería oportuno saber si no se está muriendo de hambre”. Carta al zar Nicolás II de Rusia. Sobre su esposa “Me ha arruinado también el diario, ya escribo pensando en la posibilidad de que me lea”. Y después: “Si vuelve a leer mi diario, que crea lo que quiera. Yo no puedo escribir pensando en ella o en los lectores futuros, como para elaborar una especie de certificado de su buena conducta”. “Las relaciones con Sofia Andreevna son cada vez más dolorosas. Lo que recibo de ella no es amor, sino exigencia de amor, un sentimiento cercano al odio, que se transforma en odio. […] Sin hablar de su amor por mí —del que no queda ni rastro— tampoco necesita mi amor por ella; lo único que necesita es una cosa: que los demás crean que yo la amo”. Lea también