San Patricio

Jue, 17/03/2011 - 00:00
La celebración del día del Santo Patricio es hoy una de las fiestas más grandes del mundo, pues ocurre con grandes pompas en la mayoría de sus países. De todas formas, las razones por las cuales
La celebración del día del Santo Patricio es hoy una de las fiestas más grandes del mundo, pues ocurre con grandes pompas en la mayoría de sus países. De todas formas, las razones por las cuales se celebra en cada país varían considerablemente, y en la mayoría de ellos es una fiesta poco relacionada con el santo que le da el nombre. Para muchos está relacionada con Irlanda y con su desafortunada historia; para otros con un confuso y apócrifo imaginario que incluye duendes y tréboles e insinúa una Irlanda pagana y medieval. Y para la mayoría es sólo una excusa más para alzarse la bata, expresión que curiosamente alude a un monje medieval no hebreo sino ebrio. No ha nacido, sin embargo, el historiador que demuestre que el alzamiento de bata era el deporte favorito del Santo Patricio, cosa que sin duda cerraría de manera muy elegante el heterogéneo círculo de sus celebraciones. De todas formas el Día de San Patricio, que marca en el calendario católico una celebración litúrgica, es una celebración laica. Para los neoyorquinos rememora la dura vida de los primeros inmigrantes irlandeses en la ciudad, para los irlandeses rememora su dura vida en Irlanda, antes de emigrar. A los canadienses les recuerda lo mal que la pasaron sus vecinos, y a los argentinos lo mal que la pasó, en algún momento de la historia, alguien más, lo cual, al no haber sido ellos mismos, resulta un motivo más que válido para vestirse de verde por fuera y por dentro también. Pero aunque la historia del Santo Patricio ya poco tiene que ver con el día que lo recuerda, sí ayuda a explicar cómo es que una fiesta religiosa se hizo tan grande y tan laica. El Santo Patricio, tal como lo pintan hoy en día,  no existió, y ya eso es un buen comienzo. Sí hubo, a mediados del siglo V, en Inglaterra, aún parte del Imperio Romano, y no en Irlanda, un Patricio, que fue secuestrado por unos vándalos irlandeses y llevado a la isla donde se le condenó a trabajos forzosos de los que eventualmente supo escaparse para regresar a su pueblo natal. Mucho después, ya hecho misionero, Patricio volvió a Irlanda llevando la verdad del Señor, tarea poco fácil en ese siglo, en que en Irlanda aún pululaban herejías de todo tipo, y las creencias de la gente debían más a la moribunda tradición celta que a la naciente tradición cristiana. Pero no se tienen más noticias de este Patricio, que de repente, en el siglo VIII, aparece canonizado por la Iglesia en Roma. Los historiadores creen que el que canonizaron fue a otro Patricio, de nombre Palladio, que fue enviado por el Papa Celestino I a evangelizar a los irlandeses, y cuyos escritos dan fe de que usó un trébol para explicarles la santísima trinidad, astucia transferida posteriormente al otro Patricio y responsable de la abundancia de dicha hoja en la iconografía de las celebraciones contemporáneas. Pero a pesar de que el trébol es verde, el color de San Patricio en el siglo XII, cuando la Iglesia formaliza su celebración, era el azul. El primer caso del uso del verde data del siglo XVIII. Después, durante la rebelión de  1798, los soldados irlandeses desfilaron vestidos de verde para llamar la atención del público. Si hubieran tenido uniformes azules, las cosas hubieran resultado de otro modo. Pero ese día se acuñó la frase “vestirse de verde”, presente en toda la cultura popular irlandesa posterior, para significar la inconformidad, la rebelión. No tardaron, entonces, en unir las dos cosas, y festejar el día de San Patricio, patrono de Irlanda, vestidos de verde, color de la rebelión, para mandar un claro mensaje a los ingleses, por entonces sus mandatarios. Cuando los irlandeses migraron a Estados Unidos y asentados en Nueva York descubrieron que las cosas allí no estaban mucho mejor que en Irlanda, el Santo y el verde volvieron a tomar su fuerza y su significación. El San Patricio medieval no tuvo la importancia de ninguno de los otros santos patronos de las futuras naciones europeas, porque su obra real nunca fue tan importante. Sin embargo, desde muy temprano sirvió de símbolo para reformas de otra naturaleza, sociales y no religiosas, y en ese sentido es importante. San Patricio no es un santo, sino una herramienta con la cual, siglo tras siglo y en diversos países y circunstancias, los irlandeses hallan la manera de hacerse un espacio, de convivir con los que por diversos motivos, todos tristes, han tenido que convivir.  
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