Lucía de Jesús Rosa dos Santos o sor Lucía dos Santos salió, como de costumbre, a pasear el rebaño de ovejas junto a sus dos primos, siempre inseparables, que la acompañaban. Ella tenía apenas 10 años, su primo Francisco 9 y Jacinta 7. Mientras las ovejas se alimentaban en los pastales, Rosa dos Santos y sus primos jugaban a apostar botones hasta quedarse sin con qué apuntar la camisa.
Pero ese día quedarían sin concentración para jugar. Algunos kilómetros lejos de la casa, los tres niños vieron a una mujer parada sobre un olivo, reluciente y hermosa, que les hablaba. Jacinta y Francisco solo podían mirarla, mientras Lucía dos Santos podía escuchar alta y clara la voz de la resplandeciente mujer. Quedó atónita, igual que sus primos, después de las palabras que aquella mujer le dijo, pero las conservó para sí y nunca las reveló.
Atribuyeron el encuentro a la clarividencia de la Virgen de Fátima. Aunque prometieron no contar el encuentro ninguno calló. Rosa dos Santos se lo contó a su madre y luego se enteró el resto del pueblo, que se abalanzó por multitudes al lugar, porque esperaban encontrarse de frente con la divinidad y saciar sus necesidades.
El secreto de la desgracia
De lo poco que contó Rosa dos Santos -y luego sus compañeras sobre ella- la niña quedó profundamente confundida. Empezó a preguntarle a su madre por el infierno y las llamas que consumían a los pecadores. Rezaba y ayunaba con fervor, sacrificaba el juego por hacer los cinco misterios del santo rosario. Estaba intrigada por la muerte y luego se sabría la razón de sus angustias.
Era el régimen represor y fascista de Oliveira Salazar en la Portugal de principios del siglo XX. Las autoridades se enojaron por la historia fantasiosa de la niña y la locura del pueblo, y decidieron apresar a Lucía dos Santos a la salida de la iglesia. El padre, enfurecido, solo podía pedir por sus niños y la madre le rogaba que desmintiese su fantasía, pero la niña no podía contradecir el mandato de la Virgen.
Dos años después de esa conversación sagrada, Francisco murió y un año después de él, falleció Jacinta. Rosa reveló después que ella conocía el destino de sus primos, por la viva voz de la Virgen de Fátima. Pero de esa confidencia quedaban aún tres secretos más: el fin de la Primera Guerra Mundial y el inicio de la Segunda; la disolución de la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS) y un tercero que nunca se confirmó.
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Entró al Convento de las Hermanas Doroteas en la ciudad de Oporto en 1921, salió de allí hacía el Tuy de Galicia en España. Volvió a Portugal en 1946 e ingresó al convento Carmelo de Santa Teresa de Coimbra del que solo salió en cinco oportunidades, cuatro visitas de papas y la inauguración de una capilla en el sitio donde vio a la virgen.
En una de esas visitas papales a Portugal, Juan Pablo II que conoció su historia, la visitó en su convento y hablaron durante algunas horas. Él fue el único que escuchó el tercer secreto y la premonición de sor Lucía dos Santos. Años después, tras el intento de asesinato que sufrió el papa en 1981, Juan Pablo II aseguró que se salvó gracias a la Virgen de Fátima, por eso se cree que ese fue el tercer secreto que entregó la Virgen en la Tierra.
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Muerte de Sor Lucía dos Santos
Sor Lucía murió en 2005 a los 94 años tras enclaustrarse en el convento de Coimbra. Durante su claustro solo habló con miembros de la iglesia y con algunas de las monjas compañeras, pero jamás contó sus secretos, ni siquiera en sus memorias. Tras su fallecimiento, un fiel le atribuyó la curación y se inició la causa para su beatificación, aunque ella no lo logró pero sí sus primos, fue enterrada junto a ellos en la iglesia del Santuario de Fátima.