Witold Lutosławski

Vie, 25/01/2013 - 00:01
La primera mitad del siglo XX, para los compositores de los países eslavos y balcánicos, está marcada por la investigación en música popular, y la experimentación con nuevas formas de adaptar lo
La primera mitad del siglo XX, para los compositores de los países eslavos y balcánicos, está marcada por la investigación en música popular, y la experimentación con nuevas formas de adaptar lo popular a la música académica. El precursor es sin duda el húngaro Béla Bartók, que descubrió las posibilidades de la música gitana y posteriormente las de la música popular de Moravia. Paralelamente su colega Zoltán Kodály hacía lo mismo con la música magiar, y Aram Khachaturian con la música armenia. En Polonia, aunque sin duda Penderecki es un importante representante de esta tendencia, el verdadero precursor es Witold Lutosławski. Lutosławski empezó, siguiendo a Bartók, buscando en la música popular polaca nuevas formas de construir melodías y armonías, de lo que da cuenta toda su obra temprana hasta los Preludios de danza. Paralelamente, sin embargo, en Europa occidental se venía desarrollando un lenguaje musical también centrado en la experimentación con nuevas formas pero llevado a cabo de manera del todo distinta. Europa occidental ya había descubierto su música popular varios siglos antes, y entonces los compositores se interesaron más por las posibilidades formales de la música, cruzando las barreras armónicas establecidas por Bach, proceso que culminó en el dodecafonismo de Schöenberg, un intento de dejar atrás las tonalidades y componer en líneas melódicas que usen las doce notas de la escala. Esta técnica, junto con las otras desarrolladas por Webern y John Cage, suelen llamarse en conjunto, música contemporánea, para diferenciarlas de la clásica. Lutosławski también las estudió a fondo, y por eso es que su obra, después de la primera etapa, empieza a mostrar elementos tanto de esta tendencia como de la iniciada por Bartók. Y es en esa mezcla, sin duda, en que consiste su aporte más importante. Pero a Lutosławski habría de tomarle varios años lograr esa síntesis musical, en parte por la dificultad de manejar un lenguaje tan hostil, en principio, al oído, y en parte por el fuerte control sobre la cultura que hubo en Polonia mientras hizo parte de la Unión Soviética. El gobierno socialista estaba empecinado en tomar un camino opuesto al de Europa occidental en todas las manifestaciones artísticas, y por eso controlaban la entrada de música occidental a la vez patrocinaban la música de Tchaikovsky y de Rachmaninov. Debido a esto, pocos agradecieron tanto la muerte de Stalin como Witold Lutosławski, que desde entonces tuvo un acceso bastante menos restringido a las últimas composiciones de occidente, y pudo obtener el material necesario para desarrollar en el papel las ideas que ya tenía en la cabeza. Con esa obra empieza también su fama universal, las giras por los teatros del mundo, las becas, los premios, los doctorados honoris causa, y sobre todo, la posibilidad para los jóvenes compositores de explorar ulteriormente los caminos abiertos por este polaco sonriente que logró derribar la cortina de hierro con la armonía mucho antes de que cayera con las armas.
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