Cómo olvidar las palabras de Claudia Gurisatti, cuando me preguntó en su programa La Noche, que, si no me preocupaba que por el hecho de haber logrado elevar al rango de Lesa Humanidad la tragedia de Avianca del 27 de noviembre de 1989, se demoraran muchos años más sin avanzar. Este cuestionamiento fue premonitorio y no tenía que ser pitonisa para avizorarlo. Colombia es un país en donde vergonzosamente gobierna la impunidad y lo más paradójico; en los casos más emblemáticos y cruentos.
Mi respuesta veloz y sin reparos fue: “es posible que se demoren 20 o 30 años más, pero asumo el riego”. Una de las consecuencias de carácter procesal, de la declaratoria de un delito a ese rango es, precisamente, la imprescriptibilidad. Esto significa que el proceso tiene vida eterna y no opera, a partir de ese entonces, el fenómeno de la prescripción de la acción penal.
Hoy hace 36 años el mundo de occidente vivió algo nunca visto en esta parte del planeta. En casi cuatro décadas, a esto lo han rotulado de muchas formas, incluso se pensó en terrorismo a gran escala como lo que se vivió en oriente. Recuerden el uso de aviones como armas, muy del estilo del islamismo, el avión de Pan Am (Vuelo 103) en Lockerbie, que destrozó el demente de Muamar Gadafi en 1988, el caso del vuelo 772 UTA, el atentado del 9/11 en Nueva York y los lamentablemente celebres “kamikaze”, por citar algunos tristes ejemplos. En Colombia a lo sumo, para le época, llegábamos a los “carros bomba”, derivados de la maldad infinita del narco terrorista Escobar y otras hierbas, que durante mucho tiempo tuvo sometido al Estado a través del miedo y el derramamiento absurdo de sangre inocente.
Cada año que pasas impunemente por el crimen atroz de aquel 27 de noviembre del 89, donde murieron 107 personas en un avión en pleno vuelo, incluido mi padre Gerardo Arellano Becerra, me pregunto cómo empezar un editorial más que versa prácticamente sobre lo mismo: el paquidermismo y la inoperancia de la justicia. Este año, no va a ser repetitivo el clamor y no porque la justicia haya presentado avances significativos, pues, aunque hace poco por solicitud del suscrito, interrogamos a Carlos Lehder, la investigación, luego de casi cuarenta años registra un escalofriante estado de “investigación preliminar”.
Espero que muy pronto se practique la prueba reina de la nueva y verdadera teoría del caso; el testimonio del señor Frederic Whitehurst, que también solicité junto con una declaración de alias La Quica. Ambas decretadas por la fiscalía, habida cuenta de la conducencia, pertinencia, utilidad y oportunidad de las mismas, dentro del planteamiento que se pone sobre la mesa y que, cada vez demuestra con más claridad, que allí no hubo tal maletín bomba. Este cuento que nos han vendido durante tantos años, lo he venido derrumbando. No ha sido fácil ni seguro; he sorteado muchos riesgos, pero sea cual sea el costo, como lo dije desde el día uno, “no bajaré mi bandera”.
En apoyo a mi lucha, el pasado domingo vimos el plausible trabajo periodístico en el programa LOS INFORMANTES de Caracol TV. Este equipo de profesionales (todos), dirigido por María Elvira Arango, se fajó un reportaje serio, respetuoso, profesional y sobre todo comprometido con la verdad, como deberían hacerlo todos los medios, honrando su naturaleza misional. A ellos, mi agradecimiento sincero y el reconocimiento por ese gran trabajo informativo.
Para esta nueva anualidad del siniestro Avianca, María Elvira y su equipo se quisieron sumar a la verdad y a las pruebas; al derecho que tienen las víctimas a saber qué pasó con sus seres amados, a las garantías jurídicas que se deben tener en un país como Colombia y a visibilizar los rostros y escuchar las voces de quienes se han adherido a mi empeño por la memoria de los nuestros. En este enlace pueden ver el reportaje completo https://youtu.be/GEwqJ0vTP0g?si=JKtVxDOygzvP6Zi5
Es clara la exposición de la verdad real de los hechos. Decir más es innecesario, ya lo demás lo digo, lo hago, lo pruebo y lo sustento al interior de los procesos judiciales en Colombia y ante el SIDH que estoy seguro, este último dará resultados favorables muy pronto y habrá valido la pena todo lo vivido. Y aunque, parafraseando una sentida obra del maestro Eugenio Arellano, es muy triste inspirarse en el dolor y en la guerra y escribirle y trabajar por la paz, pues eso será lo que voy a seguir haciendo. Esto, cada vez con más firmeza y compromiso, con más fe, persistencia, entereza, determinación y hasta estoicismo, porque amén de la verdad, hay que usar todo el kit de herramientas.
Mi compromiso está incólume y no solo encuentra asidero en el amor por mi padre y mi familia, sino también en el compromiso con ese universo de víctimas que hoy reclaman lo mínimo: la verdad. Voy por ese objetivo trasado y pronto podré mirar por el retrovisor y sentir que aproveché la oportunidad que Dios me dio de servirle a mi país, con mi oficio jurídico.
Abrazo cálido. Seguimos trabajando y aguantando. Falta poco.
@muiscabogado
#nomasmentiras
