En épocas pasadas, la política se hacía en la plaza pública, eran los tiempos del caudillo del pueblo, Jorge Eliecer Gaitán. Eran los momentos de la arenga pública; luego llegó la radio que transmitía la voz; posteriormente se pasó a la televisión abierta, luego a la cerrada de 24 horas, esa que a ninguna hora se apaga y que muestra rostros, cuerpos, imágenes. Hasta aquí, la comunicación iba en la dirección emisor a receptor, de actor a espectador. Era unidireccional.
Luego llega el internet, las redes sociales y la dinámica cambia radicalmente. La comunicación se vuelve interactiva, se retroalimenta, es multidireccional. No obstante, las campañas políticas de provincia están más enfocadas en las formas del siglo pasado.
El personaje hoy día de las campañas electorales es el hombre cápsula que escribe Jesús Silva-Herzog. Es decir, el hombre no necesita tanto ir a la plaza atiborrada, a las manifestaciones públicas sino que el de hoy se encapsula en las pantallas de su celular, tablet y computador. Se informa, forma su opinión y se conecta más emocional y argumentativamente por la pantalla de su celular que yendo a otros sitios.
Sin embargo, en la provincia se privilegia las antiguas formas, esas estáticas, de afiches, calcomanías, vallas y manifestaciones públicas. Es la comunicación unidireccional, en una sola vía: emisor-receptor, sin retroalimentación, ni comunicación bidireccional. Son comunicaciones del siglo pasado. También, dicen, que la agenda nacional no tiene que ver con las elecciones territoriales. Cuan equivocados están. Eso era así en el siglo pasado, pero no en una sociedad hiperconectada, enfrentada y atrincherada.
Paralelamente, las campañas son a hoy, una competencia que confronta narrativas pero también personajes -Cielo, Elvia y Claudia Margarita en el Cesar o Galán, Oviedo y Bolívar en Bogotá- y para ello es importante la performance del actor-candidato porque lo clave es captar la atención y suscitar emoción y por eso, el candidato termina siendo un producto para consumir.
También, por supuesto, estará en provincia, particularmente en la costa atlántica, la tensión de si el elector votará por gratitud a los servicios recibidos, por lealtad a las estructuras políticas, por clientelismo, por la plata o, por valores, por sentirse bien votando bien. Los seres humanos no sólo quieren cosas materiales, ni su voto lo determina únicamente la lógica económica, sino la lógica moral e ideológica.
A veces, antepone a su decisión, la decencia, la dignidad o la honestidad de los candidatos. Es la ética en la política, y ese es el gran debate en la candidatura a la gobernación en El Cesar.
Si Claudia Margarita se vuelve la voz de un sentimiento de indignación que clama libertad para el Cesar y sí moviliza esas emociones a su favor, para que el votante rompa esas cadenas, es la gobernadora. Y por el bien del Cesar, ojalá lo sea.
El domingo sabremos hacía donde se inclina la balanza.