
Querido (y odiado) Libertador:
El próximo jueves, 17 de diciembre, se cumplen 190 años de su muerte en la Quinta de San Pedro Alejandrino, en Santa Marta. Si logra que San Pedro (¿o Lucifer?) le dé permiso para asomarse a Colombia, país tan amado por Su Señoría, percibiría cosillas como:
I
• Una población de 50 millones de mujeres y hombres (que no nacimos hombres o mujeres, sino que nos hicimos en el camino, dicen varios genios) de toda clase de etnias, profesiones y oficios, ideas políticas y estéticas, concepciones religiosas e intelectuales, odios y afectos, etc., como en la época suya.
• A genios que piden el entendimiento y la paz entre los colombianos, a la vez nos dicen guerreristas, paramilitares, enemigos de la armonía a quienes somos de “derecha”, y que piden por una Colombia “unida”, pero alrededor de sus postulados. (Algunos denominan “polarización” a esa sopa de cultivo, como la que mantenían usted y el general Santander).
• Voces que invitan a la formación de buenos ciudadanos desde los bancos escolares, frente a lo cual lo que otras voces están formando son buenos milicianos de causas liberticidas, no libertadoras, cuyos líderes se pasean arrogantes por los medios que hoy llamamos “capitalistas” y que mañana otros dominarán y denominarán “socialistas”.
• El odio de clases, y de todas clases, impulsado por políticos que se escudan bajo sus ideas, Libertador, y posan como los “nuevos libertadores”, cuando lo que en verdad establecerán es una nueva Colonia, en esta ocasión con alma marxista-leninista y con la metrópoli en China, Rusia o Cuba. (Cuando Karl Marx lanzó su grito de odio social, en 1848, usted llevaba 18 años de haberse escapado de este mundo loco).
II
• Políticos, grupos y partidos que se destacan por sus apetitos vergonzosos, cambios de camiseta, ínfulas imperiales, deslealtades según el menú, pequeñez histórica y falta de grandeza de miras.
• Desencuentros entre los poderes del Estado, originados en los egos de unos y las higas de otros, cuestionándose y desautorizándose mutuamente, generando todo tipo de dudas y pugnando por quién sale más en los medios, capitalistas hoy.
• Unas Fuerzas Armadas desarmadas por escándalos a bordo y desacuerdos internos, que por momentos debilitan no solo su accionar contra las fuerzas del mal, sino su prestigio.
• Los poderes eclesiásticos y religiosos divididos, o sin saber para dónde van, con prédicas que las nuevas generaciones no asimilan, mientras que las viejas se refugian bajo la fe del carbonero o mueren sepultadas por preguntas humanas sobre lo divino
Cosas que el Libertador vería hoy si se asomara
III
• Altísimos niveles de corrupción en todas las instancias públicas y privadas, como en la época de la Colonia, con casos tan imperdonables que merecerían la pena de muerte, la misma que a usted le gustaba ordenar en diversas situaciones.
• Delincuentes de toda clase y en todas las clases, actuando día a día ante los ciudadanos y las autoridades, escenario en el que, cuando apresan a alguien, un juez ignorado o ignorante le concede la libertad arguyendo el derecho a la vida o el derecho al “libre desarrollo de la personalidad”. (¿Será por esto, recordado Padre de la Patria, que esta nación que usted nos dejó está llena de “personalidades”?).
• Mafias en todos los terrenos (la oposición, la economía, las drogas, etc.) que desafían al Estado destruyendo la sociedad civil y construyendo opulentas sociedades criminales.
• Atentados contra la naturaleza y contra la vida, honra y bienes de quienes tienen vida, honra y bienes, ejecutados en parajes remotos y cercanos, de los cuales los medios, capitalistas hoy, gracias a las autoridades, informan con detalle para que quienes no los han cometido aprendan a hacerlo con todas las de la ley.
IV
• Una pandemia que no ha dejado rincón sin visitar y ha puesto la casa “patasarriba” en cuanta actividad es posible, pandemia que, claro está, diversos políticos y ciudadanos han aprovechado en beneficio de sus ambiciones inconfesables.
• Inequidades y desequilibrios mayúsculos en las urbes y los campos, anhelos lícitos insatisfechos, falta de oportunidades, frustraciones dolorosísimas, discriminaciones injustificadas, amarguras sin fin, atrasos centenarios, deudas sociales impagadas, legiones de pobres.
• También percibirá personas maravillosas, inteligencia y creatividad a borbotones, recursos naturales únicos, perfiles humanos extraordinarios, líderes (no muchos) de valía, instituciones dignas, costumbres gratas, gente solidaria y echada pa’ delante, leyes afortunadas, ánimo de futuro y otras cosas por las que Su Excelencia se interesó, si bien hacen mucha falta más conductores honestos, capaces, humanos y grandes.
¿Le sorprende alguna cosa, Libertador?
Dios guarde a Usted.
Por: Ignaacio Arizmendi
12/12/20