Como vamos vamos mal

Como vamos vamos mal pero no pierdo la fe en que el rumbo se va a enderezar. Hasta último minuto el Titanic tuvo la posibilidad de esquivar el iceberg y con ello tener un destino grandioso y no el trágico pero también vergonzoso, que conocemos bien. Cuando niño leí una historia que llamó poderosamente mi atención. No recuerdo detalles y paso a relatar mi vago recuerdo de la misma:

Se estaba erigiendo un gigantesco obelisco en la mitad de una plaza y el pueblo entero asistió al evento. El rey decretó pena de muerte a quien abriera la boca y perturbara la compleja y peligrosa operación. Eran cientos los brazos que tiraban de gruesos lazos en un silencio sepulcral. Estando en el momento más crítico, cuando el obelisco estaba casi vertical, se escuchó el grito de un joven: “¡Mojen los lazos!“. Por el calor causado por la fricción se estaban quemando las cuerdas. Les echaron agua y terminaron exitosamente de erigir el monumento. El rey quedó ante la disyuntiva de hacer cumplir su orden y proceder a hacer cortar la cabeza al infractor o no. El final es feliz y el muchacho terminó como el héroe de la historia. 

No somos pocos los que decimos que hay que empapar las cuerdas. El presidente tiene las mejores intenciones de ver el obelisco en la mitad de la plaza, pero lo que va a ocurrir es que se romperá en mil pedazo si no se previene a tiempo que las cuerdas estén debidamente húmedas. No podemos seguir a la espera sin pronunciarnos en este crítico momento. Las cosas se han complicado aún más con la llegada del coronavirus y, desgraciadamente, ha sido el refugio donde ocultar las falencias del gobierno. Entre otras, rondan serias dudas sobre el manejo en los distintos ministerios pero tenemos claro que elegimos un presidente y no a sus ministros. Que el mandato que se le otorgó por cuatro años fue a partir de una visión de país y de su plan de gobierno, como también de unas intenciones con las que nos sentimos identificados. Poco o nada de eso se ha ejecutado y el tiempo se agota. Un cambio del gabinete se me hace urgente. Las mejores mentes del país y los más capaces tienen que ser llamados a conformar un equipo dinámico que nos saque del atolladero. 

Es decepcionante ver como el presidente Duque le presta mayor atención a sus enemigos que a sus amigos. Lo de los recientes encuentros con la alcalde de Bogotá se suman a otros en el pasado realizadas con sus opositores, dejando dudas acerca de con quién y para quién se gobierna. Imperdonable la manera súbita y arbitraria como esa señora impuso la primera cuarentena de cuatro días e imperdonable la manera como el presidente la unió con la que tenía anunciada, sin dejar espacio a qué nos organizamos un poco y, lo que es más grave, generando pánico. No son pocos los que no se recuperan de ese tremendo susto y quienes no creíamos necesarias medidas tan extremas dudamos hasta a unirnos a los que pensaron que se venía el fin del mundo diciéndonos que si Duque la decreta algo muy grave está ocurriendo que conoce él y nosotros no. Con autoritarismos sustentados en “el bien común” se está deteriorando la democracia, abriéndole el camino al socialismo del siglo XXI. Para la muestra un botón, la arbitraria decisión del ministro de defensa de retirar once militares con un proceder que no esperábamos de este gobierno. 

Con la tristeza de ser calificados como poco leales a quien le dimos las riendas del país  no podemos eludir nuestra responsabilidad de decirle al presidente Duque estas y otras consideraciones. El país no es el de las encuestas, el país es el que conformamos personas de carne y hueso con aspiraciones y sueños. El país no es el de las cifras, el país es el de los niños a los que mantienen en encierro. El país no es el que describen los periodistas sino el que padece día a día su pérdida de libertades condenado a la sumisión. El país no es el de las ciudades vacías sino el que palpita con su gente en las calles. El país no es el ordenado y limpio que está afuera mientras trasladamos el caos  a la intimidad de los hogares

Eludir nuestra responsabilidad de cuidarnos, siendo solidarios para enfrentar la situación juntos, por la falsa garantía de no contagiarnos hoy pero tal vez mañana, no es lo que se espera del colombiano del siglo XXI.

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