Tiene el fútbol riqueza emocional con felicidad extrema, alegrías genuinas, pero a la vez un lado oscuro, perverso, que se extiende frente a la impunidad y la indiferencia, con influencia negativa en la credibilidad del hincha, que vive lleno de celebraciones, dudas y tribulaciones.
El fútbol es la alegría, pero a la vez el espejo social del pueblo.
En cada trasgresión a normas éticas y morales, como en el último partido entre Llaneros y Unión, se maquilla la situación con discursos sin contenido, para frenar y castigar a los culpables, algo que nunca ocurre.
Se convierten las amenazas de castigo en anécdotas de micrófonos, bares y esquinas. Son cortinas de humo para disimular la truculencia y la explotación de los escándalos con beneficios personales.
Pantalleros, demagogos.
No faltan las frases vacías del presidente de turno, en este caso Duque; las promesas falsas de la fiscalía, donde las investigaciones al fútbol se escabullen entre silencios; la intromisión sin conocimiento del ministro deporte que habla mucho y poco hace y el enésimo ofrecimiento de medidas extremas por parte de la Dimayor.
En cualquier momento aparecerá un chivo expiatorio para maquillar con él, males más profundos.
Se pronuncian los congresistas, muchos de los cuales no saben que objeto extraño hay dentro de un balón que lo lleva a rodar en el verde césped. Y no falta el vitrinero de ocasión que amenaza con tutelas, cuando tienen cabida.
En Colombia ya mataron un árbitro y a un futbolista, se suspendió un torneo, se llevaron La Libertadores durante un tiempo a otros estadios, un poderoso club amenazó con regresar dos de sus estrellas, por deslealtad en la competencia y comunes son las sacudidas por supuestos arreglos indecentes. Estancado en su moral, está el fútbol.
Con el paso del reloj regresan los silencios cómplices, con desinterés en las investigaciones que ni siquiera aquellos que las prometieron supervisan, para hábilmente amortiguar sus efectos.
Es cuando se llenan de investigadores, políticos y magistrados, entre prebendas y favores, los palcos de lujo en los estadios y ganan espacio en los juzgados los lobistas.
Lo importante para muchos es vez rodar la pelota así se le venda el alma al diablo. Pasa, pasa, pasa y nada pasa.