La comunicación en el siglo pasado era unidireccional. El que consumía la información era un mero espectador. No interactuaba con ella. Abría la página del periódico y, pasivamente, leía. O prendía la radio, sintonizaba la emisora y, pasivamente, escuchaba. Así funcionaba. Ahora no es así. Ahora hay interacción, es bidireccional y va en doble vía.
Hoy día, el ciudadano no sólo consume contenidos sino que los interpreta e interactúa con ellos y, también, crea los propios. Es más, todos quieren hablar, en primera persona, desde el púlpito de su red social llámese Twitter, Instagram, TikTok en donde muchos son sacerdotes del yo y se rinden culto a ellos mismos.
A raíz de esa comunicación en la que había en una orilla, un emisor y, en la otra, un receptor y entre ellos un vacío, una nada, porque no había retroalimentación ni feed-back, Lacan escribió “Usted puede saber lo que dijo pero no lo que el otro escuchó” o lo que sentenció Luntz: “No es lo q tú dices, es lo que ellos oyen”. Y eso le pasa a Gobiernos y a candidatos presidenciales que hablan mucho y escuchan poco y es que “cuando hablo, no me entero de nada; me entero cuando escucho”. Y no se enteran porque son unidireccionales, jerárquicos y verticales.
Para comunicar hay que contar un cuento usando la conversación para ello. La conversación rompe lo que dice Lacan y Luntz. Y hay que iniciarla poniendo temas “duros” en la mesa, en un lenguaje sencillo, con carácter y auténtico porque lo ideal es estar en la boca de todo el mundo.
La entidades públicas y privadas que no incorporen la conversación se equivocan y se aíslan. Se emburbujan y pierden conexión con la realidad, con lo que pasa día a día y sus mensajes y contenidos terminan siendo efímeros y momentáneos como las “historias” de 24 horas de Facebook o Instagram. Las campañas políticas que no recurran a la conversación yerran.
Los gobiernos que vuelquen sus contenidos y la comunicación oficial de manera unidireccional y únicamente en medios propios, es decir, oficiales, o sea, en sus páginas web, redes y canales institucionales tendrán contenidos que durarán lo que dure el Gobierno. Su reto es sacarlo, en modo relato, de la esfera gubernamental y ponerlo en el pensamiento de la gente a través de la conversación espontánea y sin guion porque el Gobierno que llegue diseñará una nueva página, una nueva paleta de colores, unos nuevos mensajes y borra el contenido anterior.
Por último, cuando se conversa con la ciudadanía se cotidianiza el discurso y se interioriza el relato y por esta vía se logra la permanencia de la narrativa, de la política pública y además, es una forma eficaz de sintonizarse con la comunidad. La conversación permea y entra en el colectivo social, en la masa. Da continuidad porque no es un soliloquio. ¡Al país le falta conversación!