Hace ya un tiempo importante, abordé el objetivo de certificarme como coach, y más allá de la certificación, que fue un reto en sí misma, el proceso despertó en mí un estado de consciencia diferente: la observación de lo que digo y de lo que otros dicen, tiene tanta potencia, que ya nunca volví a ser indiferente a los entornos conversacionales. Empecé a ver el valor de una buena conversación.
Alguna vez encontré esta frase: “que nadie se vaya de tu lado sin estar mejor y más feliz” y me pareció tan inspiradora que la he adoptado como un mantra ambicioso, pero que me invita a que mis encuentros, mi lenguaje y mi conversación con otros y conmigo misma tengan un valor importante. Y desde allí, al finalizar cada conversación, me pregunto sobre la efectividad de mi intercambio con otros: ¿Agregué valor?
Mi entendimiento es, que una conversación poderosa, tanto en la vida personal como en la vida profesional, es aquella que genera en uno o en el otro un pensamiento nuevo, un cambio de punto de vista, que nos permite validar algo en lo que hemos venido pensando y/o que nos genera una oportunidad de crecer. Como vemos, es algo de doble vía, que involucra a los dos individuos.
En un libro que recomiendo, llamado ‘Conversaciones Cruciales’ (Paterson et al, 2017), hay tres formas de abordar conversaciones retadoras: evitándolas, abordándolas de manera poco asertiva o conduciéndolas de muy buena manera. Esta última es la que creo todos quisiéramos tener y he encontrado en mi experiencia que adquirir esta habilidad es un potenciador de la carrera profesional ya que fortalece las relaciones en general y sobre todo, aumenta nuestra satisfacción.
Entonces, ¿cómo se tiene una conversación poderosa? Daré algunos pasos que abordo habitualmente y que me han producido buenos resultados especialmente en conversaciones sobre temas que no van tan bien.
Empecemos con una preparación: llegar a una conversación que hemos preparado, hace una enorme diferencia. Preparar significa preguntarnos qué queremos que pase al final de esa conversación y cómo será un buen resultado. Acá es importante escribir un paso a paso, incluso ensayar. Por ejemplo, para una conversación de retroalimentación, un buen resultado es que para el otro sea claro lo que consideremos se debe cambiar, que salga en ánimo de acción y que esa conversación resulte un plan de mejora.
Por otra parte, asegurémonos de tener información para nutrir la conversación: hechos y datos. En el mismo ejemplo anterior, será importante compartir resultados que se están o no se están obteniendo, situaciones concretas, los efectos que un comportamiento determinado está teniendo en el logro de objetivos, o que está afectando al equipo; cosas concretas, evitando las percepciones y las subjetividades.
Así mismo y no menos importante será considerar el lugar y el mejor momento para tener la conversación. Pensemos en un espacio privado, en un momento adecuado, sin prisas y muy importante, con las emociones centradas.
Las sorpresas suelen no ser buenas compañeras para una buena conversación. Es ideal que invitemos al otro a hablar, dándole contexto sobre lo que trataremos. Nuestro objetivo es que sea exitosa. Una conversación es de dos, con lo cual, esto da al otro la oportunidad también de prepararse para el espacio que tendremos.
Cuando llegue el momento de la conversación, es ideal crear un entorno amable. Luego, es importante que llevemos a la mesa el motivo que generó este espacio, que describamos la situación a tratar y que nos aseguremos de preguntar y escuchar. Validar si entendí y si fui entendido. Todo lo anterior, nos permite garantizar realmente el intercambio.
También es válido compartir, ¿qué pasa con nosotros?, ¿qué efectos nos produce la situación?
Con todos estos elementos, estando atentos, validando el punto de vista del otro, incluyéndolo, invitando a crear una solución conjunta sobre lo que ambos quisieran que pase en adelante, es posible que luego de una conversación poderosa, construyamos un buen cierre el cual estará garantizado. Recordemos agradecer, asegurarnos también del entendimiento y construir acuerdos sobre lo conversado, invitando siempre a crear espacios de intercambio para revisar en el futuro cómo van estos compromisos.
Se estarán preguntando ¿cómo saber si esta fue realmente una conversación poderosa? Yo les recomiendo mi mantra antes mencionado: ¿cómo nos vamos de la conversación?, ¿cómo se va el otro? ¿Mejor y más feliz?
En estos tiempos en los que sin duda nuestros puntos de vista pueden ser desafiados, en donde recibir opiniones contrarias y sentirnos retados en nuestras propias ideas o formas de hacer las cosas está a la orden del día, la habilidad de conversar con el enfoque de construir nos ayudará a tener el mejor resultado de todos: ser cada vez mejores seres humanos y construir para todos y entre todos, un mundo mejor.
Los invito a probarlo. ¡Atrévanse a tener esa conversación!
Lucía Amaya Martínez, ejecutiva en Recursos Humanos y estudiosa en Liderazgo y Desarrollo.