Luis Betancur Correa

Dirigir en un mundo inquieto

El mundo está inquieto sin duda.  En 2019 hubo “paros sociales”, algunos violentos en Ecuador, Chile y Colombia. En 2020 comenzó la peor pandemia sanitaria de los últimos años que se prolonga hasta hoy. Y en el 2022 comenzó una guerra en Europa con riesgo global. Con todo esto encima, resulta desafiante hacer pronósticos respecto de lo que deparan los siguientes 3 o 4 años.

Sin embargo, a lo largo de la historia, la humanidad ha pasado más tiempo en guerras y conflictos que en tiempo de paz, y a pesar de ello, como civilización se ha aventurado y logrado resultados notables al descubrir continentes, explorar los polos y viajar al espacio y todo esto recorriendo un camino lleno de incertidumbre, sin que haya sido impedimento para lograr el objetivo propuesto. 

Planificar estratégicamente en estos días es como planificar una travesía de navegación. En estos casos, antes de comenzar el viaje, el capitán define el plan de navegación en función del destino, considerando cartas de navegación, mareas y corrientes, condiciones meteorológicas previstas, tipo de embarcación y tripulación, entre otros aspectos. Sin embargo, es deber del capitán ir ajustando el rumbo cuando las condiciones lo ameritan, con el fin de evitar poner en riesgo el éxito de su misión. Con todo, el capitán no cambia el destino final, solo ajusta la manera en la cual es alcanzado.

Por lo tanto, el objetivo de un líder empresarial o de un gobernante, debe estar previamente definido, comunicado, identificando su equipo de trabajo y una hoja de ruta que pronostique posibles turbulencias y alternativas para reajustar su rumbo, ya que permanentemente hay situaciones complejas o crisis alrededor del mundo y como lideres deben tener en el radar todo lo que pueda afectarlo, a su entorno, al país y en general a la humanidad.

La economía mundial se recuperó en 2021 desde que los contagios bajaron, aunque perdió fuerza en el segundo semestre debido a nuevos brotes en noviembre con una nueva variante, el ómicron, en África, una variante que hizo que los mercados financieros y de materias primas se desplomaran y coincidieran con las interrupciones en la cadena de suministro que han aportado al estancamiento de la recuperación mundial.

El embotellamiento en el transporte marítimo, junto con la escasez de contenedores y el fuerte repunte de la demanda una vez que se relajaron las restricciones de la pandemia, han hecho que los productores se vean obligados a buscar componentes y materias primas por todas partes. La escasez de materias primas e insumos, junto con la subida de los precios de energía, han llevado la inflación en Europa, Estados Unidos, Colombia y otros países a máximos preocupantes, obligando a los bancos centrales a subir los tipos de interés para frenar el alza de los precios.

El futuro siempre es incierto, pero la incertidumbre ahora no es tanto sobre el qué, sino sobre el cómo, el quién y el hasta cuándo. No es un problema de diagnóstico. Sobran datos y conclusiones sobre la trascendencia del momento actual. Sin embargo, la incapacidad para llevarlas a cabo de forma colectiva e inclusiva sitúan a la humanidad en un escenario de fractura. Por esto es importante saber dónde están los límites de una posible irreversibilidad, qué tipo de liderazgo está mejor preparado o goza de legitimidad para liderar estas transformaciones y gestionar este proceso de cambio con menores costos sociales y económicos.

En este proceso de arranque postpandémico es evidente que el mundo no solo avanza a distintas velocidades, sino que hay retrocesos para algunos grupos, por ejemplo, en migración y crisis humanitarias. Los datos indican que se ha acrecentado la desigualdad entre países y dentro de ellos y que esta podría continuar. La recuperación también está siendo distinta en temas de género. La OIT señala una recuperación en el empleo masculino, pero no en el femenino.

El drama económico y social se ha atenuado gracias a medidas de apoyo a sectores vulnerables, a una política fiscal y monetaria expansiva y a planes de estímulo. El debate económico internacional, ahora, pretende despejar algunas incógnitas: la solidez y sostenibilidad de la recuperación en las economías; su grado de vulnerabilidad; la disparidad de comportamientos de las economías emergentes; el alza de precios y los trancones de suministros; y la preocupación sobre la factibilidad e impacto del estallido de la burbuja china, tras la crisis del holding inmobiliario Evergrande.

La tensión en las grandes potencias marca el ritmo geopolítico global y condiciona las perspectivas de recuperación. La relación EEUU-China se ha consolidado como la rivalidad estructurante del sistema internacional. Además las tensiones entre Argelia-Marruecos y China-India entre otros, podrían afectar la recuperación económica mundial, inclusive las empresas en Colombia, ya que, en un mundo tan globalizado, se debe entender y estar preparados ante un imprevisto, por parte de empresarios y gobernantes.

Ahora la guerra en Ucrania, iniciada por una persona que pretende corregir errores del pasado, al menos lo que él considera errores, cometiendo un grave error al no entender que tiene todo para ser la superpotencia que quiere, sin necesidad de invadir países, al contar con materias primas (níquel, gas, petróleo, paladio), gente educada y una gran cultura, solo que los millones de ingresos procedentes por la venta de materias primas, no han sido correctamente invertidos para llevar al país a la vanguardia.

El miedo a la pandemia continua, aunque comparte protagonismo con otros miedos, algunos coyunturales, como el rompimiento de la cadena de suministro y otros de carácter permanente como las consecuencias del cambio climático, el descontento social y la obsolescencia de ciertos tipos de trabajo. Es el temor a no poder adaptarse a una serie de transformaciones irreversibles, con el objetivo de hacer frente a problemáticas de orden público, social, educativo, económico, de emprendimiento, nuevos tipos de trabajo y generación de empleo competitivo, inclusivo y rentable.

Inclusive al no poder o querer adaptarse a las transformaciones que la sociedad exige, algunos lideres políticos y empresariales, prefieren generar zozobra de manera engañosa entre sus seguidores, actuando de manera populista e individualista, por eso es importante la unión de la sociedad civil, que actué en beneficio del país e ir desterrando otra forma de instrumentalización política del miedo que sigue presente, el terrorismo. Persiste la incertidumbre sobre si la pandemia modificó la forma de actuar o reclutar de los grupos terroristas. Donde sí hay certeza, es en la mayor diversidad de su amenaza.  Esto supone una invitación para abordar una agenda a todos los niveles, para romper con el espiral de miedo y desconfianza existente.

Por lo tanto, esto adquiere dos matices; la valoración que los ciudadanos harán en las urnas y el tipo de ideas, personas y modelos que generan credibilidad para conducir la postpandemia, recuperar la confianza inversionista y popular, mejorar la reputación internacional, garantizar la estabilidad, el progreso económico y la reducción de las desigualdades, siendo esencial para afianzar la legitimidad del nuevo gobernante y del sistema, ante el incremento de precios, el problema de suministros, la escasez de materias primas y la inseguridad existente, a través de proyectos de colaboración entre equipos interdisciplinarios, alianzas entre gobierno nacional y local, empresas y la ciudadanía.

Junto con la salud, el segundo gran ámbito de concentración de esfuerzos es el medioambiental. Se aumenta la presión sobre las comunidades científicas, las empresas y gobiernos para encontrar soluciones innovadoras a la crisis climática. Esto incluye el desarrollo de tecnologías para disminuir las emisiones asociadas al uso de la energía, a la captura y almacenamiento de carbono, reactores nucleares modulares y descarbonizar las industrias con gran intensidad de energía.

Más allá de mitigar el cambio climático, estas medidas tienen un propósito. Evitar que, en vez de avanzar hacia una industria verde localizada en pocos países, se deslocalice la producción; incentivando a otros a implementar políticas climáticas. Por esto el concepto de justicia estará presente en el desafío climático al promover una transición justa en las economías desarrolladas, sin agravar la desigualdad, compensando los costos asumidos por sectores, territorios y ciudadanos.

En términos conceptuales, una de las ideas que gana terreno es la de las transiciones mellizas (la verde y la digital) en donde las ciudades serán protagonistas. Un reto compartido será la digitalización del sector público, en el que distintos niveles de la administración buscarán ejemplos de éxito en otros países para implementar. Aunque surgen dos riesgos; administraciones públicas rezagadas y un aumento de la cibervulnerabilidad.

De acuerdo a lo anterior, uno de los retos de las ciudades es combatir la desigualdad y la degradación medioambiental. La intervención urbana para probar soluciones climáticas innovadoras ha proliferado últimamente, gracias al apoyo de redes de ciudades como plataformas de intercambio de conocimiento, invitando a pensar en soluciones sociales, laborales y territoriales.

Para aquellas empresas implicadas en la sostenibilidad surgen importantes oportunidades. La combinación de conciencia ambiental y problemas de suministros consolidan pautas de consumo distintas, una apuesta por redimensionar las cadenas de valor y un impulso de la economía circular.

En 2020 y 2021, las necesidades humanitarias globales crecieron significativamente. Según la ONU entre 2020 y 2021 se pasó de 167 a 235 millones de personas necesitadas de ayuda humanitaria, donde el COVID-19 actuó como factor agravante de las crisis humanitarias preexistentes. Además, se evidencio otro problema, en el sistema de salud de los países  que estaban por colapsar, no solo para la atención de los contagiados, sino otras enfermedades, como la salud mental que afectó  muchas personas en los dos últimos años.

Últimamente los protagonistas han sido los servicios digitales en todo tipo de empresa, apoyando el actual repunte por compras en tiendas virtuales, logrando que las empresas adapten sus canales virtuales, además por que los consumidores están cambiando sus costumbres y hábitos, siendo más consientes del impacto que sus compras tienen sobre el medio ambiente y la sostenibilidad. Por esto, las empresas están migrando para ofrecer productos fabricados con materiales ecológicos y reciclables e implementar acciones de compensación de la huella de carbono.

Estos retos son asumibles por cada compañía, aunque la tecnología puede ayudar, gracias a las herramientas de análisis de datos, que permiten hacerse una idea clara del entorno en el que se encuentran y los pasos que deben dar para cumplir sus objetivos.

En este contexto de riesgos recurrentes, las empresas se enfrentan al reto de estar preparadas para tener la capacidad de continuar ofreciendo productos y servicios ininterrupciones que causen daños relevantes sobre sus clientes y la sociedad. Esta capacidad conocida como resiliencia operacional, implica la necesidad de fortalecer su talento humano y no humano para que, en caso de contingencias y crisis, el compromiso con los clientes no se vea quebrantado ni afecte la continuidad del negocio e imagen de la marca, entre otros impactos negativos.

Las empresas atraviesan un panorama de incertidumbre producto de diversas crisis. La reducción de equipos de trabajo y la pérdida de alianzas comerciales han ayudado al incremento de la incertidumbre. La incertidumbre, significa falta de predictibilidad, falta de preparación, poco liderazgo visionario y colaborativo, así como la incapacidad de algunos directivos, incluso apoyado por la inteligencia artificial, para observar, controlar y entender las variables que forman parte de la ecuación que explican el porqué de las cosas para anticiparse y tomar decisiones, inclusive asumiendo riesgos con el objetivo de afrontar y salir exitosos ante nuevos escenarios.

Ante esta crisis es vital que las empresas cuenten con un plan de gestión preventivo que contemple el inventario de daños, análisis de riesgos, compromisos de deuda, revisión de proveedores y otros factores determinantes con el fin de planificar las acciones a tomar en momentos de crisis. Es importante entender la envergadura de la situación a la que está expuesta la compañía. Para ello, es clave el monitoreo y análisis del contexto, para destacarse en el mercado y mitigar otras crisis.

La confianza en los equipos es fundamental para permear la mentalidad ágil, por lo que confiar en el equipo es confiar en uno mismo como líder o facilitador. Entender que se tiene expertos en cada área y cuenta con las mejores condiciones para llevarlos al máximo de sus capacidades y competencias. Suprimir el miedo a delegar y dejar que el equipo  se auto gestione, es fundamental, ya que las personas buscan certeza que les permita tener “control” ante acontecimientos, y preparados para afrontarla.

Es difícil predecir lo que está a la vuelta de la esquina, aunque es necesario mirar al futuro teniendo en cuenta el mayor número de datos y factores, con el objetivo de permanecer atento a los rápidos cambios que se producen en todos los frentes. Una planificación de negocio estratégica y de largo plazo es clave para la eficaz y rentable gestión del negocio, para valorar el riesgo de una inversión y alcanzar un éxito sostenible en un entorno empresarial cada vez más incierto, ambiguo, complejo y volátil.

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Luis Betancur Correa
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