Ricardo Felipe Herrera

Abogado, especialista en régimen del Distrito Capital de Bogotá y magister en derecho con énfasis en derecho administrativo. Docente universitario con una experiencia profesional de cerca de 35 años con área de práctica como profesional independiente en régimen de los servicios públicos, derecho ambiental, régimen de contratación, arbitraje y amigable composición.

Ricardo Felipe Herrera

Egolatría presidencial: “En mí se concentran las esperanzas”

Un texto especializado en psicología precisa que el “complejo de superioridad implica que las personas creen que sus habilidades, logros y aptitudes son drásticamente mejores que los demás. Estos individuos, al sentirse superiores a los otros se comportan de forma más condescendiente, engreída o incluso puede llegar a tratar mal a los demás”. Paradójicamente, señala la publicación, una persona que actúa superior a los demás y considera a los demás como menos dignos, en realidad tiene un sentimiento de inferioridad.

El presidente de Colombia, Gustavo Petro, pareciera cumplir con las siete señales que denotan en una persona tener este delicado complejo: (i) busca la validación de los demás, (ii) no admite sus errores, (iii) se compara mucho con los demás, (iv) sufre cambios de humor, (v) tiene tendencia a relacionarlo todo sobre él,  (vi) es controlador, y (vii) se ofende si no recibe comentarios positivos. Cada quién saque sus propias conclusiones. La visita del presidente de los colombianos -aun cuando cada vez más parezca que quiere serlo de unos pocos- sigue dejando rastros de que posee ese complejo de superioridad que denota un profundo sentimiento de inferioridad.

En el Congreso de los Diputados español el presidente demostró con creces lo dicho. Animado por los aplausos de una izquierda que tiene a España en sus peores momentos afirmo que: “En mí se concentran las esperanzas y me da temor no poderlas cumplir. Como ser humano, cuando veo en las esquinas, aquí no más en Madrid, por montones, mujeres llorando, mujeres esperanzadas en que yo pueda cambiar el rumbo de mi país”. Al complejo mencionado que ya denota tener, se le suma una altísima dosis de egolatría y no menos de mitomanía -la mentira como forma de vida-.

Tengo el mayor respeto por la institución presidencial y vicepresidencial, pero debo reconocer que resulta muy difícil hacerlo hoy, gracias a que cada día de manera incontrovertible el presidente Petro y la vicepresidente Márquez evidencian su falta de transparencia y valor por la verdad. La narrativa clasista y racista que construyen y alimentan día a día para victimizarse y así justificar su probada incapacidad como gobernantes, supera todos los límites.

Nada es más peligroso que la incapacidad mezclada con los complejos de superioridad, de inferioridad, mitomanía y egolatría al máximo. Creo que a nuestros dos mandatarios poco o nada les importa en verdad hacer la diferencia para mejorar las condiciones de muchos colombianos en estado de marginalidad. Más bien, me parece, que les interesa veladamente mantenerla y acrecentarla para sacar provecho y hacerle eco a su demagógico discurso.

Al presidente y a la vicepresidente se les olvida que ahora están llamados -obligados- a gobernar. Las épocas de las arengas irresponsables, como las de la señora Márquez haciendo apología del delito ensalzando a los delincuentes de la primera línea -que no es lo mismo que la juventud- o las propias del presidente en el balcón de la Casa de Nariño, lejos están de ser su labor como cabezas del Poder Ejecutivo. El talante democrático de uno y otra lejos está de ser real. Se hace lo que ellos quieren o “de malas”. Sus discursos que tanto refieren a la inclusión, a la igualdad, al respeto y a la defensa de la democracia en nada compaginan con sus acciones. Su admiración y apoyo, por ejemplo, a gobiernos totalitaristas como Cuba y Venezuela, como su silencio frente a Rusia, lo corroboran.

El país ya sabía cómo era Gustavo Petro, y algo se advertía también de Márquez, una líder desconocida nacionalmente. Petro cuando fue alcalde hizo gala de saber echar discursos extremistas e incendiarios pero de ejecutorias nada. Mucho me temo que así serán los tres años y algunos meses que faltan de su gobierno. Su gabinete -cada vez más desfigurado- igual.

Las elecciones regionales y locales de octubre próximo es la oportunidad para pronunciarnos y enviar un mensaje claro a estos gobernantes que parapetados en su victimización esconden sus gruesas falencias como gobernantes. La capacidad de los mandatarios departamentales y municipales que debemos elegir no la determina su condición social ni su color de piel. Esa narrativa mentirosa a partir de la que ahora se hace política es el primer objetivo por derrotar en las elecciones de octubre.

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