Las imágenes de estos días, en las que podemos ver un gigantesco atasco de camiones impedidos de llevar mercancía a Inglaterra, me han traído a la memoria inevitablemente una frase de Chesterton. Qué falta nos hacen personajes irónicos y mordaces como el escritor y periodista inglés de comienzos del siglo pasado, el que dijo: “Si no logras desarrollar tu inteligencia, siempre te queda la opción de hacerte político”.
Como sabemos, el cierre de fronteras con aquel país ha sido por cuenta de la nueva cepa de covid aparecida al otro lado del Canal de la Mancha, pero el increíble amontonamiento de transportadores esperando pasar al otro lado con mercancías, y particularmente con comida, nos pone frente a los ojos la realidad de algo que hemos venido oyendo hace años, sin importarnos demasiado por lo lejano y por lo abstracto: el Brexit.
Pues bien, la salida de Gran Bretaña de Europa está a las puertas y ya nadie recuerda al político irresponsable que abrió la caja de Pandora tras la crisis de deuda en algunos países europeos (Portugal, Italia, Grecia y España) de 2009. La crisis obligó a acelerar la integración política y económica, cosa que no aceptaban los conservadores ingleses, encabezados por su primer ministro, David Cameron quien, sin embargo, se declaraba partidario de permanecer en Europa.
Bien es cierto que los ciudadanos británicos nunca fueron muy entusiastas del europeísmo, para bailar se necesitan dos, pero lo que hizo Cameron fue echar leña al fuego. Además de alentar y promover un referendo de autodeterminación en Escocia (no quiere uno ni pensar lo que habría supuesto perderlo también para el talibanismo nacionalista en España), anunció otro, si salía reelegido en 2017 para plantear si Gran Bretaña quería seguir o no en la Unión Europea, y lo demás es historia.
Se llegó a esto, pues, por una crisis en un partido político, el conservador; para decirlo en palabras pobres: por una pelea de políticos, unos tipos de los que hablaba Chesterton. Cameron aceptó el reto del grupo de “tories” euroecépticos, perdió el referéndum que esperaba ganar (como Santos aquí perdió el suyo en iguales circunstancias) y de aquellos polvos estos lodos. ¿A que nos suena eso de la pelea entre políticos a los colombianos, y sus consecuencias para el ciudadano normal y corriente?
En todos estos años, han corrido ríos de tinta sobre las consecuencias de la salida de Gran Bretaña de Europa, las habrá de todo tipo. La famosa City londinense perderá acceso al mercado europeo y muchas empresas multinacionales que tenían a Londres como su matriz de Europa ya empezaron a trasladarse a ciudades como Frankfurt, esto para poder seguir accediendo al mercado del continente.
Treinta por ciento de los alimentos que consume Gran Bretaña llegan del otro lado del Canal de la Mancha, así que el gran temor es que los precios de los alimentos provenientes de la Unión Europea se disparen o sea aún más difícil comprarlos. Más las consecuencias sobre el libre movimiento de personas, de trabajadores, de turistas, etc. en la Unión Europea. El aventurerismo de David Cameron ha llevado a los europeos a una situación sumamente dura, y más dura, si es posible, a los ciudadanos británicos.
El señor Cameron estará hoy bien tranquilo en su casa celebrando la Navidad, con velas encendidas, arbolito iluminado, cerdo asado, pavo o lo que sea que sirvan en su mesa, y la señora que ha ido al supermercado esta mañana y no ha encontrado lechugas o naranjas que llegan de Europa por cuenta de la covid que retiene a los camiones, ya sabe que ése es el panorama con el que se podrá encontrar a partir del año próximo por cuenta del Brexit. Y si las encuentra, las pagará mucho más caras
