El paro nacional terminó mal, principalmente por dos razones: i) porque sus promotores lo alargaron y los movimientos de protesta, por su propia naturaleza y por carecer de estructura, no son sostenibles a largo plazo, terminan deshaciéndose, degradándose y su tarea no es la permanencia sino colocar en la agenda política temas que no estaban y mostrar, también, que gran parte de la población no se siente representada; ii) la violencia, el vandalismo y los bloqueos fueron medios equivocados para expresar el descontento legítimo, cierto y valido de la ciudadanía. El medio condiciona lo que expresamos, lo moldea, le da camino y figura y también éxito o sepultura. Y la violencia le quitó espacio a la política y le dio, por ahora, sepultura al paro pero que, como Lázaro, resucitará en campaña electoral.
Mucho de lo que somos y hacemos está relacionado con el medio que usamos, por ejemplo, el flautista produce cierto tipo de música que provoca cierto tipo de emociones. El tambor, otras. El instrumento condiciona enormemente lo que comunicamos. No es lo mismo expresarse a través de una novela, un poema o una columna. No es igual escribir un twitter que un informe. Se transmiten emociones distintas. Son otras palabras, otra redacción, otra velocidad al escribir. No es lo mismo Twitter que Tiktok o Instagram. La violencia y los bloqueos fueron medios que embadurnaron al paro, acapararon la atención y devoró, hasta invisibilizar, los puntos de inconformidad ciudadana. Creó un juego de suma negativa.
En el juego de suma negativa es mucho más los que se pierde que lo que se gana, se sobrepasan niveles de tolerancia de la mayoría de la población y se produce un evidente daño colateral, la tasa de contagio, por ejemplo. Es una situación de pérdida-pérdida.
En el agro, las pérdidas tangibles e inmediatas fueron gruesas.
Produjo 3.6 billones en pérdidas; 1.2 millones de toneladas terminaron represadas o pérdidas; se pusieron en riesgo un millón ochocientos mil empleos directos e indirectos. En mayo la inflación anual de alimentos se disparó al 9.5%, una cifra que no se veía desde hacía dos décadas. La variación del índice de precios al productor se encaramó al 6.75% mientras que el total nacional fue de 3.21%. El paro afectó todo el territorio nacional; se presentaron en las centrales de abastos niveles de desabastecimiento mayores a los que se dieron en lo peor de la pandemia.
Los principales sectores afectados fueron la avicultura, porcicultura, piscicultura, café, leche frutas y hortalizas, alimentos balanceados, aguacate hass, carne y flores. Todos perdieron. La institucionalidad perdió, la economía igualmente y valores intangibles como la confianza, credibilidad, cumplimiento y respeto por los derechos humanos también.
Y se repite la historia: el que más sufre, el más impactado es el más vulnerable, el pobre. La pobreza no se combate simplemente entregando dinero –si así fuese, la solución sería fácil- sino proporcionando capacidades y oportunidades a la población pobre.