El shock pandémico

El Coronavirus trajo al rompe, de improviso – y sin estar preparados para ello- un  gran desafío para los gobiernos, las sociedades, la política pública y la economía. Creó un Shock pandémico.

Produjo un problema de salud pública mundial que amenaza la vida de millones de ciudadanos; es potencialmente catastrófico para las economías; tiene a prueba los regímenes políticos y las libertades individuales y a su paso  dejará -como huracán desbocado- pobreza y desempleo en una gran parte de la población del mundo. 

El Covid19 es un desastre y por serlo genera un estado de shock colectivo  y para remediarlo muchos gobiernos usan, con la aquiescencia de sus ciudadanos, medidas autoritarias como la cuarentena, toques de queda, el cierre de la economía, de fronteras y de servicios no esenciales. A situaciones de choque medidas de choque y prohibitivas. El Shock permite a los gobiernos tomar medidas que en otras circunstancias serían inadmisibles. Y eso es un riesgo porque pueden decretarse ideas traídas de los cabellos y para evitarlo  los pesos y contrapesos de poder deben permanecer incólumes. 

En la pandemia las personas comienzan a  cambiar  actitudes y preferencias: buscan un liderazgo fuerte que frene la amenaza, apoyan al presidente de la república y a un gobierno de expertos que tome sus decisiones basados en el conocimiento científico y ante el dilema libertad por seguridad la gente opta por seguridad y ello puede implicar en algunos países un giro autoritario  o una profundización  autoritaria  en otros. 

Las decisiones de gobierno en el Shock son radicales y  bajo la sombrilla de la emergencia decretada, extremas. No dan lugar  a medias tintas ni a tibiezas. Deben eso si, tener soporte científico y técnico más no político ni ideológico. Trump, Bolsonaro y AMLO han tomado decisiones basadas  en esto último y por lo mismo les ha ido mal en el control de la pandemia.  

La doctrina del Sock puede abrir la puerta a cambios drásticos y develar rasgos autoritarios y nacionalistas en contraposición a los democráticos pero, vuelve y juega, a los que los han mostrado (AMLO, Trump y Bolsonaro) no les ha ido nada bien gestionando la crisis y ello da esperanza de que los valores liberales y la democracia sobrevivirán la crisis.

En Shock, la sociedad  baja los brazos y se entrega, se rinde a la autoridad porque pide protección y seguridad. Si hay resistencia será aplastada. Y es ahí cuando aparecen los cambios radicales en los que, eventos temporales y de coyuntura como los shocks, producen cambios estructurales. Ejemplos: la Gran Depresión del 29 expuso  el fracaso del  laissezfaire y abrió el camino a las ideas de Keynes, al intervencionismo de estado y luego a la construcción del Estado de Bienestar para luego, en otra crisis, darle paso a las ideas de Friedman y en este sentido a una reducción importante del rol del Estado;  a la movilización oronda y sin freno muy tiesa y muy maja como Rin Rin renacuajo,  del mercado;  y a la reducción ostensible del gasto social. Pero igual ocurrió con el Shock del 11 de Septiembre que permitió las torturas en Guantánamo y otras cosas más o las consecuencias de diversa índole con el golpe de Pinochet en Chile o la  revolución cubana o las respuestas a los atentados terroristas. Todas se dan en estado de Sock. 

El mundo se dirigirá  por nuevos senderos aún desconocidos. Camina  en una  insondable incertidumbre  pero ojalá transite  por el eslogan del Foro Económico Mundial de Davos del 2007: “Comparte la riqueza que generas o sufre  las consecuencias” de lo  cuál se deriva una obviedad: los problemas sociales, políticos, ambientales forman parte de los sistemas económicos.

 

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