El verdadero acuerdo sobre lo fundamental

Ahora que la izquierda malhadadamente utiliza el ideario político de Álvaro Gómez Hurtado pero que no fueron capaces de concebir, da la impresión que no comprendieron nunca el alcance de las palabras del líder conservador; hoy, solo las usan para manipular las mentes incautas, de aquellos que no conocieron el verdadero pensamiento de Gómez Hurtado y aprovechan los términos de una política unificadora e integradora, que los países exitosos han llamado “Fundamental Agreements”  o acuerdos sobre lo fundamental, como bien los llamaba el asesinado líder. 

¿Qué es un acuerdo sobre lo fundamental? Es la coincidencia social y política sobre lo verdaderamente importante para un país, el punto de encuentro que le da un norte esperanzador y prioriza los principios tutelares de la política de estado, tal como lo hicieron en su momento alemanes y japoneses, quienes después de su derrota en la segunda guerra mundial, acordaron como pueblos seguir la regla de la economía de libre mercado, la democracia, la educación, la prevalencia de la industria y el comercio, como punta de lanza del desarrollo económico, con apoyo al sector empresarial y la innovación, entre otros. 

La cohesión social, la unidad, la paz, el orden y la libertad, se convierten en los verdaderos propósitos nacionales aceptados por las mayorías, sin embargo, existe una esquina política que parece no tener real interés en beneficiar al país, basta con observar, leer y escuchar a la señora alcaldesa, quien hace críticas y “desautoriza” a la fuerza pública, por un acto de  violencia individual de un miembro de la policía y responsabiliza a toda la fuerza,  exacerba  los ánimos, pero no actúa con el mismo rigor frente a la criminalidad e inseguridad que se vive hoy en la ciudad; esas actitudes, no unifican, no integran, no envían  un mensaje conciliador, son contrarias a lo que debería ser la base de unos acuerdos sobre lo fundamental. 

Hoy, algunos líderes exguerrilleros, desde su partido político, cínicamente hablan del pensamiento de Álvaro Gómez  -del que seguramente conocieron más íntimamente cuando lo secuestraron, no sabemos si en una especie de “Síndrome de Estocolmo a la inversa” se enamoraron de sus conceptos o si en algún momento el propio Álvaro Gómez logra convencerlos de la necesidad de abandonar la violencia, como método de acción política; pero lo que sí es cierto, es que es injustificable, es que desde su posición, hoy ese “líder” decida promover la violencia, la justifica y hace apología de la misma,  sin que recibir ningún  castigo, mientras que en países serios, estas actitudes tendrían un tratamiento de orden judicial y hasta sería privado de su libertad. No era así que el Doctor Gómez proyectaba un acuerdo sobre lo fundamental, no era pasando por encima de la ley y el orden constitucional, que soñaba a Colombia, el “presidente” que no fue.

Un acuerdo sobre lo fundamental debería llevar un respeto profundo por la ley, con todo lo que significa: con sus códigos, con base en la constitución, leyes, decretos, ordenanzas y demás decisiones legales y administrativas, lo cual debería dejar clara la subordinación que debe tener la sociedad y su accionar; así, no se entiende como algunos personajes de la política colombiana, incitan a los ciudadanos a estar por encima de la ley, cuando lo que se debe buscar es una reforma buscando la equidad, la prontitud y una real aplicación hacia quienes la violan. Si este acuerdo existiera, tal y como se había concebido, cualquier acto de violencia contra las autoridades o la ciudadanía, hubiese provocado el rechazo general y la aplicación inmediata de la ley, la acción de las autoridades hubiese sido implacable, aceptada y apoyada por todos; pero no solo no existe, sino que cada vez su génesis está siendo socavada, lo cual está ocasionando una profunda fractura en la unidad nacional y los propósitos colectivos del país.

Para Álvaro Gómez, la majestad de la justicia estaba intrínsecamente relacionada con la verdadera solución a los conflictos de los ciudadanos y sus comunidades, con unos administradores de la misma, lejos de la politiquería, capaces de aplicarla de manera equitativa y equilibrada, para alcanzar así, una convivencia pacífica. Lastimosamente, una buena parte del país siente que, a lo largo de nuestra historia, ha habido unos acuerdos de paz que, sin pasar por el tamiz natural de la justicia, se convierten en acuerdos que empoderan la impunidad, sin que la sociedad tenga una mediana cercanía a la verdad, sin que se haya resarcido los daños material, psicológico y emocional, que fueron vulnerados y que genera heridas profundas que no terminan de sanar.

Para que haya un verdadero acuerdo sobre lo fundamental, el país debe abrazar la política del desarrollo económico; en el pensamiento de Álvaro Gómez, no existía la posibilidad de administrar y repartir pobreza, como se hace algunos países que han apropiado un modelo mal llamado “socialista” y que pareciera ser una condición “Sine qua non” para perpetuarse en el poder y mantener un régimen dictatorial. Aquellos que se arrogan el derecho de creer que repitiendo como si fuera un mantra, que son amigos de un “Acuerdo sobre lo fundamental” pareciera que tienen como fin, engañar a quienes no han tenido claro, qué es lo fundamental. Una economía sólida, siempre será garante del progreso y avance social, en la que se fortalezca la oferta y exportación, de productos, bienes y servicios sobre los que Colombia tiene propia vocación por historia y tradición. Hoy se debe pensar en crear un clima de negocios favorables, priorizando la inversión pública para acercar los centros de producción a los centros de distribución, eliminando los altos costos del transporte y uniendo los nodos industriales, comerciales y financieros, para hacer de Colombia una potencia económica, como lo soñaba el líder conservador. Unir el país, equilibrando los ingresos sociales mediante la armonización del trabajo y el capital, no se puede seguir incentivando la lucha de clases, la economía requiere de la participación de todos los actores, para aumentar la demanda agregada como resultante del gasto público, la inversión, el consumo, el ahorro y la producción. 

Colombia necesita ser un país de propietarios -insistía vehemente- para agilizar la economía y ponernos a  las puertas del desarrollo, sin lugar a dudas, Gómez Hurtado pensaba en grande, en modelos económicos inspirados en Alemania de Konrad Adenauer, en un modelo de desarrollo como el de los tigres asiáticos, los modelos de calidad de producción japoneses, necesarios para que nuestro país saliera de la pobreza rápidamente, lo tenía todo tan bien estudiado, que se atrevía a decir que en una década con un crecimiento de dos dígitos, nos pondríamos a la vanguardia, en Latinoamérica. 

Pensaba en todo, su amor infinito por Colombia, lo llevó a reflexionar hace más de 30 años -como el visionario que fue- sobre el medioambiente y dedujo que la casa del hombre es la tierra y si así era, entonces había que proyectar como debíamos protegerla manteniendo su equilibrio sin despojarla de sus riquezas, pero a la vez que, sirviera de sustento social.

Así nace su proyecto de proteger los recursos hídricos ya que sabía del valor estratégico para el país; quiso que entendiéramos la necesidad de cambiar las prácticas sociales e industriales, que contaminan nuestro planeta. 

Un “Acuerdo sobre lo fundamental” para Álvaro Gómez, debía hablar de la ética pública, en donde los ciudadanos debían ser veedores y garantes del equilibrio del poder, para restablecerlo cuando alguna rama perdiera su norte institucional. La figura del “Ombudsman” de la política sueca le obsesionaba, por ser protector de los derechos y libertades de los ciudadanos frente al poder omnímodo del Estado, pero también como ordenanza que mantiene claras las normas y deberes de los ciudadanos.

Álvaro Gómez sabía que en un “Acuerdo sobre lo fundamental” debía existir un estatuto anticorrupción, por considerar que el cáncer de las sociedades modernas era esa corrupción que hoy nos arrasa, por ello propuso la figura de “Veedor del Tesoro”, propuso que los funcionarios llegaran a los cargos del estado por méritos y que los cargos de representación política, no tuvieran remuneración por tratarse de una labor social, para evitar la tentación de hacerse al erario mediante prácticas poco ortodoxas, por supuesto, evitar la llegada de grandes sumas de dinero a las campañas ,así, evitaríamos la perversión de las mismas, exponiéndose a convertirse en instrumento útil de la manipulaciones e intereses de sectores específicos que atrasan a la sociedad. 

Un verdadero “Acuerdo sobre lo fundamental” debería ser el que contiene el propósito de darle un norte al país, cuyas políticas de estado definitivamente benefician al ciudadano, en el que el pueblo siente su progreso, de la mano de una nación que se proyecta para el futuro, moderna, equitativa y en paz, como merece nuestra querida Colombia.

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