Alejandro Toro

Conferencista y defensor de derechos humanos en Colombia. En la actualidad Representante a la Cámara del departamento de Antioquia por el Pacto Histórico, período 2022-2026. ​​​​

Alejandro Toro

ES MOMENTO DE QUE COLOMBIA SALGA DE LA OTAN

Colombia no puede seguir jugando a ser lo que no es: un país subordinado a intereses militares ajenos a su vocación constitucional de paz. Por eso la decisión anunciada por el presidente Gustavo Petro de iniciar el retiro de Colombia de la OTAN es, más que un gesto político, una acción coherente con nuestro mandato de soberanía, dignidad y defensa de un nuevo orden internacional que no esté basado en la guerra.

Poco se ha hablado de qué es exactamente Colombia en la OTAN. No somos un país miembro —pues esa calidad está reservada a los estados del Atlántico Norte—, pero desde 2018 se nos concedió el estatus de "socio global" (global partner), una figura que se encuentra por fuera del Tratado del Atlántico Norte de 1949 y que permite a la OTAN establecer relaciones de cooperación política y militar con terceros países, sin que medie la condición de membresía plena.

Este estatus fue alcanzado bajo el gobierno de Juan Manuel Santos, mediante la firma de un "Programa Individual de Asociación y Cooperación" (IPCP, por sus siglas en inglés). No se trata de un tratado internacional ratificado por el Congreso —como lo exige el artículo 150, numeral 16 de la Constitución—, sino de un acuerdo político suscrito por el Ejecutivo sin control legislativo, lo que habilita su denuncia o terminación sin necesidad de aprobación congresional. En otras palabras: Colombia entró sin consultar al pueblo ni a sus representantes, y puede salir por decisión soberana del Presidente de la República.

Ahora bien, más allá de los tecnicismos jurídicos, el debate de fondo es otro: ¿tiene sentido que Colombia sea parte de una alianza militar global liderada por potencias que se encuentran hoy involucradas en conflictos geopolíticos que poco o nada tienen que ver con nuestros intereses nacionales, avalando el genocidio del pueblo palestino? ¿Queremos seguir siendo vistos como la “punta de lanza” de la OTAN en América Latina, cuando nuestra Constitución —en su artículo 9— nos ordena actuar en relaciones internacionales con base en la autodeterminación de los pueblos, la no intervención y la solución pacífica de los conflictos?

Nuestra cercanía con la OTAN ha servido para entrenamientos militares, ejercicios de interoperabilidad y cooperación en ciberdefensa, pero también ha implicado una subordinación simbólica y política que nos aleja de los esfuerzos por consolidar una América Latina libre de bloques militares. Mientras países como Brasil, México, Argentina o Chile mantienen una distancia clara frente a alianzas militares globales, Colombia se alineó durante años con una estrategia que nos ponía al servicio de lógicas ajenas, muchas veces contradictorias con nuestros propios compromisos con la paz.

Salir de la OTAN es un acto de coherencia. Coherencia con el Acuerdo de Paz que firmamos con las FARC, que exige una nueva doctrina de seguridad centrada en la vida y no en la guerra. Coherencia con nuestra aspiración de ingresar al Nuevo Banco de Desarrollo del BRICS y diversificar nuestras relaciones internacionales. Coherencia con los principios del Sur Global, que rechazan el neocolonialismo militar y abogan por un mundo multipolar. Coherencia con Palestina que ha visto cómo los ejércitos de la OTAN siguen proveyendo las armas con la que Israel busca acabar con su pueblo.

Pero es también un acto de soberanía. Porque la soberanía no se declama, se ejerce. Y en este caso, ejercerla significa rechazar cualquier forma de alineamiento automático con intereses foráneos, especialmente aquellos que promueven la confrontación antes que la diplomacia.

Este debate apenas comienza, y muchos saldrán a acusar al Gobierno de "aislar" a Colombia o de "debilitar" nuestras capacidades de defensa. A ellos les decimos con claridad: fortalecer la defensa nacional no requiere subcontratar nuestra política exterior con alianzas bélicas, sino crear alianzas entre países del Sur, invertir en nuestras propias Fuerzas Armadas, modernizar su doctrina y ponerla al servicio de los derechos humanos, del desarrollo rural y de la protección ambiental.

Colombia no es ni será una base avanzada de ninguna potencia. Es momento de reafirmarlo con decisión.

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