Esa película que tanto presentan en televisión, y a cualquier hora del día, está cumpliendo veinte años. Ganadora de cinco Premios Óscar, incluyendo Mejor Película y Mejor Actor, “Gladiador” es un clásico de la cultura popular y una pieza de acción inmensamente satisfactoria. En el siguiente escrito, quiero celebrar su legado, haciendo énfasis en la intencionalidad del entretenimiento mostrado allí.
El éxito de “Gladiador”, en retrospectiva, parece un milagro. Cuando la empezaron a filmar no tenían un guión completo, solo la meticulosa organización del director Ridley Scott. Esta improvisación narrativa causó problemas con el reparto, quienes notaban las contradicciones de un diálogo plano y lleno de clichés. Por otro lado, para ser una película histórica, “Gladiador” no es fiel a los eventos o las personalidades reales que representa: su protagonista es 100% ficticio, y las relaciones que mantienen los personajes históricos entre sí parten de la especulación.
Aún bajo estas circunstancias, el anacronismo de la película es inteligente. Los guionistas, el reparto encabezado por Russell Crowe, Joaquin Phoenix y Connie Nielsen, y la dirección de Ridley Scott, utilizan el poderío del Imperio Romano para cuestionarnos acerca de la finalidad del entretenimiento.
La historia abre con el Imperio Romano asegurando su derecho sobre el mundo conquistado. El Emperador Marco Aurelio sabe que estos esfuerzos son fútiles: la paz puede ser fragmentada, no solo por los pueblos que van a resistir ser conquistados, sino también por la corrupción inherente a un poder centralizado. Moribundo, Marco Aurelio desea que Roma viva bajo los ideales de una República. Cómodo, su heredero, es su mayor obstáculo pues él entiende el poder desde la tiranía. Siendo así las cosas, el César planea trasladar sus poderes a un hombre que excede en virtud a su propio hijo, Máximo Décimo Meridio, un general honorable y respetuoso de sus subordinados; que no ambiciona ningún poder político y que solo quiere descansar junto a su familia.
Cuando Marco Aurelio decide informar a Cómodo de su decisión, su hijo le asesina sin respetar sus directivas. Horas después, el nuevo Emperador intenta asesinar a Máximo sin éxito; sin embargo, logra ordenar la ejecución de la familia del general. Perdido en el desierto, Máximo es esclavizado y convertido en gladiador, deseando regresar a Roma para vengarse de Cómodo.
Ambos adversarios necesitan un arma para poder lograr sus deseos: el favor del pueblo. Cómodo no tiene ningún interés en asistir a una población devastada por
las guerras de su padre, pero puede perder el poco poder que tiene si no los coloca de su lado. Por lo tanto, decide distraer la atención de la ciudadanía y el Senado organizando meses de juegos en honor a la memoria de Marco Aurelio. Al mismo tiempo, si Máximo no logra volverse en un icono cultural para el pueblo romano, jamás va a tener la posibilidad de acercarse a lo suficiente a Cómodo para obtener la justicia que tanto anhela.
Toda la trama de “Gladiador” gira alrededor de la batalla entre Máximo y Cómodo por el amor del público. Cómodo les da la oportunidad de entretenerse con seres humanos masacrándose entre sí, regando la arena con la sangre de esclavos inocentes cuyo único honor es servir a la diversión del César. Lo peor del asunto es la inmensa ignorancia del pueblo romano, ya que aceptan el derroche sabiendo que pasaran hambre una vez la diversión termine.
La película nos confirma las razones de Marco Aurelio para creer en el liderazgo de Máximo. Desde el principio de la historia vemos, a través del inolvidable porte de Russell Crowe, como Máximo entiende los absurdos del imperio. En la guerra, entendemos su tristeza ante la efimeridad de la vida de los inocentes sacrificados para cumplir los designios de un tirano. Incluso devastado por la muerte de su mujer e hijo, somos testigos de la capacidad de Máximo para unir en estrategia a un grupo de hombres asustados e inspirarles a sostener su propia vida más allá del poco valor que tienen como entretenimiento. Desde su posición de esclavo, el gladiador logra poner en jaque la dinámica social sostenida por el Imperio. En la arena, Máximo es ejemplo de misericordia: se niega a asesinar en pro del entretenimiento, convirtiéndose en el icono de una revolución que puede restaurar la democracia.
Pero les pregunto ¿acaso la voluntad de un hombre es capaz de derrocar todo un sistema? No lo creo. Máximo fallece sincero, mientras los políticos corruptos de Roma continúan vivos y también toda una pirámide social de políticos envueltos en intrigas, un pueblo cínico, y cientos de esclavos. A pesar de esto, la obra de Ridley Scott es honesta con nosotros: nos muestra que tan maleable es la opinión pública y lo fácil que podemos ser coercionados por nuestros líderes. “Gladiator” nos invita a cuestionar la información que nos presentan y entender que todo espectáculo tiene una intención, que puede tanto distraernos como mostrarnos lo valiosa que es una persona con principios.
Carlos J. Yaya
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Lecturas adicionales: Like Stories of Old. Gladiator: Turning Spectacle into a Meaningful Story [internet].
Disponible en: My Little Thought Tree. The Glory of Rome: What Is Maximus Really Fighting For [internet].