Hematoma subdural

El cerebro, el más complejo, enigmático y maravilloso órgano del cuerpo humano, es una masa gelatinosa que pesa 1.5 kg encargado de las más altas responsabilidades de las funciones del organismo. Ahí está nuestras emociones y reacciones, la vigilancia de nuestra vitalidad y eso que nos tipifica: nuestra identidad. Es nuestro centro de control.

La sabiduría de la naturaleza diseñó para su cuidado unos anillos de seguridad y de protección. Un rompecabezas de huesos acoplados que forman el cráneo, es el casco preventivo que lo encierra y mantiene a salvo de golpes. Es una estructura ósea dura que alcanza dimensiones en su espesor de tres centímetros. De manera natural diseñó unas cubiertas para su protección y envoltura. Un par de finísimas sabanas trasparentes que se adosan a su superficie y son las que tienen el contacto íntimo y contienen como refrescante nutritivo el líquido cefalorraquídeo. Además, con función amortiguadora e inmunológica. La piamadre y aracnoides son estas finas envolturas. El cirujano las conoce tan bien que la disección de sus caminos naturales, subaracnoideos, lo llevan sin lesionar hasta los sitios más recónditos del cerebro.

Entre estas sabanas y la superficie interna, irregular y rugosa del cráneo, le dio una envoltura más firme y protectora. Como una cobija encontramos la duramadre, la cubierta externa de la superficie del cerebro. Un hematoma subdural es el acumulo de sangre entre las sabanas intimas de la superficie y la duramadre. Hay que imaginarla como una mancha de aceite que arropa todo el encéfalo.

Como unas finísimas velas entre el cerebro y la duramadre hay unas venas colgando, las venas puentes. Son lábiles y vulnerables y golpes muy leves, pequeños, los cuales pueden pasar desapercibidos, las pueden romper. Así empieza el escurrimiento de sangre y en la medida que se va derramando se extiende la dispersión de la mancha sobre el cerebro. Llega un momento en que no se puede extender más en el plano horizontal, dos a tres semanas desde el golpe, y empieza a comprimir el cerebro. En este momento -ya enquistada- se inician los síntomas: dolor de cabeza, sensación de inestabilidad y perdida o lentitud de las funciones cognitivas del individuo. Los familiares lo notan confuso, desorientado y torpe en la marcha. “Viejito apendajao es hematoma asegurao” es la mnemotecnia que permite recordar toda la vida al estudiante de medicina su diagnóstico clínico.

Hay condiciones biológicas en el paciente que permite la rápida expansión del hematoma. La edad una de ellas. Los que están bajo medicamentos que interfieren con la coagulación (Warfarina, clopidrogel) y especialmente los individuos cercanos al uso frecuente de tóxicos. El alcohol y otras sustancias envejecen en forma prematura el cerebro, lo recogen y hacen que se achique y arrugue. El espacio que hay entre su superficie y la duramadre se aumenta y lo hace más susceptible para la formación de los hematomas. Muchas veces el alcohólico es auxiliado por el buen vecino quien lo lleva a casa y no hay memoria del evento traumático que recibió durante el estado embriaguez.

Aquellos pacientes sintomáticos deben ser operados. La cirugía es simple, corta y consiste en hacer unos agujeros en el cráneo, trepanación de 1 cmt., para que abriendo la duramadre y la capa externa del hematoma este escurrimiento de sangre salga al exterior. Lo demás lo hace el cerebro, sus pulsaciones disciplinadas durante un tiempo limpian toda esa mancha. En pacientes conscientes, colaboradores se puede realizar bajo anestesia local. El éxito del tratamiento está sujeto de la propiedad que tiene el encéfalo, como una esponja comprimida, de reexpansión. Por eso, hay darle un tiempo de espera para que recupere lentamente su forma.

Tengo una consanguinidad especial con el hematoma subdural. Lo he tenido muy cerca: como cirujano y como familiar. Lo he visto en todas las latitudes y escenarios. Desde Reagan hasta C. Kirchner. En los ambientes académicos y universitarios, varios de mis profesores lo han sufrido. Altos funcionarios del estado colombiano lo han padecido. Hace unas décadas el expresidente Lleras Camargo y más reciente el exalcalde Petro. Un trauma en un escenario deportivo, balonazo, por ejemplo, puede ser una causa. Ocupó nuestra atención en la última semana lo de Diego Maradona. Incluso discusiones éticas alrededor y es cuando en estos individuos, con responsabilidad colectivas, la divulgación de la historia clínica o sus efectos deba ser conocida. Los comunicados institucionales son tranquilizadores.

La inmensa mayoría de los pacientes evolucionan muy bien y luego de dos semanas pueden reintegrarse a sus labores habituales. El subdural de mi padre cambió la historia de mi familia. Se cumplió uno de los aforismos de nuestro ejercicio: la complicación en los médicos. Resultado después de tres cirugías: perdió el lenguaje y quedó paralizado del lado derecho. Tenia la intención de regresar de la política a la cirugía general, su verdadera pasión. Años de rehabilitación diaria, ejercicios motores en mano y encontrar las palabras esquivas fueron una de las tareas más difíciles. Nos transmitió con su carácter el significado de perseverar y como el núcleo familiar y su adherencia en los programas de recuperación marca el resultado. “Nunca dejes de soñar” fue su herencia, él lo logró.

A su regreso de USA después de cirugía del subdural, el expresidente Lleras Camargo escuchó con atención las sugerencias de su neurocirujano y amigo, Jaime Gómez Gonzalez. Doña Bertha Purga de Lleras comprendió la necesidad de tener en Colombia una institución especializada en enfermedades del sistema nervioso. Cómo presidenta de la Junta abrazó con generosidad y firmeza la fundación y creación del Instituto Neurológico de Colombia que miraba Bogotá desde los cerros de la avenida quinta. La grandeza jamás se duerme en las enfermedades. Durante décadas fue centró académico por excelencia donde se formaron especialistas en Neurología y Neurocirugía, hoy distribuidos en el país y en Latinoamérica. Por esas veleidades administrativas fue cerrado en 1996. No obstante, no ha muerto. Cada uno de sus egresados, en el sitio que estemos, llevamos un pequeño instituto en nuestro comportamiento y en nuestro corazón

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