Jacobo Solano

Periodista y escritor colombiano-italiano, artista visual y conceptual, creador de contenidos digitales y contador de historias del mundo.

Jacobo Solano

Julio Yamin, el Rambo criollo

Valledupar la semana pasada fue tendencia a nivel nacional en redes sociales, pero no fue por el festival Vallenato, ni por el Río Guatapurí, ni por la novela de Leandro Díaz. Fue por un caso de intolerancia, rápidamente replicado por medios nacionales, de Julio Yamin Berradinelli, quien nos mostró ante el país como una ciudad de bárbaros, donde cualquiera saca un fusil o una pistola en plena calle y resuelve sus diferencias a plomo. Un hecho que nos recuerda ese pasado violento que nos marcó, con dos personajes que le hicieron mucho daño a la ciudad: Jorge 40 y Simon Trinidad, los comentarios en redes eran: “Valledupar, ciudad de paracos” “Uy yo a Valledupar no voy” “En esa ciudad todo es plomo”, y lamentablemente tenemos que reconocerlo, Valledupar hoy, es una ciudad de sangre, sumida en una crisis violenta, sin límites, que nos relaciona con la Medellin de Pablo Escobar. Actos como este, aterrorizan a la gente y desnudan nuestras miserias. Queremos ser una ciudad turística y creativa y pasamos haciendo foros para buscar fórmulas. Pero ¿Quién se atreve a visitar o invertir en un lugar con cifras cómo está? Más de 110 asesinatos este año. Imaginemos que un turista desorientado, en contravía se encuentre con Julio Yamín. No es justo que tantos representantes del sector turístico luchen por sacar a Valledupar adelante y pasen cosas cómo esta, que nos ponen en la vitrina negativa del país. Valledupar es una ciudad donde no pasa nada y pasa de todo, recordemos el caso de la cuatrimoto, cuando asesinaron a una persona en plena vía y no hubo condenas, a pesar de que todos saben quien fue. 

Y más increíble aún, que el alcalde Mello Castro, ni siquiera con un trino haya reprochado el caso ¿Con qué autoridad puede exigir el alcalde que la gente no acuda a la violencia? Si no condena el episodio de su propio tío, quien además ni siquiera ha sido capaz de pedir excusas a la ciudadanía, pero sí salió a defender lo indefendible, muy tranquilo, haciendo entrega de un arma traumática y culpando a los jóvenes, víctimas del incidente. Al Coronel de la Policía en el César, debería darle vergüenza ese procedimiento, no hubo prueba de alcoholemia a los jóvenes, ni incautaron las armas para saber si habían sido disparadas.

Como si fuera poco, que sus policías salgan en un video, escoltando a Yamin, sirviendo de idiotas útiles. En el video, El Rambo oriundo de Barrancas, La Guajira no dijo nada de los disparos que hizo, según declaró una de las víctimas, la joven Lucia Ovallos, “El señor guapo se bajó con sus armas apuntándonos y diciéndonos que nos arrodilláramos, que nos iba a matar”.  Así como lo oyen, pretendía arrodillar a todos y que se pusieran a su merced, como si él fuera Dios, mostrando una cobardía infinita. Otro de los jóvenes implicados, Laureano Andrés Martínez, interpuso una denuncia penal contra Yamín y confirmó que el ganadero, sí hizo disparos al piso, disparos que pusieron en peligro a los transeúntes y habitantes del sector ¿Qué tal si alguno de esos disparos hubiese alcanzado a alguna persona, a un menor o a un bebé? Muchas personas salen a caminar en el parque Novalito, precisamente a esa hora.

Esa imagen del Rambo criollo, armado hasta los dientes, le ha dado la vuelta al país y no conforme con eso, en una entrevista en Radio Guatapurí, intentó posar de mártir, culpando a los jóvenes de amenazarlo, asegurando, casi entre lágrimas, que él era el verdadero afectado, inventándose una trama poco creíble, el justiciero cazador de borrachos, sobre todo él, que nunca ha conducido borracho, sí como no. Se nota que Yamín tiene un temperamento que necesita revisar, este tipo debe  buscar ayuda, porque su actitud raya con lo psicótico. En esta película de terror la que peor librada salió fue la marca ciudad. ¿Hasta cuándo seguiremos en lo mismo? ¿Cuándo será que van a entender que ya la época de la marimba pasó? Que los paracos son una historia siniestra de sangre que queremos olvidar. Ahora, cualquiera con un teléfono puede hacer viral cualquier situación y todos estamos expuestos a convertirnos en protagonistas.  Nadie quiere una sanción social sin precedentes, eso nos puede marcar la vida y la de nuestras familias, mucho menos estar inmersos en problemas de tipo legal o penal. Ojalá la Fiscalía y el Director Andrés Palencia, lleguen hasta las últimas consecuencias con este caso que nos avergüenza y evidencia que la intolerancia es una de las principales causas de la violencia en el país.

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