La copia y el original (Parte 2)

-¿Cuál es el concepto? Era la pregunta obligada con la que nos recibía el profesor de diseño en segundo semestre de arquitectura. Luego del desconcierto causado en los estudiantes por semejante pregunta, veíamos como quienes tenían más cháchara sobresalían sobre los tímidos y poco habladores. En las torturantes trasnochas, realizando planos y maquetas, poco espacio mental nos quedaba para “el concepto” y nos tocaba pasar por listos o torpes con nuestras improvisadas respuestas a la peliaguda pregunta. El modesto proyecto, al que se le reclamaba un concepto, seguía siendo apenas un tanteo de parte de un aprendiz de arquitecto… pero de repente se veía iluminado por la pregunta (To be, or not to be) que lo trasladaba más allá de sus humildes líneas en el plano y sus pobres volúmenes en la maqueta. De repente nos veíamos transformados en “filósofos” ocupados en desentrañar “el concepto”.

Este recuerdo surge al preguntarme dónde está el concepto en una obra de arte, si hace parte de su esencia o viene después como un anexo. ¿El artista se ocupa de él o es asunto de críticos e historiadores? En los rollos chinos hay múltiples sellos y caligrafías que son comentarios y poemas de personas que los intervinieron después del pintor. ¿Podría ser ahí donde surge el concepto? Con pinceles se ejecuta la pintura y con pinceles se hace la caligrafía: pintura y escritura están emparentadas y no hay mayor distinción entre lo pintado y lo escrito.

El critico habla por el pintor, el pintor se queda en silencio. “Bête comme un peintre” rezaba el dicho popular hasta que llegó el concepto de mano de un artista quien, con un gesto genial del que han surgido miles de textos y es mención obligada en la historia del arte, convertiría un orinal en un objeto de culto. Esta fue la obra magna de un hábil pintor que decidió abandonar el pincel para seguir jugando ajedrez. Con sus formas lisas y sus elegantes curvas, ese despreciado orinal se convirtió, gracias al concepto, en una obra maestra. Es el objeto de referencia obligada, el lugar común que de tanto mencionarse se ve, un siglo después, un tanto domesticado, banalizado. Una escultura lisa de formas redondeadas de Koons o de Botero que no tienen concepto, que con un “Wow” están justificadas, tienen la misma raíz genética de la fuente de Duchamp ¿o no?

¿Podemos considerar a La Bachué una obra conceptual? Cuando Duchamp le puso bigotes a la Monalisa y le escribió las letras L.H.O.O.Q. pasó de ser una reproducción, como millones de otras de la famosa obra de Leonardo, a ser única. Conceptualmente pasó de ser una reproducción corriente a convertirse en un original digno de un museo. 

La Bachué apareció rota en diagonal por toda la cintura. Con una burda varilla se unieron las dos partes. Se dice que tan torpe restauración fue ejecutada en el Museo del Louvre…

¿Romperla en la mitad podría considerarse un gesto conceptual? Sin duda, pero lo más seguro es que fue accidental… aunque esta misteriosa pieza invita a cualquier especulación, hasta a las más imaginativas. El granito en el que está tallada es de gran dureza y no quedaron rastros, fisuras o ralladuras que indicasen que hubiese sufrido una caída cuyo resultado fue tan desastroso. ¿Fue intencional su ruptura? ¿Tendrá que ver con sus orígenes masónicos que se le hubiese fracturado?

Esta obra, cargada de símbolos, no podría ser más anacrónica, vista hoy como a comienzos del siglo pasado. Cuando Marta Traba le hizo el golpe de estado al provinciano arte colombiano para llevarlo por el camino de la modernidad, los bachués fueron archivados en los anaqueles del olvido y su emblemática obra estuvo desaparecida por décadas. Al mito que la inspiró se le añadieron nuevas ficciones que han reforzado su naturaleza ecléctica. Entre la imagen popular, muy cercana a las religiosas que se venden en las galerías de los pueblos, y la obra de arte que es considerada, queda un espacio donde cabe tanto la charlatanería como “el concepto”. Su calco en bronce está en ese “entre”, en lo inaudito (lo que no es audible según François Jullien). Es en la copia donde “el concepto” se desenvuelve, es en ella que surge la perplejidad propia del arte conceptual. Y es en la copia de la pieza ya alterada, con sus cicatrices borradas y restituido el tatuaje de la parte baja de la espalda (la región lumbar con tanto riesgo de sufrir lesiones) desaparecido en buena parte con la ruptura, que la convirtieron en otra. Su calco dejó de ser mera copia a ser un objeto autónomo o un shanzhai como los que menciona Han en su libro dedicado a esa manera tan particular que tienen los chinos de apropiarse de cuanto producto les llega a las manos. 

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