La economía colombiana en ascuas

La confluencia del COVID - 19, el desplome de los precios del crudo hasta los US 25 el barril y la incertidumbre que han generado, provocó la caída de las bolsas en todo el mundo y de paso disparó la cotización del dólar, atribuible a la correlación inversa del 84% que tiene con el precio del petróleo y a la huida de las inversiones de portafolio desde los activos de mayor riesgo (como las acciones y el petróleo),  buscando refugio en el dólar y en el oro. El peso colombiano perdió peso, convirtiéndose en la moneda más devaluada del planeta después del rublo ruso, llegando al record histórico de $4.000 por dólar la cotización de este.

Ante semejante amenaza que acecha a la economía colombiana, el Ministro de Hacienda Alberto Carrasquilla declaró que “la economía mantiene un grado de solidez lo suficientemente importante como para soportar estos eventos”. El Viceministro de Hacienda Juan Alberto Londoño se apresuró a decir que “los fundamentales de la economía están bien”. En ello coincidió el Gerente del Banco de la República Juan José Echavarría, según él “los fundamentos de la economía colombiana se mantienen sólidos y permiten absorber los choques externos descritos sin traumatismos severos sobre la actividad real y la estabilidad financiera”.

Nos recuerdan con tales aseveraciones la desatentada declaración del ex ministro de Hacienda Oscar Iván Zuluaga, quien ante los embates de la crisis financiera de 2008 afirmó categóricamente que “el país está blindado contra la crisis” y ya sabemos lo que pasó. El crecimiento del PIB en 2008 cayó 5 puntos porcentuales con respecto al del 2007, al pasar del 7.5% del PIB al 2.5% (¡!), al tiempo que la tasa de inflación cerró el año en el 7.7%, desbordando el rango – meta de la inflación - objetivo del Banco de la República que era  la horquilla 3.5% - 4.5% (¡!).

Por ello, conviene establecer qué tan “blindada” está la economía colombiana frente a este choque externo. Empecemos por decir que, aunque el Ministro de Hacienda se vanagloria del magro crecimiento del 3.3% del PIB en 2019, porque supera el crecimiento tanto de la economía global como el de Latinoamérica, lo cierto es que venimos de un crecimiento potencial de la economía del 4.8% en 2012 a otro de 3.5% y lo que es peor ya completamos 4 años consecutivos creciendo por debajo de este crecimiento potencial. Además, la tasa de desempleo que supera, según el DANE, el 13% es la más alta en los últimos 6 años y mientras el crecimiento del PIB siga por debajo del 3.5% se va a seguir destruyendo empleo en lugar de generarlos.

El déficit de la Cuenta Corriente de la Balanza de pagos, según el Banco de la República, viene in crescendo, del 3.3% en 2017, al 3.8% en 2018 y cerró 2019  en el 4.39% (US $13.800 millones) y con tendencia a su agravamiento es alarmante. Según el Banco de la República se espera un déficit del 4.4% y según el propio Ministerio de Hacienda de 4.6% para el 2020. Las exportaciones colombianas no han sabido o no han podido sacarle partido a la competitividad que derivan de una tasa de cambio tan competitiva como la actual, dado que el peso colombiano sigue estando entre las más devaluadas del mundo. Pese a ello el monto de las importaciones siguen superando el monto de las exportaciones, con el agravante que estas siguen concentradas en los productos primarios, encabezados por el carbón y el petróleo, superando este último el 40%.

De allí la gran vulnerabilidad de la economía colombiana frente a la amenaza externa que representa la desaceleración del crecimiento de la economía global, que puede derivar en una recesión. Recordemos que la apuesta del Ministro de Hacienda Alberto Carrasquilla de un crecimiento del PIB el año anterior del 3.6% no se alcanzó y el registro fue del 3.3%; la proyección para el 2020 era del 4% y ahora, según el Plan financiero 2020 se rebajó al 3.7%, asaz difícil de alcanzar y ahora menos con los negros nubarrones que se ciernen.

Como lo advierte el Presidente de ANIF Mauricio Santamaría, el COVID-19 y la guerra de precios del petróleo “nos están dando duro. Sobre todo están poniendo de presente temas como la vulnerabilidad externa y la fiscal, que no nos ayudan a sobrellevar estos choques”.

De hecho, ANIF acaba de revisar su previsión de crecimiento para este año del 3.4% al intervalo entre 1.8% y 2%. Por su parte FEDESARROLLO cambio su proyección desde el 3.5% al 2%, como escenario optimista y al 0.4% como escenario pesimista. Pero, la tendencia es hacia un agravamiento de la crisis, que puede conducir a la economía al estancamiento o lo que es peor a una recesión peor que la de 1999.

La Junta directiva del Banco de la República acaba de tomar varias medidas, en línea con la intervención que han dispuesto los demás bancos centrales en el mundo, entre ellos la Reserva Federal en EEUU y el Banco Central Europeo, tendientes a inyectarle liquidez a la economía y contener los brotes devaluacionistas e inflacionarios.

En efecto, la Junta le ha salido al paso a la actual coyuntura, reduciendo su tasa de interés de intervención desde el 4.25% al 3.75%, que no se veía desde 2014, aumentando el cupo de endeudamiento de la banca comercial, como prestamista de última instancia que es, aumentando la disponibilidad de $9 a $23.5 billones, de los cuales $12 billones corresponden a repos de deuda pública y $5 billones de deuda privada, a los cuales podrán acceder mediante subastas.

Complementariamente se activaron unos mecanismos de Forward, a través de los cuales tanto a los bancos como a los cambistas se les ofrece la opción de hacerse a coberturas que les permita protegerse frente a la volatilidad de la tasa de cambio, producto del nerviosismo y el stress del mercado. Estas medidas van en la dirección correcta, pero dada la magnitud del reto que se enfrenta pueden llegar a ser insuficientes, razón por demás para no bajar la guardia por parte de la Junta.

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