En los medios, a veces se habla de “la generación del 98”, un grupo de intelectuales españoles nacidos entre 1864 y 1876; de la generación del 27, otro grupo peninsular similar que brillara a partir de 1920; de la generación “sin nombre”, una cohorte de escritores colombianos nacidos entre 1939 y 1949. También de las generaciones X, Y, Z, baby boomers, millennials, post millennials, centennials, y otras.
Hoy se podría hablar de lo que bautizaría como generación M dado que varias de las pulsiones que mueven a la generalidad de sus integrantes comienzan con la letra M y denotan rasgos, tendencias, sensibilidades más o menos comunes. Entre otros, se hallan los siguientes referentes, que evocan fuerzas o presiones ante las cuales “los emes” vibran con pasmosa facilidad:
• Motos. A los militantes les fascina ese medio de locomoción, llamado así, tal vez, porque los enloquece la velocidad. Dominan cuantos modelos haya de motos, y conocen al dedillo el nivel de estrépito que pueden alcanzar, sobre todo en horas en que la gente “anormal” está de sueño o descanso. Según diversos estudiosos, obedecen al principio “a menos cerebro, más ruido”.
• Mochilas. Prenda que se tomó al país, y al mundo, hace varios años y que fuera de uso restringido. Ahora, quien va en moto sin mochila es un desmochilado y merece que lo enmochilen. ¡Que no se note la pobreza!
• Mozas/os. Quien milite en las huestes emes va con su moza o mozo, en el sentido colombiano (amante, amiga/o especial), no en el sentido de España, donde mozo o moza es una persona joven.
• Modas. Gran debilidad por intervenir la cabeza, y el cerebro, con toda clase de peinados, cortes, colores (lo que se llama “Hair Management”); por los tenis, preferentemente blancos; los bluyines y pantalones ceñidos, con las marcas íntimas bien perfiladas; las blusas abiertas para proyectar los senos, insinuados o casi exhibidos, lo que en el futuro llevará a que queden a la vista, al igual que la zona genital o digital.
• Marihuana. Yerba cultivada en huertas caseras y consumida en condominios, centros educativos, oficinas, gimnasios, clubes, bodas, cumpleaños, grados, reuniones políticas, velorios, etc. Donde y cuando sea posible ejercer “el derecho al libre desarrollo de la personalidaT”, como dice Petro.
• Marxismo-narcisismo. Muchos integrantes son emes adoctrinados en la lucha de clases, en las “reivindicaciones” históricas de los ancestros y las “ancestras” (dice Francia “Márxquez”), tarea ejecutada desde hace lustros por Fecode y sus socios en colegios, universidades, medios, redes, etc.
Ante tan singular conjunto de referentes, el alcalde de Medellín, Daniel “Kingtero”, miembro honoris causa de la generación M, tuvo un gesto de especial valor intelectual al añadir una séptima M: la masturbación. Al respecto, en marzo de 2022 lanzó la campaña “Para el mal humor, hazte el amor”, ilustrada con una mujer en plena acción. Dirigida por la Secretaría de la Juventud, busca que la masturbación (un p e c a d o m o r t a l hasta hace poco) sea entendida “como una práctica para mejorar el estado de ánimo y hacer de un día malo uno bueno para no olvidar”, pues, argumenta, “el orgasmo libera serotonina, oxitocina y endorfinas”. Y “quinterofinas”…
La idea empata con la práctica del “dogging”, definida en Google como “sexual activity between people in a public place”. Ya se ve en calles, parques, escuelas, colegios, universidades, clínicas, seminarios (con actos inconfesables). La alternativa serían los “3M, Masturbatorios Municipales de Medellín - Ambientes púbicos en sitios públicos”. Si el alcalde se le mide, sería su obra histórica de mayor envergadura.
INFLEXIÓN. Quintero cree que así hará de una alcaldía mala, como la suya, una buena para no olvidar - *Nota: esta columna regresa el próximo 16 de diciembre. ¡Hasta entonces!