En las recientes semanas, Colombia se ha estremecido como sociedad al conocer una serie de asesinatos múltiples en diferentes regiones del país. Hechos lamentables, repudiables desde todo punto de vista, que no solo enlutan a los familiares de estas personas que en su mayoría eran jóvenes, sino que nos hacen reflexionar sobre lo que puede estar fallando en el modelo de país que construimos todos los días.
Cada colombiano es una parte de nuestra Nación, así es que Colombia queda disminuida cuando se apaga con violencia la vida de uno de nuestros conciudadanos. Inevitable preguntar, con dolor e indignación, denunciando la injusticia, ¿quiénes y por qué están matando a esos compatriotas?
Para algunos es no solo tentador y fácil, sino además útil politicamente, sugerir que el responsable de todo lo sucedido es el gobierno. Sectores políticos de izquierda no dudan en salir rápidamente a inculpar a las autoridades del daño que durante décadas han provocado los grupos armados ilegales. Y si bien es cierto que en esta democracia todos defendemos los derechos humanos y rechazamos cualquier forma de violencia, también es insostenible y mediocre, moral y éticamente, que hoy se traten de limpiar las manos de los verdaderos criminales y se quiera cambiar la verdad.
Seamos claros, la causa de muchos de los crímenes que hoy enlutan a Colombia es el narcotráfico. Varios de los últimos hechos atroces que nos conmueven coinciden con el mapa de los cultivos ilícitos: asesinatos, secuestros y extorsiones. Y la realidad es que el presidente Iván Duque recibió un país con 200 mil hectáreas de arbusto de coca, resultado de la complacencia de su antecesor quien entregó todo a cambio de firmar una paz con impunidad con las Farc. Alias ‘Jesús Santrich’ (y sus amigos), terrorista y narcotráficante, es un solo ejemplo de que muchos de ellos nunca abandonaron el negocio del narcotráfico. Hoy tenemos al ELN, Disidencias Farc, Clan del Golfo, Los Pelusos, todos estos grupos crimínales detrás de este negocio ilegal.
¡Cuidado! La amenaza para Colombia no son sus instituciones democráticas y la guerra contra las drogas no es la causa de la violencia. No. La guerra contra las drogas es la única respuesta de un Estado responsable con sus ciudadanos, ante una amenaza tan poderosa, que provoca destrucción y dolor, altera nuestra escala de valores como sociedad y destruye familias.
No podemos olvidar que el narcotráfico ha sido el combustible histórico de las guerrillas, los grupos de autodefensas y la delincuencia común. Violencia y más violencia que lo único que nos ha dejado son lágrimas y pobreza. No permitamos que se haga politiquería con estas muertes. El Gobierno del Presidente Iván Duque, en un gran esfuerzo, frenó la tendencia creciente de los cultivos ilícitos y el año pasado los redujo en 9 por ciento.
Bienvenida la aspersión aérea con tecnología y con todas las precauciones necesarias definidas por la Corte Constitucional, porque el mejor garante de los derechos humanos es un Estado democrático que monopoliza el uso de la fuerza en todo el territorio e implementa una agenda social amplia.
Encima. El Congreso de la República pronto aprobará un proyecto de ley sobre regalías que debatimos mientras escribo esta columna. Profundizará la descentralización administrativa, la participación ciudadana y el desarrollo sostenible llevando prosperidad e inversión social para todos los colombianos gracias a los recursos generados por la explotación responsable de los recursos naturales no renovables que pertenecen a toda Colombia y, entre otras bondades, extenderá el acceso a internet a todas las ciudades y campos de Colombia gracias a proposiciones que presenté para cerrar la brecha digital y avanzar en conectividad.