La parábola de San Miguel

“Amor no quita conocimiento”, reza un dicho sensato que hemos escuchado desde siempre; en el caso de los habitantes de este bello Valle de Aburrá la frase podría reformularse en “desconocimiento no quita amor”. Porque mucho queremos y defendemos nuestra tierra, pero qué poco la conocemos. Pocos sabrán decir en qué año se fundó su amado municipio, cuántos habitantes, barrios o quebradas tiene o cuáles son las riquezas naturales que nos reserva El Alto de San Miguel, lugar de origen del Río Medellín o Aburrá, es un perfecto ejemplo de ello.

En el extremo sur de este valle, en el municipio de Caldas, una compleja mezcla de condiciones orográficas, hidrográficas y climáticas da origen al sitio más importante de la metrópoli en materia de biodiversidad. San Miguel alberga el 16% de la biodiversidad reportada para Colombia; allí se encuentran cuatro de las seis especies de felinos salvajes que hay en nuestro país; también se han identificado decenas de especies de mamíferos, reptiles, anfibios aves e insectos; algunas de ellas son endémicas de esta zona, es decir, sólo existen en San Miguel.

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Bocydium sanmiguelense. Fotografía cortesía del la Alcaldía de Medellín.

Además de la enorme diversidad, en el Alto de San Miguel se hacen evidentes las dos principales características naturales de nuestro valle: montañas y agua. En este nudo montañoso tenemos una fuente permanente -pero finita- de agua que hace posible la mencionada biodiversidad y que recorre nuestra ciudad. En el Valle de Aburrá, por fortuna, hemos entendido poco a poco la importancia de nuestro río y por eso llevamos varias décadas procurando protegerlo y reconstruyendo nuestra relación con él. Para cuidar el río, obviamente, debemos proteger su origen.

San Miguel cuenta actualmente con una declaratoria de Reserva Natural Protectora Regional que abarca más de 1.600 hectáreas y que nos ofrece recursos jurídicos y técnicos para preservar este tesoro natural. Gracias a ello vemos en el Alto diferentes iniciativas de reforestación, conservación y educación ambiental sin las cuales este lugar estratégico no podría sobrevivir a la afectación humana. No siempre fue así: hasta hace unos treinta años una buena parte del alto de San Miguel estaba cubierta por potreros que crecían a través de la deforestación, secando fuentes de agua y ahuyentando especies animales; por fortuna, el ya desaparecido y extrañado Instituto Mi Río puso su atención en este sitio y empezó un proceso ambicioso de recuperación. Desde 1993 la Alcaldía de Medellín es propietaria del 60% de la reserva -814 hectáreas- y ha sido, en compañía de los habitantes de la vecina vereda La Clara, la única doliente del lugar.

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Créditos:
Panorámica del Alto de San Miguel. Fotografía propia

A todos debería dolernos ver cómo el flujo de turistas que visita el lugar cada fin de semana deja las riveras llenas de basura, a todos debería enfurecernos ver a ciertas personas lavar sus carros en medio del recién conformado aún joven y cristalino río Aburrá, todos deberíamos exigir a las autoridades ambientales metropolitanas y municipales un compromiso total con el cuidado de una de nuestras mayores riquezas ambientales. Actualmente, ni el Área Metropolitana ni Corantioquia invierten recursos en la protección de San Miguel, situación incomprensible que debe cambiar en un futuro próximo si estas entidades están realmente comprometidas con la sostenibilidad de nuestro valle.

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Mapa del Alto de San Miguel por los guardabosques Vereda La Clara. Esa es la parábola de San Miguel

Al visitar el Alto de San Miguel en compañía de sus dedicados guardabosques aprendimos algo simple pero muy simbólico: el río Aburrá no nace, se conforma. No hay un lugar de nacimiento del río, hay cinco quebradas que confluyen progresivamente para conformarlo. Al aprender esto es inevitable pensar en nuestra ciudad: Medellín no nace cada cuatro años, viene conformándose desde hace mucho gracias al aporte de diferentes actores; ese es su origen, esa es su esencia. Por eso duele y preocupa la llegada de un discurso “deforestador” que viene a enturbiar las aguas y a dividir los afluentes que han permitido el progreso de nuestra ciudad. Para cuidar la ciudad, obviamente, debemos proteger su origen.

Medellín no nace, se conforma permanentemente con el aporte de todos.

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Nota: desde hace 13 años el Municipio de Medellín, a través de su Secretaría de Medio Ambiente, contrata actividades de protección y educación ambiental en el Alto de San Miguel con la JAC de la vereda La Clara. Por diversas razones jurídicas, dicho contrato no se renovó para 2021; se están haciendo las gestiones necesarias para que los mismos guardabosques de La Clara sean contratados en mejores condiciones laborales con el Parque Arví, que de la mano de los históricos guías ambientales serán los nuevos encargados de proteger el Alto. Por parte de la Secretaría de Medio Ambiente existe el compromiso de resolver ese asunto en las próximas dos semanas para que el conocimiento y la experiencia adquirida no se pierdan. Estaré atento a ello

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