Enrique Herrera
Experto en Desarrollo Rural, Tierras y Agro. Abogado, Especialista en planificación y administración regional del Cider y Magister Artis en Administración Pública del Instituto Ortega y Gasset de Madrid, España. Con vasta experiencia en el sector público y analista de políticas públicas del sector tierras, desarrollo rural y de política electoral.
Enrique Herrera

La ruralidad no aparece en la conversación urbana ni en la voz de los candidatos

La ruralidad no existe en la conversación urbana como tampoco en la agenda política, ni pública ni gubernamental de las grandes ciudades. Tampoco conversa con lo urbano. Y ello  invisibiliza la ruralidad, la vuelve marginal.

La gente citadina está desconectada del campo. No tiene idea, o solo una vaga idea, de la alta interdependencia de la urbe con lo rural y viceversa. No es consciente  que de la ruralidad pende, entre otras cosas, el suministro de energía eléctrica, agua potable, alimentos, bienes y servicios ambientales que le proporciona a la urbe; o que en la ruralidad se cocina la violencia y el cambio climático. Tampoco saben cómo se producen los alimentos, el pan o el queso, por ejemplo. 

La idea que tiene el ciudadano urbano es que lo urbano es una cosa  y lo rural otra o que por un lado va lo urbano (por donde va él) y por el otro lo rural (ajeno a él) cuando hoy día eso no es así pero, la gente urbana  cree que es así; y por lo mismo, la ruralidad no tiene marco conversacional y no aparece en la agenda pública de las grandes ciudades.

Las palabras ruralidad y agro no aparecen en el  vocabulario de los candidatos a las alcaldías de las grandes urbes, como tampoco en el del ciudadano urbano ni  en el de los funcionarios de gobierno y ello perpetúa el estado de cosas, mantiene la brecha urbano rural y  recrea mundos antagónicos  -campo y ciudad-  cuando no lo son.

No todo ocurre en la ciudad como tampoco, no todo sucede en la ruralidad sino que entre las dos dimensiones debe haber una relación simbiótica. La ruralidad dejó de ser hace mucho solo agro  -hoy es muchas cosas- aunque varias políticas públicas no lo vean así. Y he ahí el meollo. 

El enfoque y la literatura de ahora señalan que entre urbe y ruralidad existe un espacio continuo e interconectado  en muchos frentes y que además, las ciudades  influyen, son influidas e interdependientes con lo rural a través de unos flujos recíprocos de bienes, servicios, mercado, personas, información, finanzas, relaciones sociales que crean vínculos. Lo rural no es solo agro sino que son vínculos. He ahí el enfoque.

Pero la ruralidad tiene, desde lo público, 3 “maldiciones”: la diseñan desde lo sectorial y no  desde los vínculos urbanos-rurales y así la aíslan del resto; la circunscriben  a lo agrario; y  la desconectan de lo urbano como si fueran dos mundos apartes. 

Ojalá que para estas elecciones y para los nuevos planes territoriales de desarrollo, las ciudades, los candidatos y las  autoridades comprendan que el enfoque de los vínculos es la nueva forma de intervenir y relacionar, a través de la política pública, la ciudad con el campo; y que las ciudades sostenibles son las que fortalecen dichos vínculos porque no todo, como mucha gente cree, sucede en las ciudades.

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