Luis Betancur Correa

La ruta hacia ciudades sostenibles

El concepto de sostenibilidad aparece por primera vez, en 1987 en el Informe Brundtland publicado por Naciones Unidas y elaborado por la comisión liderada por la doctora Gro Harlem Brundtland. También llamado Nuestro futuro común, este  documento alertó sobre las consecuencias medioambientales negativas del desarrollo económico y la globalización, tratando de ofrecer soluciones a problemas derivados de la industrialización y el crecimiento de la población.

En 2015, gobernantes de varios países se reunieron en la Cumbre del Desarrollo Sostenible en NY, con el propósito de aprobar un plan de acción que asegurara el progreso social y económico en el mundo. En esta reunión se firmó y se puso en marcha la Agenda 2030, una iniciativa basada en 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que buscan hacer del mundo, un lugar mucho mejor, al garantizar las necesidades presentes sin comprometer las futuras generaciones, enfocado en tres pilares fundamentales; protección medioambiental, desarrollo social y crecimiento económico.

Este plan promovido por la ONU tiene entre sus objetivos la erradicación de la pobreza y el hambre, la igualdad de género, mejorar la salud, crecimiento económico, ciudades y comunidades sostenibles entre otros y combatir el cambio climático desde distintos frentes, siendo uno de ellos el impulso de las ciudades y los territorios sostenibles, cuyo desarrollo ayudará a mitigar las consecuencias adversas cada vez más visibles, por el maltrato que hemos dado al planeta.

Por esto la sociedad, está girando hacia una conciencia colectiva que necesita cuidar su entorno, sus hábitos de consumo y su forma de interactuar con el medioambiente, extendiéndose a todos los ámbitos de la vida. La sostenibilidad forma parte de la vida diaria de las personas, aunque no se sea consciente de ello. Por esta razón, los gobiernos deben pasar a la acción, siendo conscientes de la magnitud del problema y evitar utilizarlo con fines politiqueros (de campaña) o para vender libros.

Es aquí, donde las ciudades sostenibles toman  relevancia al impulsar la transición energética hacia un modelo con mayor abastecimiento por medio de energías renovables, es decir, ciudades amigables con el medio ambiente, que integran el verde en el entorno urbano, (no líneas pintadas de verde en cuasi autopistas o puentes), que reducen emisiones de CO2 e implementan sistemas de transporte público eficientes y soluciones de movilidad sostenibles, entre otras, generando beneficios y competitividad, dando respuesta a nuevas exigencias de vivienda y manera de habitar el mundo, como cercanía al colegio, al trabajo, a centros deportivos y entretenimiento, a servicios de salud y acceso a diversos modos de transporte, es decir a un estilo de vida sostenible y confortable.

El desarrollo homogéneo de las ciudades inteligentes y sostenibles es complejo, sobre todo por que serán cada vez más densas y extensas. Se estima que al 2030, dos tercios de la población vivirán en ciudades según la ONU, afectando la movilidad, el consumo de recursos naturales, entre otros, por lo tanto el objetivo es mejorar la calidad de vida a través de proyectos de transformación y desarrollo urbano, soportados por tecnologías emergentes, con sistemas interoperables que garanticen la eficiencia, la sostenibilidad y la flexibilidad, permitiendo al ciudadano, ser el centro y el gran beneficiado.

Uno de los grandes desafíos de estas ciudades, esta en satisfacer la demanda ciudadana, en cuanto a prosperidad y a igualdad de oportunidades. Por el lado de la prosperidad, se imponen reglas de competencia que presionan a las ciudades a fortalecer aquellos sectores de la economía que presentan mayor ventaja competitiva, para que innoven y desarrollen productos y servicios adaptados a las cambiantes necesidades de los ciudadanos, garantizando mayor diversidad, ofreciendo extraordinarias experiencias a la ciudadanía.

Y de otro lado, en lo que se refiere a igualdad de oportunidades, con una ciudadanía cada vez más exigente en asuntos de diversidad, inclusión  y equidad en cuanto acceso a servicios básicos, oportunidades de empleo, vivienda, educación, servicios de salud, oferta cultural, espacios de ocio y deportes, se hace evidente que desarrollar una ciudad sostenible es un objetivo común entre gobierno, empresas, academia y ciudadanos.

Por esto, la estrategia de transformación de las ciudades, debe aprovechar herramientas como la analítica de datos, la localización inteligente, el Big Data y la inteligencia artificial, como apoyo para ordenar y enriquecer datos e identificar cuales tipos de intervención deben ejecutarse en el diseño espacial, la infraestructura vial, energética y saneamiento básico, la optima distribución de usos y zonas de activación económica, para fomentar emprendimientos, promocionar y transformar industrias, creando un mejor modelo de ciudad para el ciudadano, las empresas y el gobierno.

En las ciudades vive más del 50 % de la población, que consumen el 75% de los recursos naturales, generan 50 % de los residuos y emiten 50 % de los gases de efecto invernadero. Por esto es fundamental rediseñar y transformar las ciudades hacia una mayor sostenibilidad, realizando un detallado diagnóstico de cada caso, conforme a lo que se quiere y necesita, para ser “la mejor ciudad para vivir” midiendo los avance a través de indicadores sociales, económicos y medio ambientales.

Algunos de estos indicadores son, el índice de habitabilidad que analiza factores cualitativos y cuantitativos en categorías como estabilidad, salud, cultura, medio ambiente, educación e infraestructura. Otro es el índice de mejores ciudades que categoriza el perfil de las ciudades a partir de la opinión de visitantes, inversionistas y residentes. Y el ranking de ciudades para expatriados al categorizar las mejores para vivir y trabajar en el extranjero.

La sostenibilidad urbana inicia con la “reeducación” de la sociedad, empezando por casa, en torno a la reducción del uso de materiales contaminantes, la reutilización y reciclaje de desechos, el uso de energías renovables como la eólica, hidroeléctrica y solar, entre otras, convirtiendo a las ciudades a largo plazo, en lugares competitivos, generadores de empleo, rentables, con mejoras sociales (en salud, seguridad, servicios públicos domiciliarios, calidad del aire…), inversión y mayores ingresos fiscales entre otros beneficios.

El desarrollo de este tipo de ciudad se basa en la unión entre la protección de los ecosistemas, la participación social y el desarrollo económico equitativo, aportando múltiples aspectos positivos que promueven el bienestar ciudadano al solucionar algunas problemáticas sociales que mejoran la calidad de vida, como el acceso a vivienda, a servicios esenciales, a movilidad inteligente, educación, trabajo, a energías limpias y emisiones cero, creando innovadores modelos de ciudad con activa participación ciudadana y alianzas público – privadas, con el objetivo de generar beneficios permanentes para la comunidad.

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Luis Betancur Correa
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