Llegó el momento de dialogar

Pensé mucho sobre el tono con el que quería escribir esta columna. El país se encuentra atravesando una situación compleja de inconformismo, violencia y deseos de cambio que evidencia, una vez más, la desconexión que existe entre el gobierno nacional y la ciudadanía. En tiempos difíciles como este los tonos serenos y reflexivos tienden a ser tildados de tibios, mientras que aquellos que gritan lo que resulta popular son aplaudidos y exaltados. Creo fielmente que lo que necesita Colombia en estos momentos es una conversación, un diálogo entre todas las partes que esté a la altura de las circunstancias para dar los resultados que la gente espera.

Una de las muchas debilidades de este gobierno ha sido su poca capacidad de diálogo con la ciudadanía. No basta con hacer talleres construyendo país o con aparecer una hora todos los días en televisión si realmente no se está generando una conversación. Para lograrlo se necesita primero escuchar y es ahí donde el gobierno comete su primer error. El programa “Prevención y Acción” no está conectando al presidente Iván Duque con la realidad que viven las familias colombianas en medio de una pandemia que ha incrementado la pobreza, el hambre y el desempleo. En este espacio únicamente vemos al gobierno intentando hacer una rendición de cuentas permanente que se aleja de la realidad y las necesidades de la mayoría.

Por supuesto que dialogar no es fácil. Se necesita disposición y compromiso de las partes para llegar a consensos. A lo largo de mi carrera he tenido la oportunidad de participar y de coordinar espacios de concertación social con las comunidades, una experiencia que sin duda me hizo crecer personal y profesionalmente pues aprendí la diferencia entre oír y escuchar. Sobre estas experiencias, quisiera dar lo que para mí son las 5 claves para un dialogó exitoso (sin duda hay muchas más).

La primera de ellas, es tener a las personas adecuadas sentadas en la mesa. La representatividad es clave para lograr la legitimidad del diálogo. Esto significa que sentarse a hablar con los líderes de los partidos políticos en este punto no es suficiente para que una conversación sea considerada válida y legítima. Hace ya más de 20 años que los partidos colombianos no representan los intereses de todos los sectores de la sociedad. El gobierno tiene el deber de hacer un mapa de actores amplio y entender quiénes son las personas que deben estar sentadas en la mesa. Conocer a las partes es vital para una construcción colectiva eficiente.

El segundo consejo es no olvidar las peticiones. Puede parecer obvio, pero es fácil que se pase por alto especialmente cuando no hay voceros claramente definidos por parte de los movimientos sociales. Siempre que se quiere organizar un diálogo hay que entender qué se solicita y por qué lo solicitan. El gobierno lo debe coordinar antes de sentarse en una mesa de diálogo y hacer un esfuerzo para interpretar las solicitudes. Asimismo, el gobierno debe tener unas respuestas básicas que seguramente se complementarán a medida que la conversación avance.

El tercer punto es lo que asegurará que el diálogo se respete y continúe: establecer las reglas de juego. Este es un proceso que se hace en conjunto. No se pueden imponer las reglas de juego porque esto mina la confianza del diálogo desde un comienzo. Se deben definir los puntos en la agenda, quién o quiénes serán los voceros autorizados o interlocutores por cada tema y cómo se establecerá ese diálogo en los distintos espacios. Se necesita tener claras las reglas de juego, así como la forma en la que se comunicarán los avances y la información que se le contará al público.

Generar confianza y empatía es el cuarto de los consejos. Este es especialmente difícil de alcanzar por los excesos y las violaciones a los derechos humanos. El ambiente ya es hostil y es necesario que las partes comiencen a sentir empatía entre ellas. No tienen que caerse bien, pero sí dar muestras de respeto y construir confianza, donde la prioridad sea escucharse y no imponerse. 

El último de mis consejos es crear indicadores. Lo que no se mide, no existe. Hay muchas formas de entender lo que es el éxito para uno o para el otro. Por eso, es muy importante ser claros en este punto para tener una meta final conjunta y unas metas parciales alrededor de los puntos. Uno de los grandes fracasos que tuvo la llamada “Conversación Nacional” es que nunca tuvo unos indicadores a los que la ciudadanía les pudiera hacer seguimiento. No se puede cometer nuevamente ese error. 

Llegó la hora para que el gobierno deje la soberbia a un lado y se siente a dialogar. Abrir la puerta al diálogo es abrir la puerta a encontrar una solución. Los colombianos han decidido salir a las calles a levantar su voz y es momento de escucharlos. Todos los sectores deben poner en la mesa sus mejores propuestas sobre cómo sacar al país de esta situación tan complicada sin pensar en cálculos políticos de cara a las elecciones del 2022. Que será difícil, sin duda, pero llegó el momento de estar a la altura de la conversación.

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