
En la madrugada tirado en la cama echándole cabeza al artículo por escribir, me dije: Tengo que escuchar La Hora de la Verdad, no sea que traiga alguna noticia que me haga cambiar lo pensado. Eso de la intuición es una cosa a la que hay que pararle bolas. Con la noticia del fallecimiento de Miguel Uribe comenzó el programa.
Escribir hoy sobre mi trumpismo, como lo señala el título, no está fuera de tono con el grave acontecimiento a pesar de la opresiva corrección política que se tomó hasta la derecha colombiana. Considero que el criminal atentado contra el precandidato del Centro Democrático ayudó a poner los ojos del gobierno de Trump en la difícil situación de nuestro país de cara a las próximas elecciones en las que nos jugamos el todo por el todo. Cuando algunos creían que los asuntos apremiantes en otros lugares del mundo distraerían la atención del gobierno americano hacía nuestra región, se hace pública una serie de acciones que demuestran todo lo contrario.
Esa corrección política hay que dejarla a un lado. Qué periodistas de derecha como Salud Hernández y Fernando Londoño posen en una actitud despectiva con respecto a Trump no nos es de mucha ayuda. Tampoco que la mayoría de candidatos de derecha se abstengan de mencionar al presidente de los Estados Unidos y ciegamente no cuenten con él como un aliado, demuestra que la arrogancia anti imperialista se encuentra arraigada en un bando como en el otro.
Me atrevo a hablar de trumpismo cuando nunca se habló de bidenismo, de obamismo, ni de bushismo, que bastante mal suenan al oído de cualquiera, ¿por qué? Sencillamente porque el presidente Trump se ha mostrado, en su medio año de gobierno, como un líder mientras que los otros nunca lo fueron. Vale la aclaración para no crear malentendidos, no vaya ser que me acusen de vendido al imperio. Para mi defensa también diría que no comparto ese odio a Trump tan disperso por el mundo entero con el que cualquiera de sus actuaciones es mirada con recelo, siendo que lo que me interesa principalmente es cómo salir del abismo en el que caímos torpemente.
Echándole un ojo a las recientes decisiones salidas de la Casa Blanca con relación al régimen criminal que rige en Venezuela desde hace veintiséis años, que no es poca cosa, podemos tener la esperanza de que Maduro y sus compinches caerán muy pronto. Que se ofrezcan 50 millones de dólares por su cabeza y que una orden presidencial autorice al ejercito de los Estados Unidos a emprender acciones contra los grupos terroristas en toda América Latina, dejan claro que la cosa va en serio y, más aún, cuando previamente se incluyó al Cartel de los soles como grupo terrorista y a Nicolás Maduro como el jefe de la banda.
Colombia está en la mira por ser en el mundo el productor número uno, de lejos, de cocaína y como el que alberga a grupos terroristas de gran peligrosidad para la seguridad de los Estados Unidos. Quien nos mal gobierna manifiesta públicamente su contubernio con Maduro, es decir con el cartel de los soles, es decir con un grupo terrorista que es objetivo militar para el ejército más poderoso del mundo.
El atentado a Miguel Uribe, según una teoría muy plausible de Salud Hernández, está ligado a la condena de Álvaro Uribe como parte de una estrategia para herir gravemente al Centro Democrático. Dentro de su especulación entra Maduro como uno de los autores intelectuales del crimen junto a Iván Márquez. Lo que es especulación periodística, sin duda, es certitud para los organismos de inteligencia de los Estados Unidos y del Mossad, y, así, ese crimen no va a quedar impune, como sí ocurriría si se dejara en manos de la muy cuestionable justicia colombiana.
El pueblo venezolano se ha mostrado incapaz de derrocar al régimen. Ahora cuenta con el apoyo de un Trump mucho más enérgico y decidido a actuar en su segundo mandato como lo ha venido demostrando. Como con tanta gracia lo expresan algunos en las redes, los cincuenta milloncitos por Maduro bien merecen una Petro ñapa.
P.S.: No estoy de acuerdo con Salud Hernández al afirmar que el Centro Democrático ha sido herido de muerte. El sacrificio de Miguel Uribe Turbay ha unido al pueblo colombiano en la fe y sus oraciones serán escuchadas. El milagro se ha dado y solo falta que se haga visible. El joven político descansa en paz, una agonía más larga sería injusta con él mismo y con su familia. Dos meses fueron el tiempo justo para que su memoria quede grabada en la mente de quienes queremos un mejor futuro para nuestra patria y el final de la pesadilla que estamos viviendo.