En Colombia existen dos fechas para conmemorar el ejercicio del Periodismo. Una es el 9 de febrero, pues fue un 9 de febrero de 1791, cuando salió a la luz el Papel Periódico de la Ciudad de Santa Fé de Bogotá, que fundó y dirigió Manuel del Socorro Rodríguez, quien llegó de La Habana, dos años antes al Nuevo Reino de Granada en calidad de amigo personal y asistente del virrey Ezpeleta. Con periódicas y muy explicables interrupciones, el Papel Periódico logró sostenerse durante seis años, los mismos que duró el mando del virrey Ezpeleta, hasta el 6 de enero de 1797.
Así, la Ley 918 de 2004 tiene por objeto “la adopción de normas legales, con meros propósitos declarativos, para la protección laboral y social de la actividad periodística a fin de garantizar su libertad e independencia profesional”.
En su artículo 6 se establece la otra fecha y su correspondiente motivo histórico, al señalar “el día cuatro (4) de agosto de todos los años como el Día del Periodista y Comunicador en conmemoración de la primera publicación de la Declaración de los Derechos del Hombre, realizada el 4 de agosto de 1794 por Antonio Nariño Precursor de la Independencia”.
Dos fechas con remotos orígenes en el siglo XVIII para una profesión de la que Gabriel García Márquez dijo que “aunque se sufre como un perro, no hay mejor oficio que el periodismo”.
Y como no se va a sufrir cuando manzanas podridas se han dedicado a vilipendiar este hermoso oficio como es el arte de informar desde la ética, la objetividad y la responsabilidad. Los comunicadores enfrentan diferentes retos y desafíos dentro del ejercicio de esta profesión. Es importante identificar nuevos horizontes epistemológicos y nuevas oportunidades laborales dentro de los distintos roles del periodismo.
La comunicación tiene una gran influencia sobre el desarrollo de la cultura, porque proporciona las herramientas para percibir el mundo, difundir los saberes, adquirir los valores y los procesos de socialización. Y, además, es ese ámbito el que proporciona los contenidos y los discursos, basados en los imaginarios colectivos para la transmisión de conocimientos, saberes, prácticas y representaciones.
Es necesario cambiar las narrativas, disponer de un contexto mucho más amplio, más global. Tener una contextualización más macro, para así, poder soportar con seriedad y responsabilidad, los postulados que se emitan desde un micrófono, un video o una columna como en este caso.
De tiempo atrás, se ha cuestionado el rol de la academia ante lo que ocurre en el contexto social y político del país. Más en el campo que nos compete, en parte por la tarea eminentemente práctica que se lleva a cabo dentro del periodismo cuando se trata de divulgar los hechos.
Se ha insistido, además, que somos los periodistas quienes precisamente escribimos un primer borrador de la historia, somos nosotros quienes empezamos y en muchas ocasiones terminamos por narrar las historias de ciertos espacios, por develar situaciones que no serían conocidas por el resto de la comunidad a no ser por la labor que realizamos.
El periodismo es fundamental para la deliberación pública. Es difícil encontrar un asunto de relevancia social que no haya ocupado espacio en la prensa, la radio, la televisión o los crecientes medios digitales. La salud de las democracias depende en buena parte de las garantías a la libertad de prensa, es una relación directamente proporcional. Cuanta más libertad de prensa, más robusta la democracia.
El periodismo es una de las herramientas más importantes para que la ciudadanía verifique la transparencia del trabajo de los gobiernos en una democracia. Sin embargo, y aunque es considerado un derecho fundamental en el artículo 20 de la Constitución Política de Colombia, el periodismo ha sido históricamente vulnerado y amenazado en Colombia. Así, en la clasificación de Reporteros sin Fronteras que lista la libertad de prensa en el mundo, Colombia se encuentra en el puesto 130, entre 180, y hace parte de la categoría ‘Situación difícil’.
Según la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP), solo en lo que va 2023 se han producido 231 violaciones a la libertad de expresión, con 231 víctimas. Pero, eso es solo una muestra de la marca histórica colombiana. El ejercicio libre de cada uno de los derechos de los colombianos está en que existan medios de comunicación y en que los periodistas puedan informar libremente. Cuando callan a un medio de comunicación, es una oportunidad menos que tiene el ciudadano de enterarse de la verdad y tomar decisiones con libertad.
Otro factor es la falta de independencia de los periodistas ante los temas políticos. Un comunicador debe mantener su neutralidad dentro de estos procesos, pues esto deslegitimiza el ejercicio del periodismo. Un periodista que vende su conciencia por unas cuantas monedas, para postrase al servicio del gobierno opresor y tirano no merece llamarse periodista.
Algunos se sentirán vulnerados e interiormente tratarán de auto justificarse, diciendo que lo hacen por la situación económica, por lealtad o por simple afinidad política, pero la verdad así duela, es que esta profesión no está hecha para personas que vivan solamente de ella. Una persona que solo se dedique al periodismo en departamentos como el Chocó u otras regiones empobrecidas por los gobiernos corruptos de este país, corre el riesgo de caer en lo más bajo de la genuflexión y la lambonería, al venderse al que en ese momento ostente el poder.
Esta profesión vilipendiada pero hermosa, merece ser ejercida por personas con altos niveles de criterio, dignidad y mucha responsabilidad, no por gente que se despertó un día, debiendo los servicios y decidió sacarle el jugo a su SmartPhone y volverse de la noche a la mañana y sin ningún tipo de preparación DIZQUE PERIODISTAS.
