Mario Huertas

Analista de asuntos estratégicos y hemisféricos (Énfasis: Brasil y EE.UU.) Columnista de opinión, diario La Nación. Voluntario internacional para la promoción de nuevos liderazgos, Universal Wonderful Street Academy (UWSA), Jamestown-Accra. Colaborador del Goldstreet Business (Ghana). Profesor de Geopolítica y Geoestrategia. Infante de Marina, Armada República de Colombia (A.R.C).

Mario Huertas

A Petro ni con el pétalo de una rosa

Venimos de una campaña en la que el petrismo se proyectó como una expresión que, apalancada sobre “la paz”, hizo gravitar en la opinión pública un supuesto cambio atacando ferozmente las administraciones Uribe y Duque principalmente.  

En particular, Petro fue vendido como un mesías impoluto y libre de todo pecado político, envuelto en un aura de santidad a pesar de su pasado y de su proximidad “non sancta” con las FARC y el régimen señalado como mafioso y criminal de Venezuela, falacias que solo se corresponderían con su sapiencia política. 

Su imagen fue promovida por prestidigitadores y propagandistas que conocen, de sobra, como excitar las pasiones por redes sociales en ese espectro de la opinión pública que se informa exclusivamente a través de esas estructuras digitales.

Agitando las pasiones de sus electores, “corriendo la línea ética” como dijo Sebastián Guanumen, hoy cónsul en Chile, y subvirtiendo gran parte de la realidad política, Petro y sus aliados llegaron a la última fase de la guerra revolucionaria a nombre, repito, de un supuesto cambio y cabalgando a nombre de “la paz”.

Entre tanto, la opinión pública iba conociendo los nombramientos de Ministros inexpertos y legos en sus carteras, como también de una serie de cuestionadísimos nombramientos diplomáticos, de las andanzas del “Hijo del Ejecutivo” y su tío; y para colmo de males, la prepotencia de Petro vino a invadir a Francia Márquez que sumada a los viajes injustificados y gastos suntuosos en La Casa de Nariño empezaron a sembrar ciertos interrogantes que, con la fracasada reforma política, delataron al supuesto Gobierno del cambio.

En medio de todo esto, la crisis de gobernabilidad empieza a crecer por cuenta de la falta de liderazgo, autoridad, y ascendencia republicana, elementos que desplazados por un estilo de corte mussoliniano-peronista erosiona las instituciones democráticas, lugar donde se tramitan las reformas políticas y no en las calles tras alentar irresponsablemente a la turba enardecida. 

Y como citaba Álvaro Gómez: “Busque el enemigo. Si lo encuentra, ¡ahí está la política!”. Entonces, tal como lo hizo con presidentes anteriores, con miras a desviar la atención de muchísimos problemas internos, Petro encuentra en el presidente Bukele la figura idónea para crear un enemigo. 

Justamente, en medio del caos desatado al interior de la administración por la salida de algunos Viceministros y Ministros en razón a que prima lo ideológico y no la técnica para gobernar, la seguridad del país se ha ido deteriorando a tal punto que gobernadores de varios departamentos salieron a recordarle a Petro que la fórmula “Libertad y Orden” es una buena máxima para que aprenda a gobernar con autoridad dentro de los marcos de la libertad. 

Y así, recientemente fue a la XXVIII Cumbre Iberoamericana en la que, sin abandonar la retórica anti-mercado y pro-legalización de drogas, apeló de nuevo al caso del golpista e inexperto Pedro Castillo interviniendo abiertamente en la política de La Casa de Pizarro a fin de hacer política interna con la tragedia peruana. Toda una contradicción con lo que el embajador en Washington, Luis Gilberto Murillo, había dicho horas atrás: “No al traslado de discusiones domésticas a la política externa de Colombia”.

En efecto, llegando a Colombia al día siguiente en respuesta a un supuesto “golpe blando” dijo en tono airado “que ni se les ocurra porque el pueblo sabe qué hacer si hay un tipo de actividad como esa (…) nos interesa es que el pueblo se mueva, que sienta que tiene el poder (…) es el momento del poder popular”. 

Preocupa muchísimo que, de tal suerte, se etiquete a los críticos de golpistas y no como oposición. Petro no debe repetir el modelo de Daniel Ortega que, posando ayer de enemigo de la dictadura, hoy se ha convertido en un vulgar y fracasado dictadorzuelo peor aún que la misma dinastía somocista que combatió desde la guerrilla. 

Lo anterior porque así como hemos condenando la combinación de todas las formas de lucha guerrillera para tomarse el poder y la guerra sucia del paramilitarismo, tampoco legitimaríamos hipócritas salidas antidemocráticas como las de Darío Echandía con el histórico “golpe de opinión” ni “golpes blandos” ni nada que venga a resucitar las “Técnicas del golpe de Estado” (léase Curzio Malaparte). 

Es oportuno recordar que Petro ha gozado de una oposición firme pero nunca como la que él le propinó a varios gobiernos desde sus días en los que la guerrilla del M-19, a órdenes del Cartel de Medellín, buscaron enjuiciar al presidente Bentancur para que años después desde el Congreso denunciara irónicamente la concepción mafiosa del poder político. 

Directa, sincera y valiente esta oposición que nunca ha creído en Primeras Líneas y demás formas totalitarias del poder, fiel a una tradición democrática y al valor de sus instituciones, deberá condenar y deslegitimar, sin titubear, cualquier manifestación antidemocrática en contra de Petro y de cualquier tentación autoritaria. 

Además porque sabemos que las capacidades de Petro están muy por debajo de lo requerido para liderar los grandes asuntos de gobierno y, por lo tanto, su natural desgaste dejará aún más al descubierto su esencia a pesar de que la propaganda e historiadores pagos por el régimen quieran continuar subvirtiendo el pasado nacional. A Petro ni con el pétalo de una rosa

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