Qué será ahora de las potencias

Estados Unidos y China aparecen en este momento ante los ojos de muchos como dos potencias en un aparente pulso por la supremacía mundial. Y a propósito, se pregunta esta semana The Economist, la Biblia en esta clase de asuntos según algunos, si va ganando China. Después de formular la pregunta, el influyente semanario inglés plantea una cuestión interesante: “Más importante que si otros países están dispuestos a ver a China suplantar a Estados Unidos, es si tiene (China) la intención de hacerlo”. Ése creo que es el punto. ¿Quiere verdaderamente China superar a Estados Unidos? 

Hace unos años, el embajador de España en Pekín, me contó cuál era la visión del mundo que había oído de labios del entonces primer ministro chino, Zhu Ronji, que ocupó el cargo durante cinco años (1998-2003): el Sr. Zhu veía a Estados Unidos como la gran potencia tecnológica, a China como la fábrica del mundo y a Europa como un interesante museo lleno de turistas. 

El impresionante desarrollo chino en lo que va de siglo hace que por lo menos la primera parte del enunciado, ya no sea cierta; y en Europa, si en la crisis actual sus líderes no actúan como algo más que un mercado común, harán bueno el pronóstico de Zhu Ronji. Lo ha advertido en estos días el presidente francés Emmanuel Macron: la falta de solidaridad durante la pandemia “alimentará la ira populista en el sur… los populistas ganarán, hoy, mañana, pasado mañana, en Italia, en España, quizás en Francia y en otros lugares.”

Por lo que al pulso entre Estados Unidos y China se refiere, el debate sobre el supuesto declive de Norteamérica, no es de ahora, es de hace varios años y en estos días con las consecuencias del coronavirus, los partidarios de esa tesis se han animado. La más poderosa maquinaria militar del mundo nada puede hacer contra un virus, y la falta de cobertura médica universal resulta de la noche a la mañana una amenaza no solo para los pobres, sino para toda la sociedad norteamericana. A esto hay que sumar la renuncia de Estados Unidos por primera vez a liderar la lucha contra una pandemia mundial y la recuperación económica.

En este contexto la suspensión de la ayuda por parte de Washington a la Organización Mundial de la Salud no constituye ninguna sorpresa. Donald Trump esgrimió la tesis según la cual la OMS, además de defender el papel del gigante asiático, tuvo una actuación equivocada en la crisis. Una decisión brutal en las actuales circunstancias, pero que era casi de esperarse por parte de Trump a quien, en precampaña electoral, no le queda más remedio que tirar balones fuera. Y más después de su errático manejo en casa cuando llegaba la pandemia.

Dicen que las crisis no reeligen presidentes. Lo recuerda Nouriel Roubini, quien predijo el crash de 2008 en la revista Der Spiegel: Ford perdió contra Carter tras la crisis del petróleo de 1973, Carter perdió contra Reagan en la segunda crisis del crudo de 1979 y Bush perdió frente a Clinton después de la invasión de Kuwait. Con Trump nunca se sabe, igual también esta vez es capaz de saltarse la tradición. Ordenar que se impriman con su nombre cheques federales para enviar a millones de potenciales votantes estadounidenses no se le habría ocurrido ni a Hugo Chávez cuando tuvo el petróleo a 88 dólares el barril.

Aun así, no es descartable que lo que se pensaba hace unos años en la cúpula de poder en China, siga siendo la estrategia del gigante asiático. China, al contrario de Estados Unidos, no ha disparado una bala en un conflicto fuera de sus fronteras; sus dirigentes con manejar a 1.400 millones de compatriotas, a lo mejor consideran que es suficiente trabajo. Y además, puede que quieran seguir enviando a sus hijos a estudiar a Estados Unidos, la hija de Xi Jinping es graduada de Harvard.

Todo apunta a que cuando haya pasado lo peor desde el punto de vista médico, no solo Estados Unidos, también Europa, cuestionarán a China el manejo de la crisis desatada en el mundo por el coronavirus. Ya la inteligencia norteamericana ha dado los primeros indicios en tal sentido.

Pero si la cosa va más allá de pedir las necesarias explicaciones y Occidente decide ahora desplegar una dialéctica agresiva en contra de China por cuenta de las consecuencias del coronavirus; y que no solo los medios y los políticos, sino la opinión pública, llevan el asunto a una confrontación geopolítica, nos encontraremos ante una versión revisada de la guerra fría, de la cual saldremos todos perdedores.

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