La melodía “Quítate tu pa´ ponerme yo”, famosa gracias a la Fania All Stars, parece ser la consigna de la “nueva” dirigencia política. No acaba de tomar posesión el “nuevo” Congreso y el gobierno del “cambio”, y poco de “nuevo”, nada de “cambio” y mucha improvisación. Lo que dijo Clara López, en campaña, también parece ser parte de esa consigna: “uno puede decir una cosa para ser elegido y una vez electo dice que cambió de opinión”.
Las malas costumbres políticas parecen persistir, y si quienes llegan “nuevos” se resisten, gracias a la comodidad y privilegios que ahora disfrutan, y, además, si a aquellos los lideran miembros de la clase política tradicional, las oportunidades de un positivo cambio son poco alentadoras.
Es por eso que la propuesta del senador Jonathan Pulido, de bajar el salario de los actuales congresistas, no ha tenido el eco esperado en el Pacto Histórico, donde muchos de sus miembros decían que lo harían. Acá, pasa lo mismo que con la tributación: mí salario no se baja pero el suyo sí.
La resistencia a bajar los salarios por parte de las senadoras María José Pizarro, Isabel Zuleta -sí, la que dijo haber quemado a Sergio Fajardo- y Clara López -sí, la que dijo que una cosa se dice en campaña y otra una vez elegido-, es evidencia que, hasta ahora, nada de nuevo, ni nada de cambios alentadores.
Por encima de la disiente resistencia para mostrar un gesto ejemplarizante de austeridad -que realmente es de lo que se trata esa propuesta-, el “cambio” y la “nueva” manera de gobernar, tampoco se observa en la conformación del “nuevo” gabinete, lleno de tropiezos. Menos, en la feroz puja burocrática entre el gobierno y los congresistas para quedarse con la Contraloría General de la Nación; y, mucho menos, en la designación de las representaciones diplomáticas, por fuera del rigor y respeto a la carrera diplomática, que se dijo se respetaría. Sigue vigente la mala costumbre de retribuir servicios electorales prestados o amiguismo con embajadas y consulados. En una de ellas, seguramente, terminará Luis Fernando Velasco, para quién no alcanzaron los ministerios.
En el club de los partidos de gobierno, terminaron, otra vez, incluidos los más tradicionales -causantes del desastre que tanto cuestiona y menciona el hoy presidente- como el Partido Liberal y el Partido de la U, y, hasta el más antagónico, el Partido Conservador. Todos parecen haberse dejado seducir por lo mismo de siempre: burocracia. Las carteras ministeriales más importantes están ocupadas por exfuncionarios de los gobiernos de Ernesto Samper -sí, el del escándalo del proceso 8.000-, Juan Manuel Santos y, al parecer, recomendados de César Gaviria -sí, el líder del neoliberalismo que tanto criticaba la izquierda- y del Partido Conservador.
Ni cambio, ni nada positivamente novedoso, hasta ahora. Por el contrario, pareciera haberse regresado a los peores momentos de la política, en la que para la designación y permanencia de los altos funcionarios del Estado, la rectitud moral o si cursan contra ellos serias averiguaciones penales, poco o nada importa. Ejemplo de lo primero, lo puso en evidencia Rodrigo Uprimny, respecto de quien sería designado en MinJusticia. Su recia oposición evitó la designación en esta cartera, pero no alcanzó para que no lo fuera en otra, como cuota del desfigurado Partido Conservador.
Es cierto, hasta ahora están comenzado y habrá que esperar. Pero, por lo que se ha visto, ni cambio, ni novedad positiva alguna, en las costumbres políticas. Todo va quedando, desalentadoramente, en que de lo que se trataba era de: “Quítate tu pa´ ponerme yo”.
