
“Take me back to my San Andrés, to the wave and the coral reefs. Back to be where the sunshine bright, where the sea changes colors day and night”.
Esta es una de las estrofas de uno de los himnos raizales de San Andrés y en dos sencillos versos se condensa gran parte de lo que todos queremos ver de nuevo del archipiélago, mientras que su canción nos recuerda la riqueza cultural invaluable de las islas.
Hace unas semanas, compartí en esta columna que, ante la devastadora situación del huracán Iota, el archipiélago de San Andrés y Providencia debía recuperarse a través del enfoque territorial y no del asistencialismo. Aunque es gratificante ver los esfuerzos y el interés de miles de colombianos por enviar rápidamente ayuda a las islas, los estragos del huracán han sido tales que la reconstrucción en la gran mayoría de los casos debe comenzar desde cero.
Este es el caso de Providencia. Esta semana, las autoridades confirmaron que el 99% de la infraestructura de la isla se ha perdido. Es decir, las edificaciones no son seguras o quedaron completamente destruidas. Si bien el gobierno anunció recientemente la recuperación de más de mil viviendas, falta mucho más por hacer y no solo desde lo físico, también desde lo emocional. La comunidad ha demostrado inconformidad y siente que la ayuda no ha sido lo suficientemente certera para lograr una respuesta rápida y oportuna, entendiendo que la capacidad del Estado se ha visto superada gracias al sentido de solidaridad de toda Colombia.
Sin embargo, más allá de las necesidades inmediatas, pocos han puesto su mirada en lo que pasará en Providencia en el largo plazo. No me refiero a la reconstrucción a 10 años de la infraestructura física (que no deja de ser importante), sino la atención prioritaria a las generaciones que seguirán encargándose de construir y desarrollar la isla en unos años. El huracán Iota dejará una marca indeleble en la niñez de Providencia, y desde hoy debemos comenzar a apoyarlos, pues son ellos los que preservarán y cuidarán el presente y futuro del territorio insular.
En este mes, y tras el huracán, más del 80% de los niños y niñas de Providencia salió de la isla, la mayoría de ellos hacia San Andrés y otro tanto hacia diferentes ciudades de Colombia. Por otro lado, están los niños y niñas que permanecieron en la isla durante el huracán, que son quienes han tenido que vivir las peores consecuencias, ya que viven en su día a día el estado actual de la isla. Hoy en día, la gran mayoría ha desarrollado estrés postraumático, pensando que, en cualquier momento una tormenta se convertirá en huracán y terminará de llevarse lo poco que les ha quedado.
Además del trauma inmediato del huracán, la educación en Providencia enfrenta dos grandes problemas: el reto que significó la virtualidad este año y el estado de la infraestructura actual. Ambos sumados, han sido el mayor dolor de cabeza de los profesores de la isla, quienes al momento ven con desolación el panorama, preocupados por lo que podrá suceder una vez en enero los niños deban regresar a clases, sumado a la emergencia sanitaria de COVID-19. Actualmente, la estructura educativa, tanto física como digital es precaria. La conexión a internet en la isla no es estable para realizar clases virtuales y si la meta era regresar a clases presenciales en 2021, dos de los cuatro colegios que tenía la isla se encuentran en destrucción total. Los otros dos restantes no son estructuras seguras o habitables.
Si no comenzamos a reconstruir el futuro de la niñez de Providencia, no veremos las consecuencias en la inmediatez, sino en unos años, cuando el relevo generacional sea escaso y los habitantes hayan tenido que salir de su isla buscando mejores oportunidades. Que no veamos consecuencias en el corto plazo no aliviana el peso de su gravedad.
Debemos comenzar a reconstruir lo que no se ve. Lo primero es recuperar el sentido de comunidad: donde los niños y niñas de la isla merecen educarse y guiar el camino de la Providencia del futuro.
Es por esto que, los invito a hacer parte de #SomosProvidencia, una iniciativa de Save the Children, una Organización No Gubernamental que durante más de 100 años ha buscado un mejor acceso a la salud, la educación, protección y el bienestar a niños de todo el mundo. Save the Children ha entrado a ayudar a nuestro país durante las más duras crisis humanitarias y esta vez no ha sido la excepción. Con gran esfuerzo, sus coordinadores y psico-orientadores llevan casi tres semanas trabajando en carpas, hombro a hombro con la comunidad, para buscarle un mejor futuro a las pequeños de la isla.
Actualmente, Save the Children no necesita ayuda en especie, sino un apoyo financiero que le permita a sus orientadores permanecer en la isla y enviar más psicólogos y educadores que puedan seguir ayudando a los niños y niñas, así como al cuerpo docente de la isla. Por esto lanzarán #SomosProvidencia el próximo 17 de diciembre, a las 6:00 p.m.
Si están interesados en hacer parte de esta iniciativa, pueden entrar a: https://bit.ly/3abRzgU y/o seguir el evento en vivo a través de la página de Facebook de Save The Children Colombia: https://www.facebook.com/sccolombia.