
Nos acostumbramos a una palabra que se introdujo recientemente entre tantas otras que vienen de la popularización de la informática como “chatear” y “bloguear” que no se caracterizan propiamente por su belleza. Se trata de “resetear” que aunque no existe en español se convirtió en una curiosa conjugación de “reset”. Así como “reseteamos” nuestro computador o el celular para que mágicamente vuelva a su normal funcionamiento, considerando que algo de normalidad hay en ese extraño mundo, también hay quienes están empeñados en el “Gran reseteo”, curiosamente en un 2020 en el que las teorías conspirativas han quedado rezagadas ante una alucinante “realidad” que nos ubica a un paso de quedar atrapados en la red. Lo que era un simple juego, que nos hacía imaginar las alucinantes propuestas de ciertas mentes que se permitían llegar hasta el delirio gracias a la buena consideración en que teníamos a la ciencia ficción quienes hemos pasado buena parte de la existencia en el siglo pasado, el de las grandes guerras y de unos adelantos tecnológicos, se ha visto superado a través de una alta tecnología que apenas comprendemos superficialmente. No hay campo de la acción humana, como tampoco de la reflexión y el entendimiento, que no haya sido profundamente transformado por la introducción de ciertos dispositivos y aplicaciones en la vida cotidiana que nos acompañan en cada minuto de nuestra existencia alterando nuestro ser más íntimo.
Veamos, por ejemplo, cuando tenemos problemas con la recepción de la señal de internet y llamamos al servicio técnico para pedir instrucciones. Aunque ya sabemos que nos van a decir que apaguemos por un minuto el dispositivo y lo encendamos de nuevo. Eso es el tal “reseteo”, el mismo que desde el vientre materno aplica la naturaleza, con nuestros cuerpos de carne y hueso pero también de alma y entendimiento, al sumergimos en el mundo de los sueños. Esta mañana, en mi “reinicio”, hice el ejercicio habitual de recordar que día de la semana estaba comenzando. “¿Martes? ¿Por qué martes? ¿Luego no es festivo y anoche con mis hijas colocamos velitas para la Virgen y al bajar a Bogotá la ciudad estaba más solitaria que en un domingo cualquiera? Ah… cierto que antes de los lunes festivos existían los “puentes” que unían sábado y domingo con un martes en el que caía una fiesta como la de hoy de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, pero también podía ser un jueves y contar con unas vacaciones de cuatro días por coincidencias en el candelario. Y cierto que los lunes escribo mi artículo y ayer lo olvidé…” Así, añadiendo las páginas de la mañana y el repaso de los sueños, de los buenos momentos y los reproches, mi “reseteo” me puso en condiciones de ordenar mi mente confundida como la de millones que vivimos atrapados en la red mientras tratamos de mantener cierta cordura siguiendo rituales que a duras penas conservamos.
¿De algo así se tratará el tan cacareado “Gran reseteo”? Lo cierto es que el sistema se ha visto afectado de manera grave y del sueño cibernético, en que se convirtió este año, tendremos que despertar antes de que nos “reseteen” de verdad.
Mientras aparecen palabras que al conjugarse crean nuevos mundos sin que nos percatemos, van desapareciendo otras cuando pierden su significado. Democracia, por ejemplo, justicia, ética, moral, alma, sinceridad… y la tan golpeada y ya exánime: VERDAD.
Mientras vamos perdiendo el vínculo entre el sentimiento y el mundo real, la comprensión de la verdad se va diluyendo. Terminaremos por no saber definirla porque han abusado de ella sin compasión. Lo que se deriva de la pérdida del sentido profundo de la verdad es la corrupción, el engaño, la traición y toda esa parte negativa de la existencia. Si la lucha es entre el bien y el mal, la emprendida entre la verdad y la mentira sería parte fundamental de ese combate. “Reseteándonos” lograrán que aceptemos, sin rebelarnos, lo que nos tienen preparado, de lo que sabemos tan poco pero de lo que presentimos no es para bien.