Sobre la igualdad

En este artículo abarcaré un tema que ha sido de difícil comprensión en los últimos años para las personas que de alguna manera siempre han pensado que la igualdad trae inmediatamente progreso.

Hemos visto como la izquierda, de forma vehemente, ha buscado una igualdad en todos los ámbitos de nuestra sociedad. En mi artículo sobre la imprescindibilidad, hago énfasis en que no hay nada más antagónico al progreso que conocer los resultados de antemano. Como lo evidencié en mi concepto de la fuerza espontánea, el avance de la sociedad se determina a partir de condiciones que nacen de la imprescindibilidad y no de condiciones obligadas, como nos lo han querido vender. 

La desigualdad es inherente a la naturaleza humana, todos nacemos de alguna manera con diferentes aptitudes, cualidades y virtudes, no todos nacemos con la misma inteligencia, con las mismas habilidades artísticas, etc. Si todos fuéramos iguales conoceríamos de antemano el resultado, entonces nada en esta vida tendría sentido. 

Esto de alguna manera es la fuente del respeto que tenemos entre nosotros, tal vez porque vemos en otras personas las cualidades que no tenemos. Aquí es donde el Estado, tiene la responsabilidad de atender a los más desvalidos y proveer de servicios esenciales. Sin embargo, es donde más se debe tener cuidado, ya que, si el Estado va aún más allá y busca de manera forzosa la igualdad de los resultados, puede arruinar a las personas más efectivas y sumirlas en una mediocridad del mínimo esfuerzo.

Cuando se pretende castigar al empresario trabajador, a las personas más trabajadoras, y al contrario premiar a los más perezosos, es cuando el Estado se convierte en un sistema impositivo. La izquierda es muy hábil para lograr esto. 

Históricamente los conservadores hemos respondido ante esta disyuntiva. Nuestra forma para lograr un sistema más justo es estableciendo un sistema tributario proporcional. Una redistribución de ingresos, que se puede lograr con un sistema proporcional de impuestos. Estos impuestos por ningún motivo deben castigar el esfuerzo de las personas, se debe identificar aquellas rentas que por sí solas generan riqueza con un mínimo o ningún esfuerzo, en Colombia el caso más visible es el impuesto a los dividendos. Un impuesto a la canasta familiar iría en contra de este precepto, ya que significa que quienes están en la base de la pirámide se les hace cada vez más difícil ascender en la escala económica. En este caso, de gravar ingresos corrientes se está protegiendo al club que ya ha acumulado riqueza y que no impera esfuerzo en la consecución de ella.

Una verdadera justicia económica y no un sistema impositivo, donde todos debemos ser iguales a costa de cualquier cosa, es el camino que la izquierda ha determinado para atraer masas. Como conservadores tenemos la tarea de responder y actuar responsablemente para lograr la tan anhelada igualdad de oportunidades.

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