Las coincidencias de Dios son perfectas, es el camino que todos tenemos diseñado para dejar una huella en este mundo. Al Padre Juan Carlos Mendoza no lo veía desde el 2007, cuando iniciaba como sacerdote en La Guajira, pero siempre he seguido de cerca su proceso como religioso, columnista y YouTuber de la palabra de Dios; ese camino nos llevó a reencontrarnos, ahora en Roma, la ciudad eterna, la ciudad de los contrastes y la historia que ha marcado al mundo con sus tesoros religiosos, artísticos y arquitectónicos.
A eso de las 9 de la mañana el Padre me recibió con mi familia en la estación central de trenes e iniciamos un recorrido en el metro. Por supuesto, la primera parada fue en el Vaticano, donde se encuentra la Capilla Sixtina y la residencia oficial del Papa Francesco; el recorrido por la Plaza de San Pedro, siempre será una experiencia insuperable, pero más si te acompaña un guía experto. Luego seguimos a pie por la vía de La Conciliazione hasta el palacio de San Angelo, bordeando el Tíber, el tercer río más largo de Italia; llegamos al Palacio de Justicia, una edificación imponente, sede de la Corte Suprema de Casación, Construido entre los años 1889 y 1911 por el arquitecto perusino Guglielmo Calderini. Mientras caminábamos el Padre fue haciendo gala del conocimiento que hoy lo convierte en un sacerdote mucho más formado y maduro, sin perder el carisma que lo caracteriza, con la experiencia que da vivir en una ciudad como Roma, la cual te instruye solo con conocerla. Continuamos el recorrido hasta llegar a la fuente de los 4 Ríos, en el centro de la Piazza Navona, diseñada y realizada por el escultor y arquitecto Gian Lorenzo Bernini entre julio de 1648 y junio de 1651, por encargo del Papa Inocencio X, una verdadera obra de arte. Luego seguimos a El Panteón de Agripa, una de las obras maestras de la arquitectura mejor conservada de la antigua Roma, ha sido utilizado como sede de la Academia de los Virtuosos y sirve de sepulcro a grandes italianos como Rafael, el gran pintor del renacimiento. Seguimos hasta la famosa Fontana di Trevi, una de las reconocidas fuentes monumentales del Barroco, custodiada por las estatuas de la Abundancia y de la Salubridad, en los dos nichos laterales, esculpidas por Filippo della Valle.
Ya era casi medio día y el sol era esplendoroso pero el calor inclemente y nos propuso refrescarnos con algo imprescindible en la ciudad, gelato Romano, excelente recomendación. Llegamos entonces a conocer La Universidad Gregoriana, donde el Padre, con mucho sacrificio, adelanta sus estudios de Teología Bíblica. De ahí pasamos a la imponente plaza de Venecia, símbolo de la ciudad, tomamos por la vía del Foro Imperial, en medio de ruinas y elementos históricos en los parques antiguos, para llegar por fin al Coliseo, un anfiteatro de la época del Imperio Romano, construido en el siglo I, escenario de las grandes batallas entre gladiadores; en la antigüedad poseía un aforo para unos 65.000 espectadores y su inauguración duró 100 días, celebración en el que participó todo el pueblo romano y en la que murieron decenas de gladiadores y fieras que dieron la vida por el placer y el espectáculo del pueblo.
Fue un día lleno de luz, sol y mucha historia, con la presencia de Dios, el que vivimos en la ciudad eterna. Una jornada con muchas enseñanzas y aprendizajes, especialmente de resiliencia e inspiración para seguir y conquistar cada sueño que te presente la vida. Gracias Padre por ese recorrido maravilloso por la historia, pero más que nada por la compañía.