Ante la inminente crisis que vivimos no paramos de oír que los organismos multilaterales, los líderes mundiales y los empresarios, hoy son los responsables de poner fin a la pobreza global, luchar por la igualdad y asegurar la prosperidad, garantizando la sostenibilidad de nuestras próximas generaciones.
Esta afirmación no se puede contradecir bajo ningún escenario; pero es innegable que para alcanzar su finalidad, la democracia, la buena gobernanza y el estado de derecho son fundamentales a la hora de responder a los desafíos que esta premisa supone.
Colombia se prepara para uno de los procesos electorales más importantes de su historia. La crisis sanitaria, la urgencia de la reactivación económica, el deterioro de nuestros recursos naturales y las innegables problemáticas sociales que atravesamos y no dan espera, hacen que las próximas elecciones se conviertan en un escenario definitivo para alcanzar nuestra sostenibilidad económica, social y medioambiental como nación.
Muchos aseguran que nos enfrentamos a un futuro incierto y caótico. La realidad es que tenemos en nuestras manos una oportunidad única, que hoy nos permite explorar diferentes fórmulas para enfrentarlo y decidir qué queremos como país y como sociedad.
A estas alturas, lo más importante es que cada uno de nosotros interiorice que también es responsable de salvaguardar nuestra democracia, la cual, aún en medio de la pandemia, nos permitió continuar con el crecimiento económico y realizar una de las inversiones sociales más importantes de las últimas décadas. Sin lugar a equivocaciones, la defensa de la libertad, a través del ejercicio electoral, es la única manera de no echar por la borda los importantes logros que hasta ahora hemos alcanzado.
La democracia asegura el respeto por los derechos humanos y, además, hoy garantiza la sostenibilidad de las sociedades. Ella, supone la libertad de votar por una articulación de factores políticos, económicos, sociales y medioambientales, en el desarrollo de una visión que permita alcanzar la igualdad, eliminar la pobreza y respetar la variedad y diversidad de nuestro planeta.
Votar es una responsabilidad ciudadana y más que un derecho es una obligación. Debemos unirnos para seguir en el camino contra la desmembración social, el desequilibrio económico y la destrucción de la naturaleza que nos aqueja y amenaza con extinguirnos.
Es imperante entender que el voto si puede cambiar nuestra realidad. Nos hemos acostumbrado a quejarnos, a dejar llevarnos de falsas realidades y, lo que aún es más grave, a no pensar. Lo reitero, las próximas elecciones legislativas y presidenciales son cruciales para nuestra estabilidad económica, el futuro de nuestros hijos, la preservación de nuestros recursos, el goce de nuestros derechos y la supervivencia de nuestra democracia, eso es así de sencillo.
Tenemos que comenzar a pensar. Muchos están utilizando las redes sociales para crear temor y desasosiego, y así aprovecharse del desconocimiento de tantas y tantas personas que no se toman un tiempo para analizar lo que está en juego.
En el panorama existen muchas opciones y cada uno tiene que decidir cuál apoyar. Aquí lo importante es informarse, tomarse el tiempo de entender qué es lo que proponen y mirar qué está sucediendo a nuestro alrededor. El mundo camina unido en una lucha por la sostenibilidad; sin embargo, algunas naciones han visto como falsas cruzadas contra la desigualdad y la pobreza terminan aniquilando la democracia, cercenando los derechos humanos y haciendo aún más abismales las diferencias sociales.
Desde esta columna, hago un llamado para que durante los próximos 13 de marzo y 29 de mayo ejerzamos en paz el voto ciudadano, invito a cada colombiano a reflexionar sobre lo que significa nuestra sostenibilidad como país y acudo a la cordura para que los violentos, y todos aquellos que por ira han atentado contra el Estado de Derecho, hagan un alto en el camino y mediten sobre las nefastas consecuencias que sus actos han ocasionado a nuestra economía y a la mayoría de los hogares de nuestros compatriotas.