
Frisby es sinónimo de pollo frito en Colombia. Fundada en 1977 por Alfredo Hoyos Mazuera y Liliana Restrepo Arenas, esta compañía pereirana logró posicionarse como una de las marcas más queridas en el país, gracias a su icónico pollo apanado y a una identidad visual que generaciones enteras reconocen al instante.
Sin embargo, en los últimos días, Frisby ha estado en el centro de una controversia internacional que ha puesto en jaque su marca y reputación: la inesperada aparición de una Frisby en España que, aunque parece un espejo de la colombiana, no tiene ningún vínculo con ella.
El conflicto: una marca duplicada al otro lado del Atlántico
El escándalo estalló cuando Frisby S.A. BIC, la compañía colombiana, emitió un comunicado oficial denunciando el uso no autorizado de su nombre, tipografía, gráfica, mascota ("el Pollo Frisby") y modelo de negocio por parte de una empresa en España.
A través de cuentas como @frisby_es en Instagram y el dominio web www.frisby.es, esta entidad promovía productos similares, concursos, inversiones y franquicias como si fuera una extensión de la marca colombiana.
Frisby Colombia fue clara: no tienen operaciones en España, no han otorgado franquicias fuera del país y no tienen ninguna relación con quienes manejan estos canales digitales. Más aún, advirtieron que se estaban recolectando datos personales sin autorización, lo cual agrava la situación desde el punto de vista de la protección al consumidor.
La respuesta desde España: todo es legal
Lo que en principio se pensó que podría ser una simple suplantación o un caso de piratería de marca, tomó otro matiz tras la respuesta oficial de Frisby España. En su comunicado afirmaron ser los titulares legales de la marca FRISBY en la Unión Europea, registrando tanto su nombre como sus atributos gráficos ante la Oficina de Propiedad Intelectual de la UE (EUIPO).
Este detalle cambia el panorama: al no haber una protección internacional activa por parte de la empresa colombiana, los europeos actuaron dentro del marco legal comunitario. En otras palabras, no es una falsificación, sino un aprovechamiento oportuno (y legal) de un vacío en la internacionalización de la marca.
Desde España, además, afirmaron que seguirán con sus planes de expansión, que incluirán restaurantes físicos, servicio de delivery y franquicias. Incluso se permitieron un tono sarcástico en redes sociales, diciendo: “¿Es verdad que somos ilegales? Sí, pero solo porque es un crimen tener pollo tan bueno. (Tenemos más papeles que una empanada)”.
Una oportunidad perdida para la marca colombiana
Lo que esta disputa revela no es simplemente un conflicto de identidad corporativa, sino una falla estratégica en la gestión de propiedad intelectual. Frisby, una marca reconocida como notoria en Colombia, no extendió esa protección al ámbito internacional. En una economía globalizada, este tipo de omisiones pueden costar caro, no solo en términos financieros, sino en reputación.
Por ahora, la defensa legal anunciada por la compañía colombiana apunta a recuperar lo que consideran su patrimonio, aunque las probabilidades están en su contra si la titularidad europea de Frisby España se mantiene sólida ante los tribunales.
¿Campaña o realidad?
Ante lo mediático del caso, hay quienes sospechan que todo esto podría ser una estrategia de marketing para preparar una futura internacionalización conjunta. No obstante, los comunicados públicos —especialmente el de Frisby Colombia— desmienten categóricamente cualquier alianza, refiriéndose al caso como una “ofensa” y “aprovechamiento indebido” de su legado empresarial.